"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 1 de agosto de 2014

Un análisis maltusiano

Juan Carlos Barba tiene un artículo sobre el verdadero significado de los bajísimos rendimientos de las de días públicas, los más baja en su historia, que, en algunos países, alcanza 500 años.

Estoy de acuerdo con él. Los rendimientos han bajado por falta de oportunidad de inversiones productivas. Esto es puramente keynesiano: la gente prefiere mantenerse en instrumentos muy líquidos, aunque de bajo rendimiento, porque no está claro cual es el riesgo de meterse en una inversión con riesgo y con alto gráfico de iliquidez. Hay una quiebra en la cadena financiera que une el ahorro último con la inversión. El ahorro acepta colocarse en bajos rendimientos de alta liquidez, mientras que al otro lado de la cadena, el préstamo a la inversión exige unos tipos de interés muy elevados.

Lo que sigue para explicar esto, ya no estoy tan convencido, pero es un argumento razonable: las oportunidades de inversión se están agotando porque el planeta está fatigado en recursos naturales. Extraer energía y materias primas es cada vez más difícil y caro. A esto se une un argumento más dudoso en mi opinión: que ya no va a haber inventos científicos, como los hubo en el pasado, que dieron un gran impulso a la renta per capita de los países industriales.

Esto es lo que decía el gran economista Robert Malthus en el XIX: el rendimiento marginal de la tierra sería cada vez más bajo. El aumento de la población aumentaría el uso de tierra de peor caídas, y el cultivo sería más caro y menos productivo. Al final, a un aumento de la población correspondería una hambruna, y un recorte del número de habitantes, hasta que la población y la capacidad alimentaia de la tierra se equilibraram.

Este pronóstico ha fallado estrepitosamente. El continuo cambio tecnológico en la función de producción agrícola ha logrado el prodigio de que las cosas fueran justo al revés. Casi dos siglos después, un área cada vez menor de tierra es capaz de alimentar a un número crecimiento de personas. La población mundial se ha multiplicado desde entonces por un factor espectacular, y sin embargo el hambre ha desaparecido, según las cifras de la FAO y el Banco Mundial, da cada vez más países de la Tierra.

Lo mismo se puede decir de todas la ramas de producción. Es imposible medir por cuanto se han multiplicado los rendimientos, porque dichas ramas de actividad son cambiantes: cambian sus procedimientos, cambian su línea de producción, surgen sustitutos más baratos y eficaces, que desplazan a los venerables productos que algunos añoran por sentimentalismo pueril. No hay más que observar la evolución de la industria del automóvil. Un coche de hoy de gama baja es mundo más seguro estable y barato que un coche de prestigio de hace 60 años. Se están empezando a ver coches eléctricos, y en la alta gama se hacen con es de más de 200CV que gasta 4L/100km. Hace sesenta años un coche utilitario era un bien de lujo, ahora es un bien más que puedes adquirir a un precio razonable y ajustado a tus necesidades. El ABS y otros sistemas de seguridad, hace 30 años eran exclusivos de los coches de lujo. Lo mismo que el aire acondicionado. Ahora son artículos comunes.

En suma, es verdad que si los procedimientos no cambiaran, la tecnología fuera siempre la misma, y los productos no fueran sustituidos, ciertamente que hace tiempo que la tierra se hubiera agotado totalmente. Y, además, estaríamos estancados "a lo Malthus", seríamos pobres de solemnidad, y habría hambrunas y una esperanza de vida mucho más corta, a pesar que el reparto de la producción sería seguramente más igualitario.

Es falso que el progreso haya traído necesariamente una distribución más injusta. La distribución no depende del crecimiento más que en sentido positivo. Si la distribución empeora, es por una serie de razones que están entre la política (el austerismo) y la crisis, que bajan abruptamente el producto y eso afecta más a los de menor renta. Es más peligroso para la equidad un parón en el crecimento que una cambio en la distribución.

Yo no soy un gurú y no se que va a pasar en el futuro, no sé si el cambio tecnológico será suficiente para sustituir los productos, las materias primas y las funciones de producción, por otros más eficaces. En realidad: nadie lo sabe. Pero desde la revolución industrial ha sido así. Y lo ha sido de una manera que no pueden imaginar los que se dejan seducir por imágenes catastrofistas, a lo Malthus, que por cierto, no ha dejado de estar presentes en todo momento, sobre todo en las crisis. Pero las crisis son financieras, no ha habido hasta ahora una crisis de insuficiencia de materias primas que no se haya resuelto con un aumento del bien en escasez, como en la crisis del petróleo de 1973-1980. Que, por cierto, no dipute una crisis de ausencia de materia prima, sino política, surgida del deseo de los países árabes de castigar a Occidente por la guerra del Yon Kippur árabe israelí de 1973.

Lo que me preocupa de verdad es la quebradiza salud del sistema financiero, la falta de instituciones europeas que hayan sustituido al entramado que había antes tenían mis países miembros, y que estemos más indefensos ante una nuevo choque imprevisto. Un sistema que está expuesto a sustos como el de Argenrina, que pueden laminar el optimismo que había llevado las bolsas a niveles pre crisis. Y no olvidemos el efecto boomerang del castigo a Rusia, de consecuencias no desdeñables.

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