"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 6 de septiembre de 2014

Error común: Keynes nunca dijo que la política fiscal era sustitutiva de la monetaria

Hay una cesura más o menos explícita en la economía, pero que viene al menos de hace un par de siglos, entre los "realistas" y los "nominalistas". Los primeros son los que dicen que el dinero es neutral, que su influencia en la economía real es nula. Los sujetos deciden en función de los precios reales, es decir, los relativos entre bienes servicios. El dinero es un medio de cambio y un unidad de cuenta, que ayuda ampliar la transparencia. Hay una ley del precio único, que dice que cualquier bien tendrá un precio único en función de su demanda y oferta. El precio es relativo a los demás bienes. El dinero debe fluir el Banco Central según una regla inalterable: patrón oro o alguna similar, como un Currency Board que impida cualquier unidad de dinero añadida que no sea por un aumento del activo exterior del banco central.

Llamo a los nominalistas a los keynesianos (a los que en muchos puntos se pueden asimilar a los monetaristas): esto dicen que el dinero no es neutral ( al menos en determinados momentos), que los sujetos no son clarividentes: hay "ilusión monetaria", lo que quiere decir que los sujetos se guían por los precios nominales. El dinero tiene un precio que es la inversa de su poder adquisitivo, pero la variaciones e este precio (inflación o deflación) tiene efectos reales en la economía real. El Bando Central debe estabilizar el valor adquisitivo del dinero, no sólo frente al oro.

Hay una barrera infranqueable entre ambos cauces: la ley de Say. Esta ley se cumple para los primeros. Dice la ley que el dinero no tiene valor como activo. El que ingrese una cantidad inmediatamente se lo gastará en bienes o activos. No retendrá más que una nimia parte de su riqueza en dinero para pagos previstos futuros. Es lo que se llama la función de transacción del dinero. Para los realistas el dinero tiene una función de unidad de cuenta (en él se expresan los precios de los demás bienes), y una dux nipón de transacción. Por eso arguyen que el dinero siempre está en los mercados cambiando de manos.

Los nominalistas rechazan la ley de Say. El dinero tiene un valor como activo, que es su liquidez. Al ser el activo más líquido, por definición, ese valor le hace distinto a los demás activos, que nunca tendrán el grado de liquidez del dinero. Los demás activos rinden una ganancia o un tipo de interés. Pero ese tipo de interés incorpora una prima de riesgo que cubre la probabilidad de pérdidas al vender el activo, según sea su iliquidez.

Todos los sujetos mantienen un porcentaje de su riqueza en dinero; es lo que se llama, para toda la economía, demanda de dinero. Esta demanda está determinada por las tres funciones del dinero: unidad de cuenta, necesidades de transacciones, y como reserva de valor cien por cien líquida. La alteración de la percepción de los riesgos puede alterar esa demanda. Cuando todos los sujetos ven las cosas negras y más difícil de prever (incertidumbre no medible) aumentan su deseo de dinero, por lo que venden activos de la primera línea de liquidez, o atrasan pagos. En estos casos el dinero se retira de los mercados, caen las ventas. Por su parte, los precios de los activos empiezan a tambalearse, e incluso de los activos menos líquidos se ponen a la venta. Estos movimientos pueden aumentar la alarma y acentuar las ventas y los restrasos en pagos. Los sujetos se encuentran con menos dinero del deseado, y además con menores rentas y más inciertas, y con menos seguridad en su empleo.


Los precios de los bienes se enfrían y también caen al cabo de un tiempo. Eso aumenta el poder adquisitivo del dinero, lo que le confiere una rentabilidad real. A un tipo de interés nominal cero, una inflación negativa de 2% anual equivale a una rentabilidad positiva del dinero del 2% anual. Dada la inderridumbre sobre los demás activos, el dinero sea hace más atrayente aún. Teniendo en cuenta los activos y los bienes, el dinero se ha convertido en un activo revalorizado. Si cuando hay inflación el dinero pierde valor como activo, cuando hay deflación, el dinero es un valor refugio que además se revaloriza constantemente.

Puede llegar un momento en que el banco central baje los tipos de interés a cero, pero eso no anima a la gente a comprar activos, por lo que la inversión se estanca y no hay creación de empleo. Se llama Trampa de la liquidez: la demanda de dinero es infinitamente elástica al tipo de interés de los activos. Por muy rentables que sean, la gente no ve que les compense la incertidumbre de las posibles pérdidas.

En este momento es cuando los monetaristas divergen de los keynesianos: para aquellos, el BC siempre puede aumentar la oferta de dinero lo suficiente para que a la gente empiece a sobrarle y lo gaste. Para los keynesianos, "se puede llevar el caballo al abrevadero, pero no obligarle a beber". Es decir, por mucho dinero que el BC haya inyectado a la banca a cambio de activos (deuda pública y privada), es posible que el dinero se niegue ir al mercado a gastarlo. Entonces es cuando se debe acudir al gobierno para que "guíe el dinero hacia el gasto" (para que el caballo beba).

Pero nunca es una política fiscal que sustituye a la monetaria porque ésta sea ineficiente, se trata de crear la "mano que coja el dinero" y sea el primero que lo lleve al mercado para empiece a fluir.

Muchos poskeynesianos cayeron en el error de querer demostrar la superioridad de la política fiscal sobre la monetaria, y declarar ésta inútil, lo que iba en detrimento de la gran altura que demostró Keynes en temas monetarios. Como dijo Tobin (un keynesiano que aporto mucho a la teoría monetaria) y Minsky (para él Keynes era sobre todo un gran economista monetario), y Krugman, cuyas aportaciones más brillantes han sido a la teoría monetaria: Keynes nunca dijo que la política fiscal debía sustituir a la monetaria.

Propugnar una política fiscal sin apoyo monetario, como dicen algunos ahora ("ha llegado la hora de la política fiscal") es un error, porque la intrusión de mayor déficit público subirá los tipos se interés y el coste de la inversión privada, que se verá expulsada, cuando lo que debe hacerse es favorecerla al máximo.

Pero los fiscalistas seudo keynesianos dicen: ¿para qué más política monetaria, si con tipo de interés cero no ha habido recuperaciones de la inversión? Esto es un argumento falaz: el tipo de interés cero ha sido el monetario, que si acaso ha arrastrado a la baja al tipo de los bonos públicos, pero el tipo de interés privado, durante la trampa de la liquidez, ha sido mucho más alto y disuasorio.

En el gráfico, de Phill Pilkington, puede verse que el tipo de interés privado (en rojo) se mantiene insensible a la pauta del tipo oficial, e incluso durante lo,peor de la tormenta sube.

Si la política monetaria se declarara derrotada y no ayudara a financiar la política fiscal, ésta estaría en competencia por los préstamos, subiría el tipo de los bono públicos, lo que elevaría aún más el coste de la inversión privada. Y de lo que se trata es de que el gasto fiscal anime a la inversión privada, empezando por aumentar las rentas de los proveedores directos del sector público.

Larry Summers, un recalcitrante keynesiano, no rechaza la política mometaria, pero sí dice que sin una política que guíe en qué gastar el dinero, la política monetaria muy laxa puede generar burbujas especulativas, como sucedió en 2003-2007. Es dedir, para él la política fiscal evita ese riesgo, al guiar el dinero directamente a la inversión productiva, y si se logra animar a la inversión privada, el tipo de interés subirá y los riesgos de burbuja se alejarán. Pero se refiere, claro, a los tipos de interés privados, que deban subir porque mejoren las expectativas de benéficos futuros.

El derrumbe del keynesianismo anumó a proclamar la independencia del Bando Central, que a su vez debería centrarse en un objetivo único: la estabilidad de precios. "La estabilidad financiera cuidaría de sí misma" fue el mayor error del nuevo paradigma de los años setenta. La política fiscal debía ser de equilibrio a lo largo del ciclo: sólo los estabilizadores automáticos debían jugar un papel anticíclico.

La crisis trituró estas creencias.

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

El efecto desplazamiento es un mito.