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Serrano, Arriola y Rigol |
El caso es que que la noticia ha caído como una bomba en las filas del PP, y la imagen de Rajoy como un cobarde que no quiere ver ni oír hablar de la realidad, se ha hecho más nítida e incontrovertible. El avance de los secesionistas, pese a no contar, según sus propios datos, más que con un 30%, se debe a que Rajoy les deja convertir las derrotas en sonoras victorias propagandísticas. Desde luego que la guerra de la propaganda la han ganado los secesionistas, porque Rajoy ha creído que la pasividad le daría la razón; cuando no se trata de tener razón, sino de ganar una batalla decisiva en la que entran la mentira amplificada por la propaganda, la resonancia mediática en la mejor prensa del mundo, batalla que Rajoy ni siquiera ha sabido ver.
Lucía Méndez dice que Rajoy estuvo convencido hasta el 9-N de que Mas no se atrevería a violar la ley, y que cuando lo vio se encerró en su despacho anonadado y no quiso saber nada. Me recuerda la historia de Stalin, que nunca quiso creer que su amigo Hitler invadiría Rusia, ni cuando acumuló tres millones de hombres en la frontera. ¡Su antiguo aliado no podía hacerle eso! Pues se lo hizo, y al parecer Stalin estuvo grogui varias semanas, mientras las decisiones alemanas penetraban en Rusia sin encontrar resistencia. Al menos Stalin se rehizo después y ganó la guerra, cosa que dudo mucho que sea capaz de hacer Rajoy, que no parece haber recibido un shock, sino que ha nacido con él: un cobarde patológico.
Ahora, desde Australia, ha "osado" decir que va a ir a Cataluña a explicar por qué estarán mejor en España y Europa. No sí si cree de verdad que va a convencer a uno sólo de los secesionistas. Lo que tendría que decir a la mayoría de los Catalanes, que no son secesionistas, es que con la ley en la mano no se permitirá que les expulsen de España, que Cataluña es tanto más suya que de la minoría independentista y que se van a proteger sus derechos. En suma, tiene que convertir el mensaje del referéndum a su favor, porque le resultado ha sido en contra de los organizadores, e igual que ha sido un arma propagandista para ellos, debe darle la vuelta y decir que no consentirá que una minoría de un golpe de estado secesionista. Porque se trata de eso: un golpe de estado.
Es verdad que esa firmeza necesaria no abunda, ni en el gobierno, ni en su natural aliado en esta batalla, el PSOE, que sigue con la cantinela de hacer una Constitución a la carta, federal, como si lo que tenemos no fuera ya una jaula de grillos. No sólo eso, sino que hoy el Mundo dedica su Editorial a alabar la idea. De lo que colijo que hay un grupo de presión cercano a, o dentro de, el PP, al que le gustaría redondear la jugada del buenismo y de la cesión con el PSOE. Me temo que estas voces son ampliamente superiores a las aliadas con la firmeza.
No vaticino nada bueno a esa operación ni cualquier otra que se base en ceder a los lloriqueo y la propaganda de Cataluña. Los gobiernos españoles desde Aznar sólo han creído en ceder, ceder, y por eso mismo estamos aquí: al borde de una secesión real nada pacífica y de consecuencias desastrosas para todos.
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