Aquí, la noticia: biólogos, alucinan al descubrir leones marinos intentando "copular" (léase, dar por retambufa) a pingüinos. La noticia es riquísima en matices que nos muestran la ridiculez del mundo de hoy, en el que los biólogos se sorprenden de que un macho de una especie intente DPC (dar por culo) a cualquiera que pasaba por ahí.
Ya la palabra "copular" denota una ñoñez digna de de un ser, por muy biólogo que sea, que ha sido criado en una burbuja de buenismo en la que le han enseñado que todo ser vivo es bueno, pues la naturaleza es por definición buenísima, cuando en realidad es un diosa ciega que no entiende del bien y el mal. Ah! Y la naturaleza no tiene intención constructiva: no quiere "copular" para dar a luz a otro ser. Quiere follar por que tiene ganas.
Yo me crié en un sociedad en transición del campo a la urbe. Mis padres nunca tuvieron posesiones ni fincas, pero no perdían la ocasión de llevarme al campo, que entonces se creía que criaba a los niños sanos y robustos. Era otra época, y la naturaleza no era una diosa. Era una creación de Dios al servicio del hombre. El hombre, durante milenios y milenios, la había explotado con ingenio para obtener el sustento. Se tenía una reverencia al agricultor, que era el hombre que se deslomaba de sol a sol para que comiéramos.
Para el que entonces era un paleto de pueblo, lo que ocurría a su alrededor era normal, puesto que lo veía todos los días. Si veía a un perro salido intentar follarse una gallina, era normal, como era normal que el tío Ceferino se le cruzaran los cables (entonces no se devía así) y se follara a la cabra del del tío Rigoberto, lo cual no le hacía ni puta gracia a Rigo, pues era muy celoso de sí cabra, y hubiera preferido que Cefe se tirara a su mujer, lo que de paso le hubiera dado la excusa para descargarle dos salvas en sus partes; las de los dos, que estaba hasta los huevos de ambos.
Yo he visto ese mundo no sé muy bien por qué, pues desapareció rápidamente; el caso es que mis padres me dejaban con unos parientes de pueblo, y vi maravillas que ya no son asequibles. Por ejemplo, al cabrero, como era domingo, almorzarse un cabrito que estaba riquísimo, que juzgó y sacrificó en un pis pas, que ya le diría al dueño que fue el lobo el que se lo zampó. Y tenía un amigo en esa familia que se metía gallinas en los pantalones, y cuando se le ponía dura la gallina cacareaba alborozada; y a otro amigo al que llamaban maricón (en desuso) porque prefería hacérselo con los melones. El macho de verdad se subía a un taburete y le daba por saco a la vaca.
El pobre cura del pueblo no miraba mucho de cerca, que él si tenía suerte se encargaba de darle felicidad a una moza descarriada.
Y ¿quién no ha visto al perro de casa intentar perforar la pierna de una visita?
Shopenhauer tenía razón: el mundo es Voluntad, y donde reside esa voluntad ciclópea, enorme, y arrasadora, es en el sexo. La voluntad es un ente metafísico, pero que simboliza las ganas incesantes del mundo de darnos por saco unos a otros (aquí quizás me he pasado al cabezón de Nietsze). A veces da la casualidad que el que da y el dado rozan ambos.
Por eso, decía Shopenhauer, existes las religiones, que son mitologías, narraciones, que hacen comprender a la gente mejor que la ciencia y la lógica lo que hay en las equinas del mundo. Y permiten hacerse una teoría más o menos cierta del mundo, lo que era muy útil del punto de vista social. Para Shopenhauer fue un genio san Agustín, por la idea del pecado original, que permitía explicar que el hombre es malo por naturaleza, y que necesita una auroridad espiritual y otra civil. Llegó a peguntarse si era posible una sociedad desarrollada y ordenada si no fuera por Agustín, al que consideraba el fundador de Occidente).
Sin embargo, para san Agustín, la autoridad terrenal no era problema de la Iglesia, que debería obedecerla, cosa que no ha hecho así desde que Constantino el Grande le dio las llaves del Reino en la Tierra.
Para Agustín, como para Shopenhauer, el pecado original se centraba en el sexo. Es más se transmitía de padres a hijos a través del sexo... Lo que no deja de tener un aire protocientífico.
El caso es que los biologos de hoy son gilipollas. Se asombran por cosas que vienen ocurriendo desde que hubo un ser vivo en la tierra con ganas de triqui-traca (no confundir con la mariconería del tiqui-taca).
A menos que esta historia ridícula no sea un montaje de periodistas, que están más rallados todavía.
Ya la palabra "copular" denota una ñoñez digna de de un ser, por muy biólogo que sea, que ha sido criado en una burbuja de buenismo en la que le han enseñado que todo ser vivo es bueno, pues la naturaleza es por definición buenísima, cuando en realidad es un diosa ciega que no entiende del bien y el mal. Ah! Y la naturaleza no tiene intención constructiva: no quiere "copular" para dar a luz a otro ser. Quiere follar por que tiene ganas.
Yo me crié en un sociedad en transición del campo a la urbe. Mis padres nunca tuvieron posesiones ni fincas, pero no perdían la ocasión de llevarme al campo, que entonces se creía que criaba a los niños sanos y robustos. Era otra época, y la naturaleza no era una diosa. Era una creación de Dios al servicio del hombre. El hombre, durante milenios y milenios, la había explotado con ingenio para obtener el sustento. Se tenía una reverencia al agricultor, que era el hombre que se deslomaba de sol a sol para que comiéramos.
Para el que entonces era un paleto de pueblo, lo que ocurría a su alrededor era normal, puesto que lo veía todos los días. Si veía a un perro salido intentar follarse una gallina, era normal, como era normal que el tío Ceferino se le cruzaran los cables (entonces no se devía así) y se follara a la cabra del del tío Rigoberto, lo cual no le hacía ni puta gracia a Rigo, pues era muy celoso de sí cabra, y hubiera preferido que Cefe se tirara a su mujer, lo que de paso le hubiera dado la excusa para descargarle dos salvas en sus partes; las de los dos, que estaba hasta los huevos de ambos.
Yo he visto ese mundo no sé muy bien por qué, pues desapareció rápidamente; el caso es que mis padres me dejaban con unos parientes de pueblo, y vi maravillas que ya no son asequibles. Por ejemplo, al cabrero, como era domingo, almorzarse un cabrito que estaba riquísimo, que juzgó y sacrificó en un pis pas, que ya le diría al dueño que fue el lobo el que se lo zampó. Y tenía un amigo en esa familia que se metía gallinas en los pantalones, y cuando se le ponía dura la gallina cacareaba alborozada; y a otro amigo al que llamaban maricón (en desuso) porque prefería hacérselo con los melones. El macho de verdad se subía a un taburete y le daba por saco a la vaca.
El pobre cura del pueblo no miraba mucho de cerca, que él si tenía suerte se encargaba de darle felicidad a una moza descarriada.
Y ¿quién no ha visto al perro de casa intentar perforar la pierna de una visita?
Shopenhauer tenía razón: el mundo es Voluntad, y donde reside esa voluntad ciclópea, enorme, y arrasadora, es en el sexo. La voluntad es un ente metafísico, pero que simboliza las ganas incesantes del mundo de darnos por saco unos a otros (aquí quizás me he pasado al cabezón de Nietsze). A veces da la casualidad que el que da y el dado rozan ambos.
Por eso, decía Shopenhauer, existes las religiones, que son mitologías, narraciones, que hacen comprender a la gente mejor que la ciencia y la lógica lo que hay en las equinas del mundo. Y permiten hacerse una teoría más o menos cierta del mundo, lo que era muy útil del punto de vista social. Para Shopenhauer fue un genio san Agustín, por la idea del pecado original, que permitía explicar que el hombre es malo por naturaleza, y que necesita una auroridad espiritual y otra civil. Llegó a peguntarse si era posible una sociedad desarrollada y ordenada si no fuera por Agustín, al que consideraba el fundador de Occidente).
Sin embargo, para san Agustín, la autoridad terrenal no era problema de la Iglesia, que debería obedecerla, cosa que no ha hecho así desde que Constantino el Grande le dio las llaves del Reino en la Tierra.
Para Agustín, como para Shopenhauer, el pecado original se centraba en el sexo. Es más se transmitía de padres a hijos a través del sexo... Lo que no deja de tener un aire protocientífico.
El caso es que los biologos de hoy son gilipollas. Se asombran por cosas que vienen ocurriendo desde que hubo un ser vivo en la tierra con ganas de triqui-traca (no confundir con la mariconería del tiqui-taca).
A menos que esta historia ridícula no sea un montaje de periodistas, que están más rallados todavía.
1 comentario:
Hablando de estupideces:
http://www.libertaddigital.com/opinion/daniel-rodriguez-herrera/el-feminismo-no-es-igualdad-es-odio-74055/
¡Que cerca estamos de la tiranía! Si este científico encima se hubiese declarado escéptico acerca del "man made global warming" de los cojones, por muy genio de la ciencia que fuese, millones de "indignados" estarían exigiendo que lo pusieran a fregar los suelos de su universidad, como escarmiento público. La imagen de este buen hombre, probablemente temiéndose el fin de su carrera, vestido con una sudadera negra (solo le faltaba arrojarse cenizas sobre la cabeza, o algo así), disculpándose ante sus inquisidores por su horrible falta me hizo pensar en Galileo, que tuvo que hacer también acto de contricción para salvar el pellejo. A esto hemos llegado, o hemos vuelto.
Respondiendo a la pregunta que encabeza tu siguiente post: no hice nada porque tenía miedo de un montón de idiotas babosos organizados por unos mierdas. Por ejemplo:
http://youtu.be/OQ7nSDWJ5s0
¿Reconoces a los idiotas babosos y al mierda de turno?
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