"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Unamuno, Ortega y Europa. El camino hacia el yugo

«chapúcese en su cristianismo originario español, por ilógico y caótico que sea, y lávese en él de toda filosofía saducea». (Unamuno a Ortega)
Ortega, cuando regresó por segunda vez de Alemania, se hizo fervientemente alemanista. Pretendía europeizar España imitando lo mejor de los alemanes, que era la industriosidad y el orden... Y su filosofía, la única. La perentoriedad de Ortega por cambiar España y los españoles a algo que él y sólo él había visto en Alemania, representa la primera batalla en España entre europeísmo y casticismo. Veremos que estas etiquetas no se correspondían con la realidad reconocible.

No sé si les suena esto a uds, como a mí, a un precedente del papanatismo alemanista tan extendido hoy entre nos otros. Para Ortega Europa era sobre todo Alemania, porque Francia era "decadencia" (Gran Bretaña no existía para él). Alemania era el líder mundial en muchas cosas, pero ya se estaba preparando una marcha militarista hacia la primera Gran Guerra, algo que Ortega no supo ver cuano apenas faltaban dos años (miraba la realidad a través de la filosofía alemana, y no supo ver la carrera armamentistica cuando vivía allí...

De la "malas vibraciones" entre Unamuno y Ortega (como las llama Jordi Gracia, en su libro "José Ortega y Gasset", de quién cito algunos párrafos) son conscientes todas las figuras de la época, sobre todo los que como Pérez de Ayala, han sufrido los pedantescos desaires de joven "airado".

Ortega no se cortaba un pelo en lanzar dardos contra los más sagrado. Desprecia nada menos que a Bergson, al que tacha de "Demi-mondain", y dice del mejor poeta de Francia: la «poesía decadente» de Verlaine, que no aspira a crear sustancias, sino a expresar matices de lo real, como hace el impresionismo en pintura. De Unamuno, simplemente hay que combatirle, porque; ... precisamente tiene «alguna influencia en nuestro público»... Cuando regresa a España pasando por París lanza la siguiente boutade:


"Justo en el camino de vuelta, de Alemania a España, en diciembre de 1911, Ortega ha hecho escala en esa «leyenda desteñida», París...
..."Fue entonces cuando siguieron las desavenencias entre Ortega y Unamuno, cada vez más irritado por la pedantería con la que se expresaba el joven Ortega... Incluso le acusa en septiembre de 1911 de ingratitud e inconsecuencia hacia el saber verdadero, que es alemán («la única cultura esencial que hoy existe»),
"Unamuno ha decidido no leer más a esos jóvenes pedantes que atraen una audiencia creciente. Ortega ha debido de recibir en Marburgo, o quizá ya en Madrid, el ejemplar que Unamuno le dedica del Rosario de sonetos líricos . En él va una nota que todavía está en ese ejemplar, hoy en la biblioteca de la Fundación: ya sabe que no le gusta su poesía, pero «tengo la flaqueza de creer que o soy poeta o no soy nada».
"Aunque Unamuno sigue firme, es decir, «sigo lo mismo, atendiendo día a día a mi deber civil y profesional y odiando cada día más a los bárbaros, envilecidos como están por la sed de oro. Por ahora basta». Unamuno está completamente al tanto de la inmersión alemana de Ortega, aunque aborrece «la estética tudesca» porque no es tal (sí tudesca, pero no estética), y le anima a protegerse por la vía castiza y unamuniana del imperativo: «chapúcese en su cristianismo originario español, por ilógico y caótico que sea, y lávese en él de toda filosofía saducea». Lo cual solo pudo reafirmar en sus trece a Ortega, por mucho que Unamuno acceda a leer a Cohen (con resultados catastróficos: Cohen es un «saduceo que me deja helado», Epistolario completo, O- U, 102 y 111).
"Los testimonios del respeto que concita Ortega son a estas alturas, en torno a 1912, numerosísimos, abrumadores, rendidos. Pérez de Ayala lo asalta a preguntas sobre si debe ser o no «seriamente novelista» ese mismo 1912, con La pata de la raposa ya publicada y mientras escribe Troteras y danzaderas . Él es dócil «en escuchar juicios ajenos y Vd. muy fresco en formularlos», aunque Pérez de Ayala ha de reclamarle alguna vez que sea «no digo más claro sino más sincero». Perdona mal que sea perezoso o escurridizo, y hace dos meses que le ha mandado la novela La pata de la raposa y en julio de 1912 todavía no sabe nada, aunque sí sabe que ha llamado a su estilo «latinizante y titiritero»."
Valgan estas divertidas puyas y réplicas para saborear lo que ya entonces, en 1912, a la puertas de la Gran Guerra, era el alborear de esa subterránea división de España entre "europeístas" y "casticistas", aunque ni Unamuno era anti europeo ni Ortega era sino un brioso doncel sin mucho tino con sus dardos. Pero los matices, desgraciadamente, no pasan el cedazo de la opinión pública. Unamuno era sencillamente más anglosajón que germanista, y Ortega era el heraldo de una vieja filosofía que los Bertram Russell & cía, habían superado sin que el joven pisaverde se hubiera enterado. Menos mal que después vendría su mejor obra.


El caso es que esa división de los españoles, que comenzó más de un siglo antes, cristalizó entonces en esas dos etiquetas, y en la Guerra que vino, los liberales-progresistas se alinearon con Francia y Gran Bretaña, y los otros, empezando por el rey Alfonso XIII, con Alemania (mientras que la reina, como nieta de la reina Victoria, siguió siendo anglófila).

Décadas después murió Franco, advino la Transición, y entonces triunfó sin apenas resistencia el europeísmo como etiqueta abarcadora de lo moderno, democrático, y rico. No importaba que la democracia fuera sólo de larga raigambre en Inglaterra y Francia, y que Alemania tuviera un tenebroso pasado: Europa fue la palabra clave que nos mostraba el camino para huir de nosotros mismos. Porque de eso se trataba: tirar el viejo traje raído y comprarse uno nuevo de corte Europeo. Pero no europeo general, sino Continental. (¡Ni siquiera El "Corte Inglés" fue capaz de moldular es sesgo!). Ha de decirse que entonces "Europa" quería decir tanto Francia como Alemania, pero como eran de Alemania de donde venían los generosos marcos que sufragaban la mayor parte de la Transición (sobre todo del PSOE), la idea de Europa se fue condensando poco a poco en Alemania. Cuando se introdujo el euro, y además ocurrió el milagro de que España fuera admitida en club tan selecto, la primacía de Alemania fue aplastante.

Y así, a través de los años y de los conflictos, bendecidos por la ideas de unos otros, nos uncimos al yugo de Alemania, en compañía de una Francia también subyugada, y una Italia completamente hundida. Enhorabuena a los europeístas de antaño y hogaño, que no han sabido discernir la paja en el ojo ajeno pese a ver una enorme viga en el propio. Ahora somos tributarios de una cultura de dudoso origen bárbaro, que no es democrática, y que no siquiera tiene una Idea acertada de como se gestiona la economía.

1 comentario:

Miguel E. dijo...

Nota curiosa pero muy importante:

-La Constitución de Cánovas de 1876 copió el modelo liberal anglosajón (o lo intentó) y trajo el mayor período de prosperidad y paz de la Historia de España (si bien es cierto que mediante el turnismo político, etc.). Restauración: 1874-1931 (¡57 años!). Ojo, y lo admito yo, que soy republicano (pero conservador).
-La Consitución actual (1978) se inspiró en su práctica totalidad en la Constitución alemana (de donde toma el Estado SOCIAL, además de democrático y de Derecho). Un simple ejemplo; la negociación colectiva en el ámbito laboral viene de Italia, pero es un modelo puramente alemán (el famoso "cooperativismo" Estado-empresa-trabajadores; ¿os suena de algo?; ¡exacto!; el modelo "tripartito" español).

Ahora ya sé el por qué del "germanismo" de nuestra Constitución; ¡los marcos que financiaban al PSOE! ¡Qué calladito te lo tenías, difunto Peces-Barba!