"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 28 de febrero de 2015

Breve historia del dinero y la banca

El dinero es lo que usamos para comprar cosas, y también lo que percibimos cuando vendemos cosas. Por ejemplo, nuestro trabajo es pagado mediante una cantidad de dinero al mes. Cuando vamos al mercado usamos ese dinero que nos han pagado como salario.

¿Por qué usamos un dinero y no otro? Usamos el dinero de curso legal porque sabemos que con él podemos pagar nuestros impuestos, y con cualquier otro "dinero" no podemos. Por ejemplo, no podemos pagar nuestro dinero con dólares. Si tenemos el extraño capricho de conservar dólares, al pagar nuestros impuestos tendremos que cambiar esos dólares por euros, lo que implica un riesgo de capital (el dólar podría devaluarse con el euro). Lo mismo pasaría si nos diera por tener oro. Tarde o temprano, tendríamos que vender parte del oro por euros, para pagar los impuestos, lo que conlleva un riesgo de capital (devaluación del oro).pe lo tanto, siempre tenderemos a conservar parte de nuestro patrimonio en dinero líquido de curso legal. (Esta teoría del dinero no refuta para nada la teoría habitual del dinero como medio de cambio, unidad de cuenta, u depósito de valor. Lo que si refuta es la teoría austriaca del dinero bancario en competencia.)

Cuando el oro era de curso legal, y por ende se podían pagar los impuestos con oro, la gente no tenía inconveniente en atesorar oro. Bueno sí, había un inconveniente: que el oro no era siempre asequible: no había garantía alguna que el oro fluyera con las misma velocidad que las transacciones.

Además, la moneda de pleno contenido en oro era engorrosa, y encarecía el coste unitario de las transacciones, por lo que siempre existió la tentación de emitir certificados de oro, más manejables y menos "robables". Un certificado era un papel que decía "debo a fulano" (lo que llaman en EEUU un IOU: I owe you, un pagaré) tantos gramos de oro por ese papel, o más cómodo aún, "debo al portador" tanros gramos de oro. Así el dinero se convirtió en algo más transportable y manejable. El oro se quedaba en cada o en la casa de depósitos, mientras el certificado circulaba.

Como se sabe, los depositarios descubrieron que los dueños del oro no retiraban todos la la vez su oro, por lo que pudieron abaratar aún más el dinero extendiendo certificados por un múltiplo del oro que retenían en caja. Además había negocio, pues podían cobrar un tipo de interés por los certificados que emitían. Incluso podían pagar un tipos de interés a los que depositaban el oro, compitiendo así con otras casas, y ganado el margen entre interés pagado y cobrado. En poco tiempo algunos certificados fueron admitidos como garantía suficiente para dar préstamos, lo que aumentaba la elasticidad del oro que se quedaba en las cajas.

Esto pasaba y se desarrollaba al final de la Edad Media y y el comienzo del Renacimiento. Así nació la banca. Un comerciante pedía un préstamo a su banco, quién le extendía unos certificados/oro a cambio de un tipos de interés, que dependía de la fiabilidad del cliente (quién, por supuesto, tenía su oro depositado en esa casa). El cliente, a su vez, usaba el siendo prestado para hacer un negocio lucrativo, tan lucrativo o más que el préstamo, aunque con un riesgo de pérdida. En todo caso, se suponía que él tenía reservas suficientes para, en caso de quebrar, devolver el préstamo. El uso de certificados aumentaba la velocidad de circulación del dinero, que es lo mismo que un aumento del dinero.

No había banco central. El papel de garantía última lo jugaba el oro. Esto tenía enojosas consecuencias. El oro era un producto más, cuya producción no crecía al mismo ritmo que las transacciones. Cuando se descubría una nueva mina, su precio bajaba, y la economía crecía, incluso había inflación. Pero cuando la extracción de oro disminuía, su precio subía, lo que le había una inversión interesante, u desaparecía de la circulación. La economía se contaría y había deflación. En otros palabras, la economía dependía demasiado del precio de un bien. Ese bien tenía características casi idóneas para hacer el papel de dinero, pero adolecía de ciertas deficiencias graves. Cualquier contratiempo inesperado, llevaba a la gente a temer por el futuro y aguardar oro, lo que hundía la demanda y los precios en los mercados.

Una mala cosecha de trigo, vicisitud corriente entonces, no sólo traumatizaban a los cultivadores de trigo, sino a toda la economía por el temor que podía generarse. Fácilmente podría llevar a una crisis bancaria sistémica, simplemente por dispararse la demanda de oro. Los bancos podían quedarse sin depósitos y quebrar.

Añadiría, además, que el dinero metálico fue un aliado de la teoría mercantilista (que destruyó Adam Smith) que la riqueza de una nación se cifraba el el oro poseído (por el rey, naturalmente).

Desde el momento que una economía es monetaria-bancaria, existe el riesgo de crisis sistémica. Monetaria-bancaria quiere decir crediticia. Hay bancos, o casas de depósitos, que prestan dinero en función de la fiabilidad del cliente y la rentabilidad. Desde eso momento, existe el riesgo sistémico: que un evento inesperado lleve a desear retirar el oro del banco, y la quiebra en cadena del sistema.

Si no hay crédito, no hay tal riesgo. Si los bancos sólo emitieran certificados por el oro depositado, y sólo admitirán depósitos en oro (no certificados de otros bancos) no habría riesgo sistémico. Pero entonces los bancos serían custodios, y tendrían que cobrar por custodiar el oro. No podrían dar créditos, por lo que un negocio potencial a largo plazo sólo podrá financiarse mediante la usura.

Porque la ventaja de los créditos bancario es que acabaron con el usurero. Al operar al por mayor y con un múltiplo de sus depósitos, podían cobrar un interés mucho menor que el usurero.

Además, un banco permite algo más importante: conceder crédito con garantía a un empresario desconocido. Una gran empresa de renombre no necesira al banco para financiar su inversión. Le basta con emitir bonos, es decir, saltarse la intermediación del banco y llegar al bolsillo del ahorrador directamente. Un empresario novel no puede hacer eso. Un empresario pequeño o novel siempre necesita al banco para financiar no sólo el circulante, sino cualquier proyecto de expansión.

El dinero dejo de estar ligado al oro en 1971, cuando EEUU tuvo que suspender su conversión en oro de los dólares que circulaban por el mundo. En realidad, el dinero había dejado de ser un certificado de oro en la práctica, aunque se mantenía la ficción de que así era. Ese dinero se estableció en los acuerdos de Bretton Woods, al final de la Segunda Guerra Mundial.

El anterior intento de mantenerlo ligado al oro fue después de la Primera Gran Guerra, y fue la causa principal de la Gran Depresión.

Desde 1971, el dinero dejó de estar relacionado con una cantidad de oro. El dinero, hoy, es lo que el gobierno dice que es dinero. El gobierno tiene el monopolio de emisión del dinero, pues el Banco Central le pertenece. Ese monopolio le produce una renta: la renta de señoreaje, que es el beneficio anual del Banco Central que va al Tesoro.

Ese beneficio sale del margen de interés al que compra el dinero y lo presta el BC. El BC presta a los bancos al tipos de interés oficial, pero al él no le cuesta nada producirlo. El BC es una entidad excepcional: produce dinero al coste material de emitirlo, que es nimio. Si hay magia en el mundo, es desde luego el dinero actual.

Supongamos que el interés interbancario (verdadero mercado del dinero) está al 3%, que, por supuesto, está fijado por el BC. Pues el diferencial entre el 3% y el 0% es el benéfico neto de BC, que va a beneficios, y da ahí al Tesoro, por ser el único (o el principal) accionista. Además, del monopolio de emisión, el gobierno tiene el monopolio de cobrar los impuestos en su dinero, el del BC. La gente no suelo pensarlo, pero si retienen dinero líquido en casa o el banco, es porque le conviene: está seguro que todo el mundo se lo aceptará como pago, porque todo el mundo ha de pagar impuestos en dinero de curso legal.

Si no existiera un sólo dinero legal, dicen los economistas de la escuela austriaca, el gobierno no podría abusar de su monopolio, y habría cero riesgo de inflación. Desde luego habría riesgos de deflación, como demuestran los periodos de banca libre, o de patrón oro, pero la deflación no es un problema significativo para esa escuela.

El BC, pues, no tiene límite de emisión de dinero, pero tiene un mandato, que es mantener a largo plazo el valor adquisitivo de lo que emite. Todos los bancos centrales del mundo tiene fijado un objetivo de estabilidad de mantener una inflación estable del 2% (aprox). Hoy en día ningún BC está cumpliendo ese mandato por defecto, es decir, porque la inflación en los principales países está muy por debajo del 2%. En España está en menos -1,1%. Lo cual quiere decir que un billete de un euro vale más hoy que hace un año.Exactamente vale 1,011 euros del año pasado. No parece mucho, pero significa un 1,1% anual de rentabilidad real. ¿Por qué gastarlo, o mejor, por qué prestarlo, si teniéndolo en casa me produce dinero? Dinero produciendo dinero, lo nunca visto.

Con inflación cero, o menos que cero, sé que mi renta anual (laboral o del estado) va ser igual el año que viene, en el mejor de los casos: puede que baje, o se reducía a nada. Sé además que seguramente los impuestos subirán, aunque el gobierno anuncie que los va a bajar (no hay más que ver la deuda como sube). Y sé que si la deflación sigue, el dinero valdrá cada año más. En cambio, no sé cuanto va a valer bono del estado (que además no rentan casi nada) por lo que prefiero mantener el dinero hasta que tenga que pagar los impuestos o gastármelo en cosas que habrán bajado de precio. Es tendencia es más aguda cuanto más intensa sea la deflación.

Habrá una tendencia, pues, a retener el dinero, lo que se llama una creciente elasticidad del dinero al tipo de interés, hasta que se hace infinitamente elástica, lo que también se llama Trampa de la Liquidez: el Banco Central no puede bajar el tipo de interés hasta su nivel llamado "natural", que es el que incentivaría la inversión y el empleo. El banco central puede llevar el interés al cero %, pero es insuficiente si la deflación es del 2%. Eso supone un tipo de interés real mínimo del 2%. Si hablamos del tipo de interés cobrado a las empresas o al consumo, hay que sumar al tipo nominal la tasa de deflación. En España,si el tipo de interés a la empresa es del 4%, la deflación del 1.1% lo eleva al 5,1% real. Lo que sé es que mi renta real o mis beneficios no va a aumentar un 5,1% en un año.

Hay por lo tanto un problema de expectativas, que son la palanca que mueve todo en economía: si el tipo de interés correspondiente al consumo o la inversión está por encima del aumento de la renta o del beneficio, la gente se abstendrá de consumir e invertir. Hay una echa entre los ahorradores y los inversores que sólo Keynes se dignó resaltar. En Derpession, los ahorradores quieran más rentabilidad, mientras que los inversores necesitan un tipo de interés menor que su expectativa de ganancia.

Según Keynes, no sirve de nada que el BC emita dinero al cero % si las expectativas de ganancia de los inversores está por debajo del tipo de interés real. Es más efectivo movilizar esas expectativas mediante el aumento de la demanda de bienes del gobierno. Si el gobierno anuncia que mientras el tipo de interés sea tan bajo y la inflación cero, va a endeudarse para hacer inversiones públicas, eso mejorará las expectativas de venta y beneficios empresariales. Keynes no proponía un endeudamiento continuo, sino sólo hasta que la economía arrancara, tras lo cual los ingresos fiscales aumentarían y se podría reducir al deuda.

Por lo tanto, lo que distingue a Keynes de los demás es que no confía en que el aumento de dinero por el BC sea suficiente. Es necesario que ese dinero sea dirigido por alguien hacia el gasto, y ese alguien sólo pide ser el gobierno, pues el sector privado no quiere gastar.

Lo malo es que los políticos gestionan muy mal, y si están dispuestos a gastar, no lo están tanto a dejar de gastar cuando toca. Aunque decir esto no es un aval a la teoría de los liberales, de que el sector privado gestiona muy bien por la cuenta que le trae. K

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