"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 16 de abril de 2015

Un breve cuento de hadas

En 1985, Gregory Mankiw decía,
"This note shows that sticky prices can be both privately efficient and socially inefficient. The business cycle results from the suboptimal adjustment of prices in response to a demand shock. To the extent that policy can stabilize aggregate demand, it can mitigate the social loss due to this suboptimal adjustment."
Fue uno de los primeros brotes de una mini revolución (como dice Noah Smith): la que se vino a llamar neokeynesianismo -aunque poco tenía que ver con Keynes-. Pero al menos sustituyó la teroria clásica de Lucas, fundada en que los precios son el mecanismo de ajuste de las fluctuaciones cíclicas.

Como cuenta Noah, Lucas despreció esa nueva teoría de la rigidez de pRecios como causa de las fluctuaciones cíclicas,
 
The economic establishment reacted harshly to the upstarts. "Why do I have to read this?" fumed Robert Lucas, the dean of macroeconomics. "This paper contributes nothing." He went on to accuse the sticky-pricers of being opposed to science and progress.
Pero no pudo impedir un corrimiento general hacia los modelos con rigideces de precios y salarios, que fue una salutifera aportación de realismo a la teoría económica -aunque insuficiente, como se demostró en 2008. Insuficiente, porque dejaba fuera los movimientos sísmicos de las finanzas, que no quedaban explicados por rigideces de precios en el mundo real.


Fue, efectivamente, un avance, pero un avance pequeñito. Es más, su aparente buen funcionamiento durante la década prodigiosa de 1990, ocultó lo que estaba pasando en la trastienda financiera. Aparentemente, los bancos centrales se encargaban de estabilizar los ciclos, subiendo y bajando los tipos de interés cuando la inflación despuntaba o bajaba demasiado. Precisamente la inflación del 2% máximo permitía un margen para la lentitud con que los agentes ajustaban sus pecios y salarios. Esa pequeña ayuda del BC no contradecía, por otra parte, que los mercados funcionan con eficiencia, aunque no con la suavidad que imaginaban los Lucasianos.
 
Así que la nueva aportación de los Neokeynesianos borró del paronama a Keynes y su modelo eminentemente de desequilibrio y su mejor disciplio, Minsky. Por eso no se vio venir el estallido de la burbuja: el nivel alcanzado de crédito inmobiliario o de deuda de lao hipotecados no era relevante; además, era peligroso que el BC intentara pinchar una burbuja, porque no son fácilmente identificables, y sobre todo porque -Greenspan dixit- los consecuencias podrían ser catastróficas. Mejor que la burbuja se redujera por sí misma o estallara, que el BC se encargaría de suavizar los efectos colaterales con bajadas de del tipo de interés.
 
(Entonces no se hablaba como ahora de la regulación y la política macroprudential para impedir las burbujas. Ahora se habla, pero no se hace nada.)
 
Todo eso se ha venido abajo. Como diría Krugman, la crisis ha venido a restablecer en su pedestal a Keynes, en el sentido último de éste: que no hay un equilibrio que esté al alcance de la política monetaria. El tipo de interés natural de pleno empleo puede desplazarse, si los mercados se hunden, a zonas por debajo de cero a las que el BC no puede llegar, especialmente si él ha llegado a un interés del cero%.
 
Como señala Summers, si el objetivo del Banco Central es un inflación del 2%, los tipos de interés al cero% (como está El bono alemán ahora), determinan un tipo de interés real del -2%, que, aun así, no sea suficiente para recuperar la inversión. (Eso suponiendo que el BCE cumpla su objetivo de inflación, lo que no es ni mucho menos el caso del BCE.)
 
Además, el BC tiene un limite claro para forzar los tipos a zona negativa, mientras exista el dinero físico. Éste tiene un rendimiento cero, por lo que si el BC fuerza el tipo interbancario más allá del coste de gestionar dinero físico, la demanda de este se haría ilimitada.
 
En resumen, es de temer que el modelo neokeynesiano con rigideces ha sido un bonito cuento de hadas que tuvo aparentemente poder explicativo, hasta que el hada bruja y mala se hizo con el poder.
 
Me quedo aquí, pero hay un bonito debate entre Frances Coppola , Wolfgang Munchau, Roger Farmer , Brad DeLong , Tony Yates y Krugman sobre la insuficiencia de los modelos académicos actuales. Creo que Krugman tiene razón: es inútil buscar modelizar una economía discontinua, no lineal, pues lleva a resultados absurdos. Para él el modelo IS-LM (que sigue considerando keynesiano, pese a las críticas) es el único que ha sido capaz de predecir correctamente lo que ha pasado desde 2008.

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