"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 10 de mayo de 2015

¿En qué nos parecemos a la Pérfida Albión?

En España, hay una obsesión en ciertas esferas por reducir diferencias entre nosotros y los británicos. No sé de dónde viene, pero yo la palpé en mi trabajo. Recibí varias veces el encargo de demostrar como fuera que la crisis inmobiliaria era igual que la británica, que la economía inglesa tenía más similitudes que diferencias con la nuestra. Un trabajo de encaje de bolillos.

Me he acordado porque Soraya Sáenz de Santamaría se esta aprovechando de las elecciones inglesas para sacar pecho. De nuevo se está intentando reducir los abismos que nos separan en un juego de cada de muñecas. Ya dije ayer que eso me parecía una falacia descomunal, según los datos económicos comparados.
 
La verdad es que no hacia falta, porque hay que estar grillao para pretender una afinidad siquiera remota entre ellos y nosotros. Empezando por lo más próximo: que se sepa, Cameron no tiene esqueletos en el armario. Allí se dedican a la política porque les gusta, porque son patriotas, y si meten la mano en la caja dimiten, por si no lo hacen, los desfenestran. Es decir, en cuanto a honestidad y transparencia, nos distancia un largo trecho. No hay mas que ver la ristra de dimisiones de los politicos que han perdido.
 
¿Se deberá eso a que Gran Bretaña es la primera democracia parlamentaria de la historia? Aquí las comparaciones con las cortes españolas de la Edad Media y el Renacimiento son ridículas, porque la evolución de un Parlamento que fue conquistando poderes a la corona en un proceso que duró siglos, hasta que se llego a la Revolución Gloriosa (Gloriosa porque fue pacífica), un pacto entre el parlamento y la Corona definitivo, nada menos que en 1688, no tiene nada que ver con nuestro absolutismo, frente al que fracasaron las Cortes de Cádiz de 1812, ¿quizás porque no representaban a nadie?
 
El parlamentarismo español cuajó en la Restauración de Cánovas de 1876, que, indudablemente, tuvo mucho mérito -Cerró la vergonzosa tragedia de la primera República, y acabó con las guerras carlistas -. Fue un parlamentario a imitación del británico, el modelo que intentaron seguir todos los paises continentales, con mala o muy mala fortuna. La peor imitación fue la Revolución Francesa, que dio lugar a 25 años de convulsiones hasta que en 1815 Napoleón fue derrotado en Waterloo. La revolución francesa desestabilizó a toda Europa, que intentó volver al orden de nuevo imitando el sistema británico, pero sin estridencias. El resultado fue unas monarquías parlamentarias bicamerales, mas p menso representativas y mas o menos dependientes de la corona.
 
Eso fue lo que intentaron establecer en España las fuerzas que vinieron a salvar a Fernando VII, en 1823, pero la vileza y felonía de este personaje lo impidieron. Así que hubo esperar a que en 1876 Cánovas lo consiguiera. Con todo, el intento de Cánovas fue, como decía Ortega, una "fantasmagoría", una representación teatral de fantasmas con poco arraigo en la población. Aunque habría que matizar: se consiguieron cosas, como libertad de prensa, cierto progreso, y casi 30 años de estabilidad.
 
En todo caso, nada que ver con el arraigo del sistema británico, que había tomado ya una fuerza que le había hecho el Imperio mas grande del mundo. El parlamentarismo británico lleva nada menos que 340 años de rodamiento ininterrumpido, mientras que nosotros, los imitadores continentales, no hemos podido evitar intercepciones reiteradas, y no sólo España - en eso no debemos tener complejo.
 
A lo mejor estamos a punto de parecernos, y mucho, a la Pérfida Albión, gracia a la cuestión con Escocia, tan familiar a nosotros. Incluso podríamos darles consejos. Por ejemplo, que no jueguen la carta del apaciguamiento. O sea, que no sigan el ejemplo de Rajoy y predecesores.

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