Genial, Jorge Bustos en El Mundo, deal que destaco:
Esa causalidad resulta tan infundada y torticera como la cuca equidistancia de Oriol Junqueras -tiene mérito equidistar siendo bizco- cuando, interpretando el sentir de una indigerible cantidad de izquierda política, mediática y tuitera, afirmó que condena toditas las violencias, incluyendo los desahucios y los despidos.
Hay un abismo metafísico y moral entre despedir a un trabajador y hostiar a un presidente, y que Junqueras y miles de españoles más aún no lo entiendan certifica el fracaso de generaciones enteras de maestros. La agusanada psique del podemita Urban -declaró cuando Bataclan que hay moritos suburbiales que no ven más salida que inmolarse- volvió a asomar el miércoles, al menos hasta que se supo que el fascista antifascista provenía de familia de cuna meneada.
Cuando se pone en marcha la máquina roja de la compasión, es que ha muerto el inocente equivocado o han atacado al sospechoso habitual. «Es un chico conflictivo», se arguye. No: es un chico conflictivo de extrema izquierda, valga el pleonasmo, porque la extrema izquierda consiste precisamente en crear conflicto. Hay larga bibliografía marxista-leninista al respecto, que Pablo Iglesias tiene estudiada en su tesis doctoral titulada Multitud y acción colectiva, donde defendía la búsqueda de «ciertos niveles de conflictividad» con la Policía.
Ahora ya no piensa así sino que apela al amor sapiencial de las abuelitas, y yo lo celebro cada mañana con fluidos Orinocos bajando por mis cuencas. Lo que no cambia son los atajos que toma el rasero progresista para primar lo singular o lo colectivo según las circunstancias. Si un cura del Opus viola a un niño, el problema es del Opus, no del cura. Si un machista zurra a su mujer, el problema es estructural y político, no tanto del enajenado. Si el cachorro de una ideología genealógicamente violenta le revienta la cara a Rajoy (ah bueno, es Rajoy...), entonces se trata del típico muchacho conflictivo.
Así que las vestiduras se rasgan o no dependiendo de la mejilla golpeada. Y si es una mejilla de derechas, aparte de que debería poner la otra como le aconsejaron de niño, estalla la indignación ante la más mínima conjetura electoral a raíz del ataque... en un país donde se manipularon los efectos emocionales de una masacre terrorista para derribar a un gobierno. Qué escándalo: aquí se hace política con la violencia. Je.
Esa causalidad resulta tan infundada y torticera como la cuca equidistancia de Oriol Junqueras -tiene mérito equidistar siendo bizco- cuando, interpretando el sentir de una indigerible cantidad de izquierda política, mediática y tuitera, afirmó que condena toditas las violencias, incluyendo los desahucios y los despidos.
Hay un abismo metafísico y moral entre despedir a un trabajador y hostiar a un presidente, y que Junqueras y miles de españoles más aún no lo entiendan certifica el fracaso de generaciones enteras de maestros. La agusanada psique del podemita Urban -declaró cuando Bataclan que hay moritos suburbiales que no ven más salida que inmolarse- volvió a asomar el miércoles, al menos hasta que se supo que el fascista antifascista provenía de familia de cuna meneada.
Cuando se pone en marcha la máquina roja de la compasión, es que ha muerto el inocente equivocado o han atacado al sospechoso habitual. «Es un chico conflictivo», se arguye. No: es un chico conflictivo de extrema izquierda, valga el pleonasmo, porque la extrema izquierda consiste precisamente en crear conflicto. Hay larga bibliografía marxista-leninista al respecto, que Pablo Iglesias tiene estudiada en su tesis doctoral titulada Multitud y acción colectiva, donde defendía la búsqueda de «ciertos niveles de conflictividad» con la Policía.
Ahora ya no piensa así sino que apela al amor sapiencial de las abuelitas, y yo lo celebro cada mañana con fluidos Orinocos bajando por mis cuencas. Lo que no cambia son los atajos que toma el rasero progresista para primar lo singular o lo colectivo según las circunstancias. Si un cura del Opus viola a un niño, el problema es del Opus, no del cura. Si un machista zurra a su mujer, el problema es estructural y político, no tanto del enajenado. Si el cachorro de una ideología genealógicamente violenta le revienta la cara a Rajoy (ah bueno, es Rajoy...), entonces se trata del típico muchacho conflictivo.
Así que las vestiduras se rasgan o no dependiendo de la mejilla golpeada. Y si es una mejilla de derechas, aparte de que debería poner la otra como le aconsejaron de niño, estalla la indignación ante la más mínima conjetura electoral a raíz del ataque... en un país donde se manipularon los efectos emocionales de una masacre terrorista para derribar a un gobierno. Qué escándalo: aquí se hace política con la violencia. Je.
6 comentarios:
No veo la necesidad que tiene Jorge Bustos de aprovechar este artículo para llamarle bizco a Oriol Junqueras.
No, tiene ud razón, pero tampoc veo la necesidad de Oriol Junqueras de separar Cataluña de España, y eso tiene consecuencias más graves. Oril puede resarcirse en los tribunales, España no.
Ya, si yo no estoy de acuerdo con Oriol Junqueras, pero me parece que no viene al caso meterse con un defecto físico de una persona, cuando no tiene nada que ver con la temática del artículo
Sí, ya le he dicho que tiene ud razón. Es una mancha en el artículo. El mejor escribano hace un borrón. Pero se lo perdono, porque no encuentro entre los jovenes un columnista de su talla. O eso me parece.
Estamos de acuerdo entonces :)
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