"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 23 de enero de 2016

Mayorías y minorías. España colgada

Enric González, hoy, en El Mundo:
 

"UNA vieja novela estadounidense se ofrecía un consejo bastante razonable: "Nunca te enredes con una mujer (o con un hombre) cuyos problemas sean más graves que los tuyos". En mi opinión, el consejo vale también para la política. Por eso no me convence la propuesta planteada al Rey por Pablo Iglesias, lo de un gobierno presidido por Pedro Sánchez con Iglesias como vicepresidente y con una mayoría parlamentaria exigua y tumultuosa.

Cuando digo que no me convence no digo que no me interese, aunque podría decirlo también, sino que no me la creo. No creo que el único dirigente político que parece entender de política quiera enredarse con un partido tan problemático como el PSOE.En Podemos están ansiosos por tocar poder, no lo dudo: el propio nombre de la formación lo sugiere. Pero eso de que hacer oposición desgasta más que gobernar fue una 'boutade' de Giulio Andreotti. Que le pregunten a Zapatero. Que le pregunten a Rajoy.

Estoy convencido de que Iglesias intenta agudizar las contradicciones internas del PSOE y empujarlo a una coalición con el PP, idealmente también con Ciudadanos, para erigirse en jefe de la oposición y en única alternativa real.Quienes defienden la gran coalición como instrumento para emprender reformas que eran ya inaplazables hace diez años (independencia judicial y demás) tienden a olvidar que los gobiernos sólidos, estables y con amplias mayorías, esos que gustan tanto a la oligarquía, han sido los menos reformistas. Y los más arrogantes. Y, quizá con la excepción del Gobierno socialista entre 1982 y 1986, los menos competentes. Tanto el PSOE como el PP han dispuesto de mayorías suficientes para emprender reformas institucionales y constitucionales de calado. No lo han hecho.

¿Hay que creer que unidos en coalición van a hacerlo? ¿Hay que creer que se avendrán ahora a destruir los abrevaderos donde pace su clientela? ¿Hay que creer que renunciarán a controlar el máximo órgano de la judicatura? ¿Hay que creer que no consienten ya la corrupción entre los suyos? ¿Hay que creer que han cambiado?Pienso que, con nuevas elecciones o sin ellas, acabará cuajando algo parecido a la gran coalición. Pienso que el resultado será malo porque el PP y el PSOE aún no han acabado de defraudarnos. Nunca te enredes, decíamos, con alguien cuyos problemas sean más graves que los tuyos. Puestos a elegir entre los problemas del PP y los problemas del PSOE, no sabría con quién quedarme. Con un poco de mala suerte, nos quedaremos con los dos."

Pues no, no hay que creerlo, ¿por qué? Por lo que explicaba Karl Popper (el mejor filósofo del siglo XX) hace 29 años, de los graves deficiencias del sistema electoral proporcional, en el que estamos enredados y en realidad es el sistema de la dictadura de los partidos.
 
Karl Popper, en un articulo que debería enseñarse en los colegios y la universidad, del que reproduzco un fragmento. Naturalmente, cuando se publicó en 1987, hubo grandes protestas de la izquierda cerril (Raúl Morodo, mano derecha de Tierno Galván), porque ellos sabían más de democracia que un señor que había huido de los Nazis, había abandonado el marxismo, y luego había escrito ese monumento "La Sociedad abierta y sus enemigos". Luego fundó la teoría del conocimiento científico.
 

"... Sé, naturalmente, que los partidos son necesarios: nadie ha inventado hasta ahora un sistema democrático que pueda prescindir de ellos. Pero los partidos políticos no son un fenómeno demasiado satisfactorio. Ciertamente, sin partidos no se puede pasar: nuestras democracias no son gobiernos populares (del pueblo), sino gobiernos de partidos. Lo que quiere decir: gobierno de los dirigentes de los partidos; pues cuanto más grande es un partido menos unificado está, menos democrático es y menos influjo tienen sobre la dirección del partido y sobre su programa aquellos que lo han votado.

Es falso creer que un parlamento elegido conforme a la proporcionalidad es un espejo mejor del pueblo y de sus aspiraciones. Ese parlamento no representa al pueblo y su opinión, sino únicamente el influjo de los partidos (y de la propaganda) sobre la población el día de las elecciones. Y hace más dificil que el día de las elecciones se convierta en lo que debería y tendría que ser: el día del juicio o del veredicto del pueblo sobre el comportamiento del gobierno.

No hay, por tanto, ninguna teoría válida del poder o soberanía del pueblo, ninguna teoría que exija la proporcionalidad. Así, pues, tenemos que preguntar: ¿qué repercusiones tiene en la praxis la proporcionalidad: 1) respecto a la formación de gobierno, 2) respecto a la importante y decisiva posibilidad de eliminar un gobierno?

1. Cuantos más partidos haya, más dificil es la formación de gobierno. Esto es, en primer lugar, un hecho de experiencia y, en segundo lugar, un hecho también de razón: si hubiera sólo dos partidos, la formación de gobierno sería, entonces, cosa fácil. Pero, además, la proporcionalidad hace, asimismo, posible que los partidos pequeños obtengan una gran influencia -a menudo decisiva a la hora de formar gobierno y, con eso, incluso en las decisiones políticas del gobierno.Eso lo reconocerá todo el mundo, y todo el mundo sabe que la proporcionalidad multiplica el número de partidos. Pero mientras se acepte el supuesto de que la esencia de la democracia consiste en la soberanía o poder soberano del pueblo, habrá que soportar, como demócrata, esas dificultades, dado que, en ese supuesto, la proporcionalidad se revela ciertamente como esencial.

2. Pero la proporcionalidad, y con ella la multiplicidad de partidos, repercute de forma posiblemente todavía más grave sobre la importante cuestión de la destitución de un gobierno por medio de un plebiscito popular, o sea, por medio de la elección de un nuevo parlamento, por ejemplo. Primero, porque se sabe que hay muchos partidos y, por eso, difícilmente podrá esperarse que uno de los muchos partidos alcance la mayoría absoluta. Caso de que se cumpla esa previsión, la decisión popular no se habrá manifestado, entonces, contra ninguno de los partidos. Ninguno de los partidos fue destituido, ninguno de los partidos fue condenado,

Segundo, no puede esperarse que el día de las elecciones se convierta en el día del tribunal popular, el día en el que el pueblo enjuicia al gobierno. El gobierno ha sido, unas veces, sólo un gobierno minoritario y, por eso, no estaba en situación de hacer lo que consideraba acertado, sino que se vio obligado a las concesiones; otras, habrá sido un gobierno de coalición en el que ninguno de los partidos gobernantes era completamente responsable.

CULPABILIDAD

Así se va convirtiendo en costumbre el no hacer responsable de las decisiones de Gobierno a ninguno de los partidos ni a ninguno de sus líderes. Y el que un partido pierda un 5% o un 10% de sus votos no es interpretado por nadie como una sentencia de culpabilidad; y menos que, por nadie por parte de los electores, por los gobernados: señala solamente una fluctuación momentánea de popularidad.

3. Incluso cuando la mayoría de los electores quiere desembarazarse del Gobierno mayoritario existente, tampoco entonces puede conseguirlo absolutamente. Pues incluso aunque un partido que dispuso hasta entonces de la mayoría absoluta (de forma que se le puedan pedir responsabilidades) pierda esa mayoría absoluta, dentro del sistema proporcional seguirá siendo, a pesar de todo, con gran probabilidad, el partido mayoritario. Por eso mismo podrá formar, con el apoyo de uno de los partidos más pequeños, un Gobierno de coalición. Y de esa forma, al líder destituido del partido mayoritario le será posible seguir gobernando, contra la resolución de la mayoría y apoyándose en la decisión de un partido pequeño, que puede estar muy lejos de representar la voluntad del pueblo.

Naturalmente, un partido pequeño de ese tipo puede derribar, sin nuevas elecciones y sin orden alguna del electorado, un Gobierno y formar junto con los partidos de oposición un nuevo Gobierno (en grotesca contraposición a la idea en la que se basa la proporcionalidad: la idea de que el influjo de un partido debe ser correspondiente al número de sus electores).

Cosas de este tipo ocurren con frecuencia. Y donde hay muchos partidos y donde las coaliciones son, por eso, la regla, han llegado a convertirse en algo natural.

Es totalmente cierto que pueden ocurrir cosas semejantes también en un país en el que no hay proporcionalidad. Pero en tales países -por ejemplo, Gran Bretaña o Estados Unidos- se ha desarrollado la tendencia a que se enfrenten principalmente dos grandes partidos que rivalizan entre sí. De este sistema bipartidista es del que Churchill dijo: "La democracia es la peor de las formas de gobierno, excepción hecha de todas las demás formas de gobierno".

Con eso quería decir que ninguna forma de gobierno es buena o segura o está libre de corrupción. Pera cuando se sabe eso, entonces la democracia es, a pesar de ello, todavía la mejor de todas las soluciones conocidas hasta ahora para el problema del gobierno.

Personalmente, me parece que una forma que posibilite el sistema bipartidista es la forma mejor de democracia. Pues conduce siempre y sin cesar a que los partidos se autocritiquen. Si uno de los dos grandes partidos sufre en una elección un verdadero descalabro, esto desembocará normalmente en una reforma radical dentro del partido. Es una consecuencia de la competitividad y de la inequívoca sentencia condenatoria de los electores, sentencia que no puede ignorarse. De esta forma, de cuando en cuando los partidos se ven obligados por este sistema o bien a aprender de sus errores, o a hundirse.

Estas observaciones mías contra el sistema proporcional no significan que aconseje a todas las democracias el abandono de la proporcionalidad. Lo único que deseo es darle a la discusión del problema una dirección nueva. El pensamiento de que de la idea de la democracia puede deducirse lógicamente la superioridad moral del sistema proporcional y la de que los sistemas continentales son, debido a la proporcionalidad, más justos o más democráticos que los sistemas anglosajones es ingenua y no resiste un análisis algo más detallado.

Resumiendo: la visión de que la proporcionalidad es más democrática que el sistema británico o norteamericano es insostenible puesto que tiene que apoyarse en una teoría superada de la democracia como soberanía del pueblo (la cual se basa, a su vez, en la denominada teoría de la soberanía del estado). Esta teoría es moralmente errónea e incluso insostenible: ha quedado superada por la teoría del poder destitutorio de la mayoría.

Este argumento moral es ciertamente aún más importante que el argumento práctico de que no necesitamos más de dos partidos completamente responsables y que rivalicen entre sí para facilitar a los electores el poder de sentar justicia en su elección de gobierno. La proporcionalidad crea el peligro de que se desvalorice, de, que se bagatelice la decisión electoral de la mayoría, y con ello también la influencia de una derrota electoral sobre los partidos (un influjo beneficioso que la democracia necesita). Y para una clara decisión mayoritaria es importante; que haya un partido de oposici5n lo más fuerte y bueno posible. Porque, de lo contrario, los electores se verán con frecuencia obligados a permitir que sigla gobernando un Gobierno malo; no hay nada mejor."

España está colgada de sus propias frivolidades, que le han dejado en manos de los dueños-dictadores de los partidos

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