Coppola dice que sí, que no es una "cena a la carta", que hay efectos y daños colaterales. Lo sorprendente es que dice que en el patrón oro sería distinto, por razones que no he entendido bien.
David Glasner le da una respuesta contundente, aparte de señalarle que ha citado mal a Hawtrey, uno de los los primeros en hablar con lucidez de esto.
Yo voy a dar mi opinión, que me parece que es más sencilla y clara que la de estos comentaristas, aunque desde luego me alineo del lado de Glasner. Para ello voy y a distinguir entre el patrón oro y el sistema fiduciario actual, en el que Coppola se enreda los pies y se pega un morrón de órdago.
1) En el patrón oro, la decisión de un país de salirse para poder combatir su recesión aumentando su masa monetaria -lo que no puede hacer bajo las reglas de patrón oro- por supuesto que tiene efectos colaterales en los países que deciden mantenerse en su paridad con el oro. La devaluación de un país, como hizo Inglaterra en 1931, aumentó sus exportaciones a los paises que se mantuvieron en el sistema, y además, el aumento interno de la masa monetaria bajó los tipos de interés internos, lo que aumentó la demanda interna: el PIB creció y el paro bajó. La deflación se acabó, el nivel de precios subió. Pero esa es lo que necesitaba Inglaterra, que sufrió enormemente la rentada en el Gold Standard con su paridad de pre guerra. Un disparate.
Los paises que, como España, no estaban de inicio en el patrón oro, corrieron mejor suerte que los que se mantuvieron en él, pues su moneda se devaluó y eso suavizó el impacto de la crisis al mantener la autonomía de la política interna.
2) En el sistema fiduciario, es decir, el actual sistema de monedas compitiendo entre sí, un país afectado por la decisión unilateral de un vecino de devaluar sufre una apreciación de su moneda, lo que le complica la vida si su economía interna está estancada; pero dispone de una salida muy fácil, si es verdad que su economía está estancada y tiene paro: puede hacer la misma política que el otro país, aumentar su masas monetaria, lo que anulará la devaluación de aquél. Además, el tipo de cambio libre le aisla de lo que hagan los demás, pues no tiene compromiso del Patrón Oro, lo que independiza su tipo de interés interno del tipo de interés del resto del mundo.
Por ejemplo, en los últimos 18 meses, el dólar se ha apreciado un 20%, lo que ha frenado su economía, y hace menos comprensible aún la reciente subida de tipos de la FED. Lo lógico es que con los datos de enfriamiento de la economía, aumento del déficit exterior, y moderada inflación, la FED no hubiera subido Tipos. Lo que no podrá hacer es quejarse de lo que han hecho otros países.
Hay un límite a este "free lunch"; siempre lo hay en economía. Es el nivel de precios o la inflación, que tienden a subir si todos los paises hacen políticas expansivas. Pero eso cada país es libre de elegir el objetivo que más le conviene, aunque no se puede perder de vista que la inflación es buena si hay deudas internas, que en relación a la renta nominal se ven rebajadas.
En la situación actual de riesgo de un estancamiento con deflación, incluso de un segundo 2008, discutir estas cosas es pueril. Lo que le conviene al mundo es una expansión monetaria. Si algún país está tan boyante como para querer frenar su ritmo, no tiene más que dejar apreciar su tipo de cambio, que es un factor contractivo tan eficaz como la subida de tipos de interés. Con tipos de cambio libres, cada país puede buscar la combinación menos dañina de tipo de interés y tipo de cambio. El primero afecta más a la demanda interna, el segundo a la externa, pero ambos tienen efectos cruzados de segunda ronda que los hace más potentes.
Naturalmente, estamos pensando en el interés de todos. Hay sectores que sufrirán más que otros las variaciones de estas variables: cambio, interés, precios, desempleo... Cada uno hará de plañidera por sus intereses asociándolos a los de los demás: se harán lobbies, manifestaciones, huelgas, etc, pero eso es ya cuestión política.
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