Primero, los tipos de interés están bajos porque no hay demanda de crédito para invertir. Y no la hay porque las expectativa de rentabilidad de la inversión son muy bajas. La demanda de préstamos para inversión llega hasta el nivel en que la rentabilidad esperada de ésta iguala en el margen el tipo d e interés. En el margen quiere decir que la rentabilidad a añadida por la última unidad invertida se iguala al tipo de interés. A partir de ahí, más inversión costaría financieramente más que su rentabilidad.
Precisamente, lo que hace el banco central es adaptarse a esto, a las bajas expectativas de rentabilidad. Si hicieran lo contrario, como dice Tamborini, y piden a gritos los populistas, se dispararían las primas de riesgo, lo que ciertamente dispararía los tipos de interés, pero no en beneficio del ahorrador. Porque la recompensa añadida al ahorro no sería sin riesgos añadidos, riesgos que de concretarse podría llevarse el ahorro a tomar viento fresco. Además, el BCE, al bajar los tipos de los bonos, sube su nivel de pr dio, lo cual revalua el patrimonio de los ahoradores.
En el gráfico del autor se ve perfectamente que en Alemania el problema no es el ahorro, que no deja, pese a la supuesta baja recompensa.
El verdadero problema es la muy baja inversión comparado con el alto nivel de ahorro. Ese bajo nivel de inversión, que es endémico en toda Europa, sea, cual sea el nivel de ahorro del país que elijamos, es la verdadera causa de la falta de empleos buenos, de oportunidades, de crecimiento continuo... Y de recompensa más alta al ahorro. Con tan baja inversión por PIB es ilusorio esperar nada bueno, como salir de la crisis.
Ahora bien, tampoco estoy de acuerdo en que lo que hace el BCE sea suficiente. Sé que sería peor que siguiera la consigna populista-alemana de que al ahorrador hay que subirle los tipos para que esté contento y ahorre más. El problema es cómo incentivar la demanda de las inversiones, que aumentaría la demanda de crédito y, tirando de la cadena desde el último eslabón, elevaría el tipo de interés de manera natural, porque hay expectativas de crecimiento, productividad y empleo.
De manera que, radicalmente, no basta con lo que hace Draghi, aunque no puede hacer más. No puede llevar los tipos por debajo de los que supusieran una ventaja neta para la inversión. Corresponde a otro levantar las expectativas. Como decía la famosa frase de Keynes, "puedes llevar el caballo al abrevadero, pero si no tiene sed..."
Y hay que decir que Europa está muy mal estructurada para hacer esta función de animar a los inversores. Bueno, Europa está mal estructurada, mal diseñada, para cualquier emergencia, sea ésta sea la de los refugiados. Wolfgang Münchau dice en su último artículo que con el tratado que ha hecho con Turquía "ha vendido definitivamente su alma". No cito este problema por casualidad. Es que el fracaso en la gestión de este problema influye, como es natural, en las ganas de invertir. Europa se está desmoronando, y desde luego nunca ha pensado siquiera en suplir con inversión pública la deficiente inversión privada. Más desde el Euro, que se lanzó bajo el optimismo panglossiano de que el Euro más los mercados únicos europeos serían la panacea.
Estamos asistiendo al final de un imperio que nunca ha sido más que una ilusión de imperio, una burocracia con ideales pretenciosos. Cuando dice Münchau que ha vendido su alma, se refiere a que ha abandonado esas pretensiones morales de alto rango, indudablemente nobles, pero con una mínima base de realismo. Los desafíos a los que se ha enfrentado, o que ella misma ha generado, como el euro, caen en un vacío de una estructura social y política mínima sobre la que se puedan tomar decisiones, y por eso es el tiempo de la indecisión, y de hacer pactos sucios con Turquía. Es la Decadencia de Occidente. Hubo otro tiempo así, y el diagnóstico de Spengler fracasó. Occidente volvió a emerger, y más fuerte. Esperemos que así sea otra vez.
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