"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 14 de mayo de 2016

Hans Magnus Hezensberger sobre la estulticia de la izda

Genial aportación de Hans Magnus Ezenberg a la vaciedad de la izquierda: 
 
Ideas fijas. Mis dificultades con las religiones, las filosofías y los sistemas ideológicos estriban en que nunca puedo creer del todo que realmente van en serio. Cuando alguien me dice que mi aversión a los peluqueros está basada en un complejo de castración me hace reír. Se supone que detrás de todo lo que percibo hay algo diferente, que sería lo verdadero. Claro está que nunca creí «en serio» en la existencia de un «espíritu universal». Un teórico del conocimiento me asegura que la pregunta de si existe un mundo exterior es irresoluble. ¡Pues muy bien!

También goza de popularidad la tesis de que ya no hay individuos, que el meollo de la persona se ha convertido en mera apariencia. Fácil de comprender lo que esto tiene de cierto. Sin embargo, me da pena quien lo tome al pie de la letra y lo trague sin más. Puede provocar tos fuerte y ahogos. Alienación o no, cada cual sabe distinguir a sus congéneres unos de otros, no sólo por sus nombres o sus gorros, sino también por su andar, su voz e incluso por el ruido que hacen al poner a hervir el agua para el té en la cocina. Esto cualquiera lo sabe, pero muchos no se atreven a contradecir los dogmas que les han inculcado. «Tolerancia represiva», «terror del consumo», «manipulación»… son conceptos heurísticos útiles en determinadas situaciones pero que deben tirarse después de uso. La gente de izquierdas, en su condición actual, es tan sierva de sus dogmas que prefiere negar la evidencia más simple antes que echar sus ideas fijas a la papelera. A veces la liberación viene encorsetada. 

Otra despedida de Cuba. Heberto Padilla fue arrestado en marzo de 1971 y acusado de «actividades subversivas contra el Gobierno». Montaron un simulacro de juicio y lo obligaron a una confesión humillante. Aquel proceso, que recordaba los Juicios de Moscú de 1936, causó un revuelo mundial. Sesenta y dos escritores, entre ellos Jean-Paul Sartre, Julio Cortázar, Italo Calvino, Carlos Fuentes, Marguerite Duras, Juan y Luis Goytisolo, Alberto Moravia, Jorge Semprún, Susan Sontag, Pier Paolo Pasolini, Juan Rulfo y Mario Vargas Llosa, dirigieron una carta abierta a Castro a la que el soberano respondió con un ataque de rabia. Dijo que los autores eran «intelectuales burgueses a los que Cuba negará de forma definitiva y perpetua la entrada al país». Fue una memez que les costó a él y su régimen la escasa reputación que conservaban en el seno de la izquierda occidental. Por supuesto, a partir de ahí yo también me contaba entre los agentes del imperialismo porque pertenecía a los primeros firmantes de la carta. ¡Bienvenido al club!

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