"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 23 de octubre de 2016

Desconstrucción del mito austriaco de la Banca Privada

Sobre el mito liberal de la "Banca Libre" - que sería más eficaz en la gestión del dinero - la historia de EEUU demuestra todo lo contrario. Hubo un peridodo en que no había banco central, la banca emitía susus propios billetes en función de sus activos, tanto líquidos como no líquidos, pero eso no impidió grandes quiebras bancarias y trastornos exactamente iguales a los que ha habido después. 
Así nos lo cuenta Mervyn King, ex gobernador del Banco de Inglaterra, en su libro "El fin de la Alquimia":

 
El problema con la creación de dinero por parte de los bancos privados es obvia. El dinero en la forma de billetes y depósitos privados es un derecho sobre activos ilíquidos con un valor incierto. Así que tanto su aceptabilidad como su estabilidad pueden verse amenazadas de vez en cuando. La naturaleza del problema se ilustró con el experimento de la «banca libre» en Estados Unidos, cuando los billetes eran emitidos por los bancos privados y no por el gobierno central (la Reserva Federal no empezó a funcionar hasta 1914). 
La así llamada época de la «banca libre» duró desde 1836, cuando la renovación de la licencia bancaria del Second Bank of the United States (Segundo Banco de Estados Unidos) fue vetada por el presidente Andrew Jackson, hasta 1863, cuando la guerra civil norteamericana llevó a la aprobación de varias leyes bancarias nacionales, que impusieron impuestos en la nueva emisión de billetes. 
Durante ese período, la mayoría de los estados permitieron la entrada libre en el negocio bancario. Para los bancos, los préstamos son activos, y los billetes y depósitos son pasivos; lo opuesto es cierto para sus clientes. Cientos de bancos privados hicieron préstamos y se financiaron tomando depósitos e imprimiendo billetes. Sus activos eran sus reservas de oro y el valor de los préstamos que habían concedido, y sus pasivos eran billetes y depósitos, formando los primeros típicamente una mayor proporción de los pasivos que los segundos. En principio, los billetes emitidos por bancos privados eran canjeables a primer requerimiento por oro en la oficina central del banco a valor nominal, y estaban respaldados por una combinación de oro (o plata) y del valor de los activos en forma de préstamos en poder del banco. Pero, cuando los billetes se canjeaban a una distancia importante de la oficina central del banco emisor, con frecuencia se negociaban en el mercado secundario con descuentos respecto a su valor nominal. Los boletines de billetes o banknote reporters , periódicos especiales que publicaban los últimos precios de los diferentes billetes bancarios—surgieron para ofrecer información sobre el valor de billetes poco familiares. Los descuentos variaban no sólo con la distancia a la oficina central, sino también dependiendo de qué bancos y, con el tiempo, según las percepciones sobre la solvencia y vulnerabilidad a los reembolsos de cada banco en ese momento. En 1839, un emprendedor de Filadelfia, el señor Van Court, empezó a publicar lo que llegó a conocerse como el Van Court’s Counterfeit Detector and Bank Note List («Detector de billetes falsos y lista de billetes bancarios de Van Court»). Contenía sus mediciones de los descuentos en Filadelfia, por entonces segundo centro financiero del país, por detrás sólo de Nueva York, de los billetes de banco emitidos por los cientos de bancos de todo Estados Unidos. Para los bancos de Alabama, el descuento medio en Filadelfia variaba desde un 1,8 por ciento, en 1853, hasta el 25 por ciento, en 1842; y el máximo descuento para un banco particular fue del 50 por ciento. Connecticut, un estado con muchos más bancos que Alabama, tenía varios bancos con descuentos por encima del 50 por ciento, pero de media sus bancos rara vez sufrían un descuento de más del 1 por ciento. Los bancos de Illinois, en cambio, experimentaban regularmente descuentos medios por encima del 50 por ciento. Durante la época de la «banca libre» muchos bancos quebraron y hubo frecuentes crisis financieras.
La característica interesante de la banca libre fue que reveló la tensión inherente entre el uso de los pasivos bancarios como dinero, lo que requiere que los billetes o los depósitos se canjeen a valor nominal, y la naturaleza arriesgada de los pasivos bancarios. Si los billetes de banco en el siglo XV se canjeaban a valor nominal existía un riesgo serio de que los activos subyacentes pudieran un día ser inadecuados para apoyar esa valoración. Existía también la posibilidad de que los propietarios de los bancos emitieran demasiados billetes, invirtieran en activos el banco y desaparecieran. Preocupados por esos riesgos, los consumidores aceptaban billetes de banco sólo con un descuento. Pero como el descuento fluctuaba con el tiempo, el valor de los billetes de banco como medio de pago quedó menoscabado. Los billetes de banco eran una reserva de (incierto) valor. Si los precios de los billetes de banco siempre valoraban correctamente los activos del banco, entonces los tenedores de los billetes no podían ser defraudados por la sobreemisión de papel moneda. Pero se hubieran convertido en algo similar a los accionistas, con un derecho sobre los activos subyacentes del banco que variaba en valor a lo largo del tiempo. Así que el valor de los billetes de banco como dinero, con los requisitos adjuntos de aceptabilidad y estabilidad, se redujo drásticamente.

Este es el famoso periodo mítico en el que los liberales austriacos basan su propuesta de liquidar los bancos centrales como únicos responsables de que las disfunciones del dinero. Es claro que la asimetría en la información aumenta cuando no hay banco central, por muy imperfecto que éste sea. Es claro que hay funciones que la banca privada compitiendo entre ella no es capaz de cumplir. Es claro que en esas condiciones el cliente bancario se ve más desprotegido que cuando hay una mínima coordinación oficial, por muchos defectos que ésta represente. El problema es la realidad, la incómoda realidad, que se resiste a encajar bien en los mitos. 


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