"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

martes, 21 de febrero de 2017

Se vive más tranquilo fuera de Twitter

Samanta Villa, periodista televisiva de gran encanto, ha tenido dos bebés. Felicidades. Pero se le ha ocurrido quejarse en Twitter de que la maternidad no es la felicidad completa, que la crianza "le quita calidad de vida". Yo comprendo lo que quiere decir, aunque no lo hubiera expresado así. He tenido hijos, tengo sobrinas que tienen hijos pequeños, una amiga ídem, y sé lo arrasador que es, inevitablemente, mantener el orden dentro del caos y conseguir leer una página, ir un día al cine y, sobre todo, dormir un mínimo necesario. En algunos momentos los críos son agotadores. 
En "Sapiens" hay una entrevista hecha por una universidad americana que demuestra que la gente saca grandes satisfacciones de la familia, pero que la cría de los bebés es una cosa que requiere grandes dosis de energía y paciencia en cualquier hora del día. Eso aparte de los sustos que te dan las criaturas con su descontrol, por no hablar de enfermedades. Si te fijas bien, uno niño es un ser pequeñito descontrolado, que lo mismo se puede caer por un balcón que debajo de un autobús. 
En fin, que lo que dice Samanta me parece de lo más plausible, aunque también se la puede replicar: se podía haber informado antes. 
La idílica visión de la maternidad como algo perfecto es inhumana, y por lo tanto, falsa. Si Samanta iba engañada, pues... 
Pero ahora viene Twitter. Resulta que la empresa Hero baby, productora de alimentos para bebés, se le ha ocurrido dedicar un twitt de los más inofensivo a Samanta, aunque solo sea por eso de "no vaya a acabar con la clientela". En todo caso, motivos comerciales aparte, yo no le veo maldad. 

"A Samanta, acomodada y famosa, sus hijos le hacen perder calidad de vida. Animo Samanta, tus hijos te querrán igual". 

En todo caso, una muestra de ingenio publicitario. 
Bueno, pues los twittteros seguidores de Samanta (supongo) se han puesto como chacales en pie de guerra con la empresa, y ahí ha salido toda la mala follá que se acumula en Twitter. Supongo porque una empresa, en Twitters, es el demonio, capitalismo andante. Por ejemplo. 

"@HeroBaby @samantavillar Cuando no queréis ofender a alguien ridiculizáis su mensaje y le decís que sus hijos le querrán a pesar de ello?"

¿¿??
¡Horror! Digas lo que digas, estas perdido. Después de una avalancha de este tenor, en la que se acusa a la empresa de que usa aceite de palma en sus productos para bebés - lo cual no estoy en disposición de confirmar o negar - Hero se ve en la necesidad de dar marcha atrás, lógicamente. 

"Nuestro ánimo nunca fue ofenderte. Te deseamos lo mejor. ¡Felicidades por tu maternidad, Samanta!"

¡Tarde, muy tarde para rectificar, "sinverguenzas", responde la cohorte de twitteros. Hala, a machacar a la puta empresa engañadora. 

La misma Samanta les dedica un Twitt "enternecedor":

Hola @HeroBaby Por que metéis aceite de palma en vuestros productos, con la baja calidad nutricional y el perjuicio al ambiente? Gracias

Se nota un pelín de nerviosismo, porque ese "gracias" después de poner a parir a Hero, en fin. No viene a cuento. Eso sí, muy consciente de la calidad nutricional y el "ambiente" (nos podía ya de paso decir qué empresa cumple con el "ambiente"). 
En fin, para abreviar, así es Twitter a todas horas: un turbión de mala follá donde corre la adrenalina y otros elementos similares, un infierno del que más vale mantenerse alejado. Pero lo peor es que luego es noticia rentable para los periódicos, que es de donde saco la información. 
Me hace pensar en aquel trozo del Evangelio que dice "el que está libre de culpa, que tire la primera piedra". Porque es una especie de apedreamiento constante, todo bajo seudónimo, claro. 

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