Sin embargo, Torreblanca parece querer identificar el malestar con una característica francesa, mientras que yo digo rotundamente que el origen es europeo. Es una pena. Torreblanca es un escritor notable, pero no se ha quitado la costra de la ideología europeista, que es de izquierdas y derechas, lo mismo sirve para un roto que un descosido. Como dice un comentarista, la PPSOE (Gracias, Alfonso Aniel Quiroga).
¿A qué pasado añora Francia, se pregunta Torreblanca? Por señalar uno muy laureado, podría ser la década de los sesenta, en la que, como España, Francia creció con vigor, mientras De Gaulle se atribuía el mérito. Pero De Gaulle era considerado por la izquierda un dictador asqueroso, y los chicos del mayo del 68 francés casi le derriban. Al final se fue el mismo, para no ser obstáculo a la continuidad de régimen que el había fundado en 1958. Y hasta hoy a trancar y barrancas.
Pero tampoco demostró capacidad de liderazgo europeo. Maastritch, un invento de Mitterrand para contener la fuerza de Alemania reunificada, le puso más grilletes a Francia que a Alemania. Los franceses de algo eran conscientes, cuando casi se lo cargan en un referéndum. Y dijeron NO a la Constitución europea, que se tuvo que quedar en simple tratado internacional de Lisboa, al que se apela como constitución, pero sin mayúsculas.
Tanto malestar en tantos sitios a la vez demuestra que Europa no ha sabido hacer un marco convincente para todos. Había que respetar la identidad nacional, no borrarla. De Gaulle tenía razón con su proyecto Confederal de naciones, no federal. Hubiera sido más lento, pero no hubiéramos pasado por las crisis seguidas de Grecia, Irlanda, Portugal, y las que se vienen encima de Italia, Francia, España... con el Brexit en marcha. Insostenible.
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