Todo esto pone en candelero el eterno problema de déficit público y la deuda, por una parte, y por otra la evidente rentabilidad a largo plazo de la inversión pública cuando se hace con sentido. El puente de Génova soportaba mucho más tráfico que el predicho en su construcción, lo que da una idea de su necesidad. La rentabilidad de las infraestructuras públicas son difíciles de estimar, pero es obvio que reducen costes y precios privados a largo plazo, y por ende aportan un beneficio social.
¿Podemos decir otra vez que es culpa de la crisis, que cercenado la capacidad financiera? ¿O no será que hemos perdido una oportunidad de oro, de tipos de interés extremadamente bajos, para suplir con la inversión pública el desmoronamiento de la privada? Esto es lo que deben plantearse las autoridades europeas, como bien a señalado Salvini (aunque exageradamente), que con sus planteamientos unidireccionales de represión del gasto público, no han visto el vacío de capital que se estaba formando.
¿Keynes o no Keynes? El error de los keynesianos fue querer hacer una política expansiva permanente, pero es obvio que hay momentos en que con tipos de interés cero - lo que significa que la gente quiere liquidez y no gastar - los gobiernos podrían haber hecho una inteligente política de compensación.
La semana que viene tendrá lugar las reuniones de Jackson Hole, que organiza el Banco Federal de Arkansas. Se reúnen allí los banqueros centrales de Mundo, aparte de economistas punteros. Curiosamente, el tema a debatir es si la concentración de capital y empresas que ha tenido lugar es la causante de que los salarios se muestren tan contenidos. En la imagen, la evidente concentración por ramas de actividad en EEUU ha aumentado la tasa de beneficio, mientras que los salarios se ven estancados tras su estrepitosa caída en la crisis.
Una de las cuestiones que podrían tratarse en Jackson Hole es cuánto hubiera contribuido a paliar el problema una buena política de infraestructuras, que ciertamente hubiera subido los salarios.
Concentración, monopolización, salarios exangües, infraestructuras desfallecientes... no pretendo hacer demagogia, pero la gestión de la crisis ha tenido sus fallos, fallos cuyos efectos durarán, porque el momento de actuar se ha pasado, evidentemente. Ahora estamos en otros temas, como la amenaza turca y cía. No confío en que la gestión sea mejor. Ni por parte de Turquía, que es un país en descomposición, ni por parte de las potencias, cuyo Máximo interés es posar al vecino.
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