"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

martes, 24 de mayo de 2022

Descubriendo la España de siempre

Estoy leyendo los “Episodios Nacionales”, de Pérez Galdós. Me hace gracia la frescura que desprenden (aunque a veces es un poco excesivo en su estilo, por otra parte no siempre desacertado) y, sobre todo, como desnudan el Alma española, que pervive entre nosotros todavía. 
Véase por ejemplo, “La de los tristes destinos”, dedicado al reinado de Isabel II. Año 1868. España está mal gobernada, pero bulle de fiebre política con las rencillas entre monárquicos, liberales, republicanos y carlistas, estos siempre a punto de levantarse en armas contras todos los demás. 
Esta fiebre política produce unos políticos que actúan en el Congreso de muy similar forma que los de hoy, deschavetados y venales, hasta que viene la “Gloriosa”, revolución militar que expulsa del trono a Isabel II.
Esto es un descabezamiento del Estado que por imprevisión, tarda tres años en resolverse (tres años sin norte), con intrigas de unos y otros que deberían hacer pensar a nosotros, con tantos partidos (Podemos, independentistas, republicanos, etc) deseando cargarse la Transición y establecer la tercera República. Yo conozco a muchos idiotas así.
Ya sé que la mejor referencia es la Segunda República para estudiar lo que supone volver a esas andadas, pero es que Galdós atrapa la imaginación con el parecido espiritual de la España del XIX con la de hoy.
En 1868, la Gloriosa expulsa a Isabel II. Prim, cabecilla de la revolución, decide que España debe seguir siendo monárquica, pero no borbónica, y busca en Europa una dinastía que le ceda uno de sus miembros como tronco de una nueva dinastía. De paso, sin quererlo, provoca la guerra franco-prusiana por intentar atraer a un Honehollem de Alemania, a lo que Francia (Napoleón III) pone pies en pared, lo que aprovecha Bismarck para despachar ignominiosamente a Napoleón III. Tras este pequeño traspiés, Prim consigue que Amadeo de Saboya acceda a ser rey de España. Pobre, no sabe que pese a ser un rey ilustrado, será menospreciado por el pueblo y la aristrocacia, además de otros sectores como los carlistas. 
Para colmo, Prim es asesinado (¿por quién? No se sabe), sin que llegue a conocer y apoyar con firmeza a Amadeo I. Más desastres no se pueden prever, pero los partidos laicos y “progresistas” imponen la instauración de la República I. Esto es el culmen de los desatinos, al que viene a sumarse una nueva declaración de guerra de los carlistas.  La República federal supone numerosas guerras civiles entre los cantones que habían establecido los “sabios” padres de la República. Caos, desorden y guerra, hasta que Antonio Cánovas consigue establecer en 1875 la Restauración monárquica en Alfonso XII, hijo de Isabel II. 
Bien, no sigamos. Creo que este corto recorrido por Galdós, su capacidad de captar el ambiente y la mentalidad de los españoles, es una inspiración suficiente para establecer similitudes con el presente de España, ahora que la visita de rey padre ha demostrado el ambiente hostil a la monarquía de Felipe VI y lo que podría suponer su destronamiento, la liquidación de la Transición, y una nueva República. No se fíen. Es más fácil de lo que parece. España tiene un pueblo muy pasivo ante determinados grupos que saben prender fuego a la mentalidad colectiva. 
Yo, por mi parte, soy partidario de la “República coronada” que disfrutamos hoy.  
NB. He leído el libro de Vargas Llosa sobre Galdós. Demasiado frío y despreciativo. Galdós tiene muchos defectos, ya he dicho q ue a veces es un poco excesivo en su estilo, por otra parte no siempre desacertado, pero es inconmensurable.

2 comentarios:

Yosu dijo...

excelente post , mis más sinceras felicitaciones

www.MiguelNavascues.com dijo...

Gracias mil!