"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 27 de noviembre de 2022

Filosofía de andar por por casa

Como siempre, me despierto temprano. En Madrid, un frío seco y soleado. Me preparo el desayuno. Luego salgo a la terraza a mi meditación. Enciendo un cigarrillo, primero del día, que me sabe a Gloria. No fumo mucho, pero ese primero...
Medito unos minutos, lo que me dura el pitillo, sobre lo que se ha aposentado en mí de mis lecturas a lo largo del camino. Diré en primer lugar que practico, sin esforzarme mucho, o nada, mi senequismo. El estoicismo de Séneca tiene la ventaja de que te sugiere, no te obliga, el apaciguamiento interior. No tiene nada de antinatural o forzoso. Controla tus pasiones y sentirás una alegría estable. Es un Consejo practico que no ha perdido vigencia. Además, Séneca es un grandísimo escritor. Su antidogmatismo es notorio: cita mucho a Epicuro, padre del Epicureismo, que no es lo que el común piensa, un hedonismo desatado. No. Se diferencia muy poco del Estoicismo. También lo he leído y me ha inspirado. 
La alegría, decía Julián Marias, es la felicidad interior que brota de la paz consigo mismo. La felicidad, decía en un ensayo con ese nombre, no existe, porque es fugaz, como un pájaro apresado en la mano. La alegría puede ser duradera. 
Ahora que enfilo la “Última Vuelta del camino” (gran obra en su falta de pretensión, como todo lo de Pío Baroja), estas lecturas recordadas, gracias al cigarrillo al frío sol otoñal, me llevan a pensar en los libros sobre religión y religiosos leídos a lo largo de. Hace tiempo que practico todas y ninguna. Me di cuanta hace tiempo que el Estoicismo está en la raíz de todas las religiones honestas. No hay texto de Séneca incompatible con ninguna, salvo las que te invitan a remorderte por dentro. 
Odio especialmente las religiones que llevan el germen del totalitarismo. Son esas que, como nos enseña Popper en “La sociedad abierta y sus enemigos” - que yo pondría de obligada lectura en el bachillerato =. Inmensa obra dedicada a Hitler - Del que tuvo que huir -y Stalin, primos inter pares del horror del siglo XX. 
Ahora bien, el penúltimo pensador que leí y me cautivó fue Shopenhauer, quizás el mejor escritor que he leído. Un escéptico total, dicen que pesimista, y sin embargo te deja un poso de alegría por haber rozado la verdad. Decía que no creía en los estoicos, pero invitaba a no perderlos de visa (no admitía su invitación al suicidio).
Tuvo una enorme influencia - reconocida - en los escritores de finales del XIX y el XX, como Nietzsche, Proust, Thomas Mann, Sartre, Camus (no los únicos premios Nobel) y un largo etc. Su inconfundible impronta no deja de percibirse en todos y cada uno. La lectura de “La montaña mágica”  y, sobre todo “Los Budenbrook”, de Thomas Mann, además de crear un mundo especial, nuevo, de perdurable recuerdo, denotan el peso de Schopenhauer en cada página. 
Lo bueno de esa huella es que es personal: ningún mensaje social, colectivo, ni rastro. Prueba evidente de que Shopenhauer no tiene ninguna filosofía política, que no es enemigo de “La sociedad abierta”, es simplemente que no considera que se pueda hacer nada para alcanzar una sociedad perfecta. Lo único que le he leído al respecto es que el poder debería dedicarse sólo a “La defensa interna, la defensa externa, y la defensa de la defensa”. Nunca he visto en tan pocas palabras expresar la esencia del liberalismo. Creo que hubiera detestado el Nazismo, y seguro que el Comunismo, nuestras plagas letales, nada sofocadas, por cierto.
Shopenhauer vivió muy bien gracias a la buena gestión de su herencia, pues su gran obra no tuvo éxito hasta una avanzada edad. Se pagó sus ediciones a lo largo de su vida. En su senectud, todavía practicaba caminar y bañarse rompiendo el hielo de las aguas invernales... Lo que no le impidió gozar de su fama tardía y asistir regularmente a buenas y bien abastecidas mesas con sus admiradores. 
La tardanza en ser reconocido nunca le quitó la fe en su obra. Sabía de antemano que tendría repercusión postrera, y vaya si la tuvo. La tuvo y sospecho que la tiene, pues fue el primer filósofo que expuso un mundo caótico sin sentido alguno. Hasta entonces, o al menos hasta Kant, la filosofía había sido de inspiración religiosa. En su magna obra, “El mundo como Voluntad y Representación”, Shopenhauer presenta un mundo gobernado por las ciega Voluntad dominadora, siendo la Representación (o razón) una sierva que crea argumentos ad hoc para justificar las decisiones humanas. El destino humano está determinado por el carácter, es el carácter de cada uno que le marca el camino. El mundo no tiene sentido por estar gobernado por la Voluntad, de la que pone como ejemplo los instintos sexuales, a los que lo seres vivos se entregan justificando luego sus actos depredadores con la sierva razón. Shopenhauer, inspirado en la Induismo, cree que la Voluntad es un ente metafísico que gobierna el Mundo. No creo que ande muy descaminado en que la razón no nos gobierna ni gobierna el mundo... Propone, como camino de redención, la contemplación del Arte sublime que haga caer el velo de la razón y deje entrever la Verdadera faz del mundo. Se percibe la deuda con la religión indú.
Shopenhauer fue y sigue siendo un gran escritor, único, sin precedentes, pues nadie ha conseguido imitar la elegancia majestuosa de su sublime prosa, que produce la sensación de escuchar una sinfonía clásica, una música interior que te invade. Ciertamente su calidad literaria le hace merecedor,  con todo los honores, de pertenecer a ese Arte que dice redimir...

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