Luis Garicano, entrevistado en The Objective. Imprescindible TODA la entrevista para entender por qué estamos como estamos.
Seguimos pensando que China es un gigante imbatible. No lo es, o al menos está dejando de serlo. Desde su emergencia como hacedor de milagros económicos/comunistas, siempre sospeché que había truco, que éramos engañados por un “ale hop” que occidente no quería ver porque a muchos les fascinaba que un país comunista tuviera más éxito que EEUU, al fin y al cabo un país “fascista-capitalista” que había que odiar, porque nosotros, europeos guais, somos progresistas y preferimos lo que viene de la izquierda. Además, los partidos comunistas, ¿no son “hermanos” que nos ayudaron a vencer a Hitler?, y USA ¿no es al fin y al cabo profundamente reaccionario?P.- Ya brevísimamente, unas palabras de China. ¿Te parece que ha descubierto un modelo superior y más igualitario de capitalismo?
R.- China está en una situación desesperada, al borde de una espiral deflacionaria. Las comunidades locales están muy endeudadas y hay millones de viviendas vacías, una situación que recuerda a la España de 2012. El desánimo es palpable en los inversores y en los consumidores. Realmente, China atraviesa una situación muy peligrosa.
P.- La típica en la que el autócrata de turno se envuelve en la bandera del nacionalismo y hace una tontería.
R.- Ese es uno de los riesgos [la invasión de Taiwán]. El otro es que todos los productos que no logran colocar a sus consumidores los están exportando al resto del planeta: coches, paneles solares, baterías, ropa… El superávit comercial de China es de un billón de euros y esa avalancha está expulsando del mercado a los competidores de otros países.
El error fue querer embarcar a China en los mercados occidentales.
Allá por 1972, el presidente Nixon, y Kissinger como maestro del escenario, diseñaron un plan para que China mirara con simpatía a Occidente, y hostilmente a la Rusia soviética, el enemigo nº 1 de EEUU en la guerra fría. USA acababa de ser derrotada en Vietnam, amarga guerra y amarga derrota que dejó por los suelos la moral de los americanos y un resquemor hacia el gobierno, sobre todo si se compara con los años mágicos de Kennedy, elevado a los altares por una sociedad que, tuvo que asistir horrorizada al atentado de su presidente y descubrir la amarga realidad de que su país no era el líder del mundo. El sucesor, Johnson, cometió el tremendo error de ampliar el compromiso en Vietnam, lo que se tradujo en cada más cadáveres de jóvenes repatriados. Otro fracaso lacerante: la toma de rehenes de funcionarios de la embajada en Teherán, cuando los Ayatolás se auparon al poder...
Ese ambiente fúnebre abrió la puerta al impechment de Nixon, primer presidente de la historia en ser expulsado por un caso judicial, el Watergate, un caso de espionaje entre partidos que quizás no hubiera llegado a su final sin ese espíritu de amargura que recorría toda la sociedad.
En los medios europeos se celebró este proceso no como lo que era - una muestra de fortaleza democrática -, sino como la puntilla a un país corrompido y fascista.
En fin, China fue beneficiada con una tolerancia, que era una pedrada a la Rusia soviética, que por su parte, empezaba a dar muestras de debilidades ocultas cuando perdió la guerra de Afganistán.
Llegó la década del resurgimiento con Ronald Reagan (y Margaret Thatcher en GB), firmes partidarios de ampliar la libertad de comercio. Reagan se inventó la “guerra de las galaxias”, que Rusia intentó replicar. De repente, sin esperarlo nadie, cayó el muro de Berlín, y fue como la revelación inaudita de que todo el sistema comunista del Este de Europa estaba en un profunda crisis económica y social. No podía hacer frente al gasto militar para enfrenarse al desafío de Reagan, había que deponer las armas: EEUU había ganado la guerra fría.
Se cantó victoria, y en este punto empezaron a acumularse los errores geopolíticos que propiciaron la emergencia de China como potencia económica y militar desafiante (a la vez que empezaba la profunda crisis europea).
La grandes popes de Occidente, hinchados de vanidad por la “gloriosa victoria” de la democracia y el libre comercio, decidieron lanzar la globalización… que es cuando empieza el triunfo económico aplastante de China y la derrota de occidente.
La globalización fue la aplicación de la teoría del Libre Comercio al Planeta: todos saldremos beneficiados si bajamos las barreras arancelarias, de manera que si un país produce a menor coste tal o cual bien, salgo ganado si se lo compro porque en mi país bajará el coste medio y aumentará la oferta de bienes disponibles. Esto sería verdad, en todo caso, si los países competidores se comportan con lealtad y no subvencionan sus exportaciones, como declara (y vigila que es cumpla) la Organización Mundial del Comercio, OMT. Pero China no jugó limpio y debió de ser multada, o expulsada del partido, porque: 1) podía tener el salario a un bajísimo nivel, inalcanzable para países maduros y con fuertes sindicatos. 2) el Comité del partido comunista chino podía extraer o importar las materias primas a un precio ficticio. 3) China no tenía que luchar contra la polución, al fin y al cabo otro coste menos. Y 4) La gran mentira china: el tipo de cambio de la divisa china estaba artificialmente devaluado, simplemente aceptando la adquisición de dólares a un tipo a de cambio fijo. Esto, de paso le inflaba la cantidad de divisas en el BCPCh, es decir, China durante años acumuló una increíble cantidad de activos frente al exterior, lo que le permitió “ir a la compra” por el mundo y comprarse a precio de ganga tierras menospreciadas de África y Sudamérica con alto valor estratégico. Con lo que le sobraba compraba deuda americana, lo que además de rentarle un interés curioso, ponía a EEUU a su merced en caso de una crisis de deuda.
En resolución, China invadió los mercados occidentales con trampas, generó un superávit comercial enorme, diplomático el que compró propiedades que se podrían llamar “geoestratégicas”. Aquí no se quiso ver, al revés (véase un ejemplo del punto de vista pro chino).
Pero China tuvo una pandemia muy larga y agresiva. Además, por sus políticas internas erróneas, provocó una gran burbuja inmobiliaria que ha vaciado el bolsillo y las propiedades del chino de la calle (no encuentran comprador para sus casas vacías que compraron con hipotecas). Los salarios o han caído y no hay consumo interno, lo que dice que China sigue su política de coste ínfimo, pero salario más ínfimo. Todavía no se ha resuelto definitivamente las secuelas de la burbuja, que ha dejado millones de pisos vacíos invendibles.
6 comentarios:
Una columna impresionante. Me asalta una duda: usarán los chinos esto en una guerra comercial contra los americanos? "Con lo que le sobraba compraba deuda americana, lo que además de rentarle un interés curioso, ponía a EEUU a su merced en caso de una crisis de deuda?"
No puedo abrir el enlace que has insertado.
Es un art de El País de 2008 regocijándose por la crisis de 2008. Tiene un historia personal
He visto que está encriptado
Me viene a la cabeza otra pega de China: ya deben de haberse dado de bruces contra el problema demográfico, como Japón (o nosotros en unos años) tras décadas de ínfima fertilidad. Un país envejecido es un país cada vez menos productivo, innovador, ambicioso... y cada vez más lastrado por su estado de bienestar.
Por no hablar de que cada vez sobran más casas.
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