La «crisis», como se la llamaría más tarde —erróneamente, puesto que, en realidad, era una nueva coyuntura mundial—, estaba en camino, pero todavía lejos, y a decir verdad muy pocos la veían venir… Pierre Lemaitre, “Un futuro prometedor”.
No sé si la palabra estado es apropiada para valorar lo que está pasando. Porque lo está pasando es un flujo incesante de hechos indescriptibles, desatados por unas fuerzas ignotas, y para valorarlas apenas tenemos antecedentes históricos. Estas fuerzas están sueltas, incontroladas, que anuncian un mundo nuevo seguramente nada bueno para nadie. Sobre todo desde que Trump “ha dado una patada al tablero” (Jesús Cacho, Voz Populi. Muy recomendable leer) del mapa de relaciones mundiales.
Sí, podría ser que tuvieran alguna similitud con los primeros años, nefastos, del siglo pasado. El apogeo de las naciones-estado, la insensatez de la Primera Gran Guerra, sus consecuencias (anunciadas en buena parte por Keynes. “Consecuencias económicas de la Paz de Paris”), la llegado del Comunismo y Fascismo que abocaron a la Segunda Gran Guerra… ¿estamos ante algo similar?
Pues estamos ante hechos parecidos, pero no exactamente iguales. Ha habido en 2008 una crisis parecida a la de 1929, pero con la diferencia de que, en ésta, se han controlado mucho los daños como la deflación y el empobrecimiento. Eso sí, hoy se ha optado, irresponsablemente, por emitir deuda pública hasta niveles que más pronto que tarde los acreedores exigirán su devolución. La crisis de algunos países será trágica. Antes será inevitable que la moneticen (que la absorba los bancos centrales), lo que desatará una inflación que, como decían los marxistas, “agudizará las contradicciones”.
La expectativa utópica de Europa, de que va a crear un ejército europeo tan eficaz como las fuerzas americanas que nos han protegido hasta ahora, añadirá más leña al fuego de la inflación. No podría ser de otra manera: la extracción fiscal está en máximos históricos (el peso del presupuesto francés es del 60% del PIB, según dice Luis Garicano, de obligada lectura), por lo que subirla más supondría bajar más aún la productividad. Sea por un medio (inflación) o por otro (subir mucho los impuestos), sería un palo enorme a las clases medias-bajas. Lo cual ni dejará de inducir revueltas sociales… (si hay hay alguien que piensa que es posible extraer riqueza a los ricos sin dañar a toda la economía, son solo alucinados como los que nos (des)gobiernan.
Si se piensa en la productividad que podría aportar la IA, dense por enterados que eso sería si se emplea para fines pacíficos, pero no: Trump y Xi Ping han decidió que es un arma estratégica crucial para decidir quien manda en el globo, lo que veo algo incompatible con un uso empresarial-personal productivo. Quizás dentro de un siglo, si la Tierra no se ha salido definitivamente de su eje…
En realidad los esquemas usados hasta ahora para valorar la situación ya no son servibles. Estamos ante una realidad totalmente nueva e ignota. Además, las instituciones democráticas son inservibles para que las sociedades expresen su opinión porque, entre otras cosas, ésta no existe. El Pueblo ahora mismo está desorientado, en la luna de Valencia, como casi siempre. Así que lo más probable es que nuestros gobernantes siguientes sean modelos de dictador, más o menos afortunados, en un mundo hostil, con cartas marcadas, y con una Europa mal equipada para lo que viene.
Europa ha dado el cante. Ha querido aprovechar la guerra de Ucrania para resucitar de su marasmo de décadas, lo que es un sin sentido mayúsculo. Macron es el ejemplo máximo de político desorientado, queriendo montar una guerra con un país en ruinas, quitándole además el sitio de primera fila a Trump. Ídem para Starmer, que está crujiendo a Gran Bretaña con gran denuedo. Está claro que estos políticos “democráticos” completamente idiotas, van a ser remplazados por audaces “Napoleóncitos”, que no harán ascos a la guerra, y lo que venga mientras ellos quede de pie sobre las ruinas.
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