So, if the 2007-09 downturn and the recovery was associated with an unusually high flow of workers from old jobs into new jobs, there has been an unusually high level of training expenses incurred by firms as they have brought workers into new jobs. The large investments by firms in training new workers have inevitably caused measured labor productivity to lag below previous trends when the fraction of workers entering the labor force or requiring new training to learn new skills was likely less than it has been since 2009. This idea, at any rate, does provide some reason to hope for at least a modest improvement in productivity and economic growth over time, even if the human cost of almost a decade of extremely high long-term unemployment is now largely irremediable and irretrievable.
"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James
viernes, 10 de marzo de 2017
Por qué este ciclo no es un ciclo
Draghi: "El euro está aquí para quedarse"
jueves, 9 de marzo de 2017
¿Se equivoca Draghi?
“Wages growth is the linchpin of a self-sustaining rise in inflation . . . that is the key variable,” he said, later adding: “It’s not the only point, but it’s an important element of our assessment.”
miércoles, 8 de marzo de 2017
La gran falacia de la MMT. El dinero no es gratis
Euro moribundia
lunes, 6 de marzo de 2017
El PIB trucado
domingo, 5 de marzo de 2017
Luis Garicano ¿liberal, keynesiano, socialdemócrata?
sábado, 4 de marzo de 2017
¿Qué pasó con la Secular Stagnation?
"evidence suggests that low r-star is a global phenomenon, is likely to be very persistent, and is not confined only to safe assets."
viernes, 3 de marzo de 2017
El populismo y el mercantilismo
Es imposible que los países intercambien artículos sin que uno vea reducido su stock de metales nobles, cosa intrínsecamente ruinosaTocqueville: «No sé si alguien puede citar un caso de nación fabril y comercial que no sea libre. Hay, pues, un estrecho vínculo entre libertad e industria»
Desde Montchrétien, cuyo criterio es asumido por el Discurso sobre el comercio (1621) de Mun, resulta evidente para estos escritores que ninguna nación puede enriquecerse traficando sino a costa de otra . Nación próspera equivale a nación vendedora exclusivamente, que exporta sin importar cosa distinta de oro y plata. Inglaterra está en la fase corsaria de su imperio, y hasta los altos magistrados fantasean con una Hacienda pública que entierra sus tesoros como el capitán Kidd. El axioma de que el comercio solo puede ser unilateralmente ventajoso incluye dos corolarios. Primero, que la industria propia debe ser protegida de cualquier competencia. Segundo, que el metálico de calidad no solo ha de conseguirse a todo precio, sino inmovilizarse en previsión de guerras. El neerlandés Grocio ha escrito su Mare liberum (1608) para pedir que los océanos estén abiertos al tráfico, y la escuela inglesa responde con el Mare clausum de Selden, donde la seguridad marítima se liga a pactos y peajes, pues como dice Mun ciertos mares «pertenecen a su Majestad británica». Para Grocio el dinero es un instrumento de crédito; para el mercantilista es «la riqueza simple y únicamente» (Colbert). Elevado a principio y fin de todo, el stock de metálico fascina precisamente a quienes todavía carecen de expertise mercantil. El hombre más rico de Inglaterra en su tiempo, sir Josiah Child, ha renunciado a las partes más rudas del ideario sostenido por Malynes, Mun, Misselden y otros apóstoles del monopolismo exportador británico. Con todo, su Nuevo discurso sobre el comercio (1668) no descarta «fuerza subrepticia y violencia» para asegurar el «privilegio de mercado», versión actualizada del ius emporii altomedieval que monopolizaban en su día abades y obispos. A su juicio «el comercio exterior produce riqueza, la riqueza poder y éste defensa para nuestro comercio y nuestra religión». No hay término medio entre comercio interior y exterior, y tampoco manera de rehuir una fractura más profunda: a título de consumidores es sencillo encontrar bienes comunes el progreso industrial, sin ir más lejos—, mientras como productores todo son bienes particulares y conflictivos. En definitiva, es imposible que los países intercambien artículos sin que uno vea reducido su stock de metales nobles, cosa intrínsecamente ruinosa. Contemporáneos de los niveladores (levellers) , que llaman estafa a los tratos comerciales, los altos funcionarios y magnates dedicados a disertar sobre ello coinciden con Winstanley en concebir la compraventa como castigo de un contratante por otro. La reciprocidad solo convence en zonas de gran tradición mercantil como Flandes o el norte de Italia, mientras ellos siguen viendo en el comercio algo tanto más legítimo y seguro cuanto más derive de conquista y trato con indefensos o incautos. La oposición entre Dios y Dinero se ha cancelado en gran medida, pero el principio de que «todo lo foráneo nos corrompe» (Montchrétien) presenta el intercambio mercantil en términos de victoria sobre extranjeros e infieles. A medio camino entre ingenuidad y cinismo, otras tesis de la escuela inciden en lo pintoresco. Child, pongamos por caso, cifra los males de su época en banqueros sin escrúpulos, una clase media tentada por «lasciva ociosidad» y un pueblo bajo ávido siempre de lujos. La cifra idónea de hijos por familia sería catorce, y la panacea una reducción en el tipo de interés al 4 por 100 o menos, consumada coercitivamente por el Parlamento. Su compatriota Thomas Manley publica a renglón seguido un opúsculo refutatorio, alegando que la bajada de tipos «incrementaría la embriaguez». Ninguno se detiene a reflexionar sobre los aspectos técnicamente oportunos . El legado del mercantilismo a la posteridad es la balanza comercial, un hallazgo analítico que permite considerar el conjunto de una economía comparando sus exportaciones e importaciones. Pero los mercantilistas son amigos y enemigos del comercio inseparablemente, y acaban creyendo que un superávit en la balanza «mide la suma de los beneficios privados netos de un país». Los bienes económicos les parecen una magnitud fija definida por el punto de partida, como la cantidad de calor o frío que admite cierta epidermis sin quemarse. Un siglo después Smith atestiguará «que ningún país se ha arruinado por una balanza [comercial] desfavorable», y que lo decisivo es «el equilibrio entre producción y consumo».
jueves, 2 de marzo de 2017
Por que el oro no es lo que piensan sus defensores que es
miércoles, 1 de marzo de 2017
La Democracia y Occidente
En el nombre de Dios, amen. Nosotros, los abajo firmantes, leales súbditos de nuestro soberano señor, el Rey James, por la gracia de Dios, Rey de Gran Bretaña, Francia e Irlanda, defensor de la fe, etc.
Habiendo emprendido, por la gloria de Dios y la propagación de la Fe cristiana, y por el honor de nuestro rey y de nuestro país, un viaje para fundar la primera colonia en el norte de Virginia, por la presente, solemne y mutuamente en presencia de Dios, y de cada uno de nosotros, acordamos y nos constituimos todos unidos en un órgano político civil, encaminado a nuestra mejor ordenación y preservación y a la consecución de los fines mencionados; y en virtud de la presente, aprobamos y nos dotamos de leyes justas y equitativas, ordenanzas, decretos, instituciones y organismos, según convenga para el bienestar de la colonia: a lo que prometemos todos la debida sumisión y obediencia. En testimonio de todo ello inscribimos nuestros nombres al pie de esta declaración, en Cape Cod....
Es el primer texto escrito con vocación de constitucional, democrático y que declara nítidamente su deseo de fundar solemnemente una sociedad civil. Por otra parte, es un texto suscrito bajo la advocación de Dios, y ciertamente del Rey, pues entonces no tenían intenciones de romper con la Corona como soberano supremo de esas tierras. Destaca también el respeto de cada uno hacia los demás, como seres iguales que toman una decisión de gobernarse para el bien común, pero entendido esto como protección de la libertad personal. Creen que son hijos de Dios, y por ello iguales en dignidad, lo que da lugar a la primera sociedad no estamental...
Esa sociedad creció, y se independizó de su metrópoli, y luego se convirtió en la Democracia de referencia, el sueño de libertad de millones de europeos que vivían todavía prisioneros de sus propios fantasmas. En 1776 declararon la Independencia.
Desde entonces los dos pilares de la democracia en el mundo son Inglaterra, con su reparto progresivo de poder con La Corona, y EEUU, un República sin corona. En el Continente europeo, después de las guerras napoleonicas, con la impronta de Inglaterra se intenta extender regímenes parlamentarios monarquicos, un reparto del poder entre el rey y el parlamento censitario. En España fracasa la Constitución de Cádiz, por la villanía de Fernando VII, cuyo único objetivo era la monarquia absolutista. Después del Trinio liberal y la invasión de los cien mil hijos de san Luis, que ejercen de policía europea, Fernando VII, contra todo el concierto de países europeos, se hace monarca absoluto.
En suma, en el XIX tenemos dos paises avanzados en gobierno representativo, EEUU e Inglaterra, y un continente más o menos dulcificado por unos regímenes democráticos limitados, pero mejor que lo de antes, y con posible apertura a más libertad.
De todo esto yo infiero que la democracia no es algo universal, sino que depende de la creación de una nación y de unos valores culturales que no son exactamente iguales en todas latitudes. Esos valores son el sustento esencial, y es lo que llamo Occidente, los valores occidentales, que derivan de una religión; aunque esa religión se ha interpretado de muy diferentes formas según sea Inglaterra y EEUU, sea en el Continente, y eso define los avances y retrocesos de unos lugares sobre otros. Primero es la nación, luego la democracia. Es lo que parece deducirse. Que la democracia va íntimamente unida al uso libre del dinero, al crédito, al comercio, es difícil de negar. Sin esos valores, sin esos intereses ¿quien la defenderá sólo por su propio nombre?
Con todo esto, quizás algo confuso, solo quería decir que detrás de la democracia hay unos valores que llevan mucho tiempo con nosotros, los valores de Occidente. No sé si lo he expresado bien. Son difíciles de concretar, porque cada época tiene sus matices. Además, esos valores están muchos en el inconsciente colectivo, no en las ideas racionales. Es lo que Ortega y Gasset llamaba "creencias" frente a las ideas: el hombre se asienta en sus creencias. Y su peso en el conjunto va cambiando. ¿Dónde estamos ahora? No lo sé, pero no dudó que es una nueva fase, inédita.
La democracia estable es una nación unida por el sentido de los valores de Occidente. Por eso no se pliega facilmente a los constructivismos ad hoc.
martes, 28 de febrero de 2017
De la literatura al twitt
lunes, 27 de febrero de 2017
La economía no es un "juego de suma cero". Respuesta a E Zurita
Don Miguel, disculpe mi ignorancia, le agradecería mucho aclarar dos cuestiones:
1) No llego a entender como el crecimiento de población, favorece el crecimiento del
PIB. Entendería que en un escenario en el que haya empresas que están en
crecimiento (y no les es ventajoso subcontratar esta MDO a pasíses de bajo coste),
es decir si demandan trabajadores, es entonces cuando estos cubren estas vacantes,
satisfacen esa demanda y a la vez se convierten en consumidores, que hacen crecer el
PIB.
- Pero entiendo que se ha de dar la primera premisa.
- Y claro está que estos nuevos trabajadores que lleguen no supongan un coste
extra excesivo al país, en relación con el beneficio que aportan. Supongamos
un país como España, Francia o Alemania, en el que se pueda permitir
reagrupación familiar y además una cobertura sanitaria de alto nivel y de
educación universal (lo cual genera gastos muy superiores a las cotizaciones
sociales que aporta el trabajador de cuello azul). Supongamos además que se
generan costes de desempleo (subsidios de desempleo, ayudas de 400€) para los
trabajadores desplazados por esta mano de obra más barata.
¿Cuál es la secuencia que se ha de dar para que el crecimiento de población genere crecimiento de PIB? Entiendo que perspectivas de alta demanda de empleos por parte de las empresas. ¿Es tan beneficioso que vengan tantos trabajadores de cuello azul que generan más costes para el país que los beneficios que aportan? (al empresario no me cabe duda de que le vienen muy bien y eso abarata los precios aumentando el poder adquisitivo, pero eso en muchos casos se puede hacer fabricando fuera, no en todos y no "importando" trabajadores).
2) Decía Ud. que Alemania tiene la obligación de reducir su superávit para que el sur de Europa pueda reducir su déficit. Y que una de las formas más lógicas de hacerlo es aumentando el gasto público (en modernizar infraestructuras, etc.) tipo New Deal. ¿Y eso es ventajoso para Alemania y va a generar fuentes de creación de PIB sostenibles en el tiempo o es una forma solucionar coyunturalmente el tema del superávit incurriendo en gastos que seguro traerán beneficios pero tal vez no sean tan críticos para el pais o no serían gastados de forma óptima (es decir minimizando el coste y maximizando el beneficio)?
A parte de eso, es lógico que Alemania, imponga su ley de hierro, ante unos socios timoratos, que no tienen autoridad moral (por su nivel de despilfarro interno) de decirle nada a Alemania. ¿Están Rajoy u Hollande en disposición de decirle algo a Merkel cuando tras el gobierno de ambos se han disparado gasto público y deuda pública para sostener al enfermo pero no para regenerar la economía?
Muchas gracias por adelantado,
Enrique
domingo, 26 de febrero de 2017
A título recordatorio
Twenty years ago, Tony Thirlwall (1993) summarised Post Keynesian macroeconomics in terms of six core propositions. First, employment and unemployment are determined in the product market, not the labour mar- ket. Second, involuntary unemployment exists, and is caused by deficient effective demand; it is not the result of labour market imperfections, and it would not be eliminated if such imperfections were removed. Third, the re- lationship between aggregate investment and aggregate saving is funda- mental to macroeconomic theory, and causation runs from investment to saving, and not vice versa. As James Meade (1975, p. 82) once put it, the “Keynesian Revolution” involved a mental shift, from the picture of a dog called “saving” that wags its tail called “investment”, to one of a dog called “investment” that wags its tail called “saving”. Fourth, a monetary economy is quite different from a barter economy: money is not neutral, finance is important and debt matters. Fifth, the Quantity Theory of Money is seri- ously misleading, for three reasons. Money is endogenous, so that in the Equation of Exchange (MV = PT) causation runs from right to left, not from left to right; changes in liquidity preference mean that V is not constant; and cost-push forces (especially pressures on wages and primary product prices) often generate inflation well before full employment is attained. Sixth, capitalist economies are driven by the “animal spirits” of investors, which determine investment. (This final proposition is somewhat problem- atic, as will be seen in section 8.3 below.)
The implications of Thirlwall’s six propositions are very clear, and ex- tremely important. Say’s Law is false, so that output and employment are often (perhaps normally) demand-constrained, not supply-constrained. Hence the maintenance of full employment often (perhaps normally) re- quires state intervention. Fiscal policy is not ineffective, and the principle of “Ricardian equivalence” is false (as Ricardo himself recognised). Finally, prices and incomes policies are needed to control inflation. In all of this, the bottom line is the principle of effective demand.
Repensar Cataluña y Europa
... Europa Occidental, además y paradójicamente, ha tenido un poder militar limitado, que hacía galones combatiendo a pueblos indefensos y mal armados, pero que naufragaba en las lides entre iguales...... Desmantelados los imperios y derruidos los países, Europa Occidental quedó convertida en adendum de EEUU y hace agua porque los cimientos sobre los que fue construido el modelo europeo han sido barridos por las transformaciones mundiales de las últimas décadas, sin que la UE muestre mayor capacidad de adaptación...... La OTAN carece de sentido. Su existencia se basa en una premisa que no resiste el más básico análisis: defender Europa de una agresión rusa. Los hechos indican lo contrario: es Rusia la que debe defenderse de la OTAN que, desde 1999, no cesa de ampliarse (este 2017 ingresará Montenegro) y de acumular contingentes y medios militares del Báltico al mar Negro. El peligro y sinsentido de esta política tardo-imperialista queda desnudo con una simple y elemental pregunta: Si la Unión Soviética en la cúspide de su poder, cuando contaba con el Pacto de Varsovia y un crecimiento económico potente, no invadió Europa Occidental ¿por qué habría de hacerlo ahora Rusia, que tiene menos territorio, menos población y menos recursos militares que la URSS en su apogeo?
... es importante conocer la existencia de armas como los misiles hipersónicos, capaces de alcanzar velocidades de 5 mach, es decir, 6.100 kilómetros por hora, lo que les permitiría alcanzar París en 40 minutos y Madrid en 50. Su velocidad los hace virtualmente indetectables a los sistemas antiaéreos actuales, razón por la cual Rusia planea convertirlos en 2020 en espina dorsal de su defensa. No es el único sistema. Un solo misil balístico intercontinental ruso RS-28 Sarmat -Satán 2 para la OTAN-, con 100 toneladas de peso y hasta 15 cabezas nucleares, podría borrar de un golpe países del tamaño de Francia o Alemania. ¿Para qué serviría la OTAN en ese panorama?
sábado, 25 de febrero de 2017
(Des)quilibrio general y macroeconomía
This is an important point, so I will try to restate it within a wider context. Modern macroeconomics, of which Roger’s model is one of the more interesting examples, flatters itself by claiming to be grounded in the secure microfoundations of the Arrow-Debreu-McKenzie general equilibrium model. But the great achievement of the ADM model was to show the logical possibility of an equilibrium of the independently formulated, optimizing plans of an unlimited number of economic agents producing and trading an unlimited number of commodities over an unlimited number of time periods.
To prove the mutual consistency of such a decentralized decision-making process coordinated by a system of equilibrium prices was a remarkable intellectual achievement. Modern macroeconomics deceptively trades on the prestige of this achievement in claiming to be founded on the ADM general-equilibrium model; the claim is at best misleading, because modern macroeconomics collapses the multiplicity of goods, services, and assets into a single non-durable commodity, so that the only relevant plan the agents in the modern macromodel are called upon to make is a decision about how much to spend in the current period given a shared utility function and a shared production technology for the single output. In the process, all the hard work performed by the ADM general-equilibrium model in explaining how a system of competitive prices could achieve an equilibrium of the complex independent — but interdependent — intertemporal plans of a multitude of decision-makers is effectively discarded and disregarded.
This approach to macroeconomics is not microfounded, but its opposite. The approach relies on the assumption that all but a very small set of microeconomic issues are irrelevant to macroeconomics. Now it is legitimate for macroeconomics to disregard many microeconomic issues, but the assumption that there is continuous microeconomic coordination, apart from the handful of potential imperfections on which modern macroeconomics chooses to focus is not legitimate. In particular, to collapse the entire economy into a single output, implies that all the separate markets encompassed by an actual economy are in equilibrium and that the equilibrium is maintained over time. For that equilibrium to be maintained over time, agents must formulate correct expectations of all the individual relative prices that prevail in those markets over time. The ADM model sidestepped that expectational problem by assuming that a full set of current and forward markets exists in the initial period and that all the agents participating in the economy are present and endowed with wealth enabling them to trade in the initial period. Under those rather demanding assumptions, if an equilibrium price vector covering all current and future markets is arrived at, the optimizing agents will formulate a set of mutually consistent optimal plans conditional on that vector of equilibrium prices so that all the optimal plans can and will be carried out as time happily unfolds for as long as the agents continue in their blissful existence.
However, without a complete set of current and forward markets, achieving the full equilibrium of the ADM model requires that agents formulate consistent expectations of the future prices that will be realized only over the course of time not in the initial period. Roy Radner who extended the ADM model to accommodate the case of incomplete markets called such a sequential equilibrium, an equilibrium of plans, prices and expectations. The sequential equilibrium described by Radner has the property that expectations are rational, but the assumption of rational expectations for all future prices over a sequence of future time periods is so unbelievably outlandish as an approximation to reality — sort of like the assumption that it could be 76 degrees fahrenheit in Washington DC in February — that to build that assumption into a macroeconomic model is an absurdity of mind-boggling proportions. But that is precisely what modern macroeconomics, in both its Real Business Cycle and New Keynesian incarnations, has done.
If instead of the sequential equilibrium of plans, prices and expectations, one tries to model an economy in which the price expectations of agents can be inconsistent, while prices adjust within any period to clear markets – the method of temporary equilibrium first described by Hicks in Value and Capital – one can begin to develop a richer conception of how a macroeconomic system can be subject to the financial disturbances, and financial crises to which modern macroeconomies are occasionally, if not routinely, vulnerable. But that would require a reorientation, if not a repudiation, of the path on which macroeconomics has been resolutely marching for nigh on forty years. In his 1984 paper “Consistent Temporary Equilibrium,” published in a volume edited by J. P. Fitoussi, C. J. Bliss made a start on developing such a macroeconomic theory.