Aunque jóvenes cada vez quedan menos. Hay muchos añosos, algunos que parecen zombis, pobremente vestidos y una facha descuidada. No sé si hay una tara detrás, en su historia. Hay unos que todos los días me piden un pitillo. Debe ser que en casa no les dejan, o que no quieren comprar. En todo caso son raros. Van andando como desestructurados, brazos colgando, desganados. Varios llevan tirantes, que no logran sujetarles los pantalones, y se les ve la tripona.
A lo mejor es la calle, que es especializada en zombis. Pero cuando voy al centro, por donde pasan muchos turistas, tengo que decir que todos me parecen muy feos. Parece ser que el turista, ahora, es de clase baja, que come de pie, andando, señal de que no tiene dinero para sentarse en una terraza, aún que sí es un banco público. En todo caso van muy deprisa, se nota que tienen que cumplir el circuito marcado. No me levanta el ánimo el espectáculo. A mí me gustaba antes sentarme en una terraza y ver pasar la gente. En la terraza del Bellas Artes, muy bien colocada. Pero yo creo que todo se ha envilecido. No le saco jugo.
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