Hemos partido de una base muy simple para que nuestro avance sea más sólido. No hemos hecho una narración histórica, pero tampoco lo que hemos contado es completamente a-histórico: es muy probable que las cosas sucedieran así, aunque mucho más lentamente. En otras palabras, hemos contado una evolución de muchos miles de años comprimida en un breve período ficticio. Hemos visto que con las innovaciones, con la ampliación de los mercados (que al principio eran meros intercambios discontinuos y eventuales), y, finalmente, con la aparición del dinero, mejoró el nivel de vida: no sólo en lo material – insisto – sino en el mayor excedente disponible para beneficiar a los más necesitados y en el mayor tiempo disponible para el ocio. Ahora, la incertidumbre frente al futuro persiste, pero es menos intensa la angustia: se dispone de almacenes de bienes para casos de urgencia, como guerras y catástrofes. Pero sólo estamos al comienzo de un camino que nunca se acaba.
El dinero, como vimos en el post anterior, es un gran invento que, como el de la rueda, es anónimo, pero merecería un monumento. Probablemente el dinero nació como un pequeño hábito que se fue generalizando. Probablemente nació en varios asentamientos humanos más o menos a la vez. En todo caso, si con él llegan unas posibilidades que la tribu ni se imaginaba - especialmente la de enlazar el presente con el futuro con una mayor eficacia -, no dejará de tener sus inconvenientes, como toda creación humana. Y estos inconvenientes se producirán siempre, por mucho que avance la tecnología, especialmente uno básico y fundamental: que la cantidad de dinero disponible nunca coincide con el óptimo necesario y suficiente para la sociedad, nunca jamás.
Cuando el dinero era una mercancía como en nuestra pequeña tribu, o cuando hoy mismo se emite de manera tan sofisticada por los bancos centrales, Siempre hay un defecto o un exceso del dinero en circulación. El defecto de la cantidad de dinero puede arrastrar a una depresión (como sucedió en la del año 1929); el exceso de circulante puede llevar a una inflación. En ambos casos la intensidad depende del tiempo que se tarde en corregir el defecto o el exceso. Hay muchas teorías sobre los ciclos económicos, pero para mí la más convincente es la que se basa en las fluctuaciones indeseadas de la cantidad de dinero circulante. No vamos ahora a profundizar en esto; sólo añadamos que siempre será así, y que a lo único que se puede aspirar es a moderar esas variaciones indeseadas, pero no a eliminarlas, pues son en gran parte inesperadas y difíciles de identificar; más aún de cuantificar. En los últimos veinte años los bancos centrales han aprendido mucho, como lo prueba lo que se han reducido las fluctuaciones en producción real y precios, pero no se han eliminado del todo.
Esto diluye un tanto el entusiasmo que mostramos con la llegada del dinero a la tribu. Fue un avance, pero no perfecto. Es cierto que el dinero permite depositar el ahorro en un bien físico, pero como todo bien, su (a)precio fluctúa y hace subir o bajar la riqueza acumulada. Esto deja en el aire la necesidad de otros bienes, parecidos pero no iguales al dinero, que serán los títulos de crédito: los derechos inmateriales de unos sujetos – los prestamistas – sobre otros – los prestatarios – que se desarrollarán poco a poco a lo largo de milenios, que se harán más y más sofisticados y cada vez más asequibles, pero que en esencia son eso: derechos de propiedad sobre un bien que, por primera vez cuando aparece, es inmaterial. El dinero era un símbolo, pero material: se podía tocar, y guardar. Ahora aparece, en un estadio más evolucionado, el “debe” y “haber”, el crédito y la deuda, la confianza en otros... actividad absolutamente necesaria para que las personas más creativas emprendan proyectos a largo plazo.
"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James
There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)
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