La economía es fruto de una actitud moral del hombre. Suele pensarse lo contrario: que la buena economía consiste en dar rienda suelta al egoísmo sin tasa, y el más fuerte y listo, que triunfe. Es un craso error pensar así, pero es un error que incluso algunos (seudo)liberales propugnan alegremente. Adam Smith -el primer codificador de la naturaleza económica del hombre- escribió su "Teoría de los sentimientos morales" antes que "La causa de la Riqueza de las naciones..." Sus propuestas son, hoy todavía, válidas: el hombre nace con unos impulsos morales (que naturalmente han de cultivarse); es un ser que vive en sociedad, que se juzga a sí mismo y que quiere ser estimado por los demás. Estas dos poderosas fuerzas le impulsan a comportarse correctamente según los cánones sociales (aunque siempre está la tentación de no actuar así y hacer el mal a los demás). estos cánones dependen de factores históricos y evolutivos, y llevan a unas sociedades al progreso social y a otras al estancamiento. Ahora bien, el hombre es sumamente imperfecto y su tendencia a desproteger a, o aprovecharse de los débiles, ha de corregirse mediante leyes y el brazo ejecutivo, que llegan a dónde la bondad o la correción individual no llegan. La ley protege la acción de los individuos no dañina a los demás, y reprime la acción negativa para los demás (las cosas no son tan perfectas, claro).
No otra cosa dice Greenspan, por ejemplo, en su biografía recién publicada: En sus cientos de viajes ha visto que hay una naturaleza básica común, y que cuando la ley protege la libertad, el hombre inventa, crea, y prospera. Cuando una sociedad se rige por un canon moral comunmente aceptado que defiende la libertad, surge lo mejor, lo más creativo del hombre, y todos nos beneficiamos.
Ese canon moral se lo debemos todos, los occidentales, al cristianismo. Esta afirmación, aparentemente forzada, es muy fácil de comprobar geográficamente: se coge un mapa, se traza una línea en torno a los países con tendencia a regirse con un parlamento y separación de poderes, con garantías constitucionales en vigor, y sale una coincidencia con los países de raíz cristiana.
De manera que no hay incompatibilidad entre economía y moral: todo lo contrario. Si acaso lo que hay es morales de distinta raíz. Y lo que no se ha visto que funcione es la moral implantada desde la Razón: la Revolución Francesa y la Soviética son elocuentes en esto.
Esto explica muchas cosas: por ejemplo, por qué Polonia no ha tenido problemas para adaptarse a las normas económicas de occidente, y Rusia, o Bulgaria, o Rumanía sí (los ortodoxos son un caso aparte del cristianismo, y es que siempre han estado estrechamente ligados al poder dictatorial), por no hablar de los países musulmanes o induistas o...
Tengo que hablar más despacio del libro de Greenspan, que estoy leyendo, y del "misterio" de la diferencia entre un occidente, el europeo, y otro, el americano. Es un tema apasionante sobre el que he leído y escrito mucho.