Cuando yo estudiaba economía, estaba bien establecido como dogma que las devaluaciones de los años de entreguerras fueron una manera perniciosa de salir de la crisis, pues al devaluar (salirse del patrón oro) se fastidiaba al vecino; eso, según esta teoría, trajo la guerra. Una de las razones esgrimidas en Bretton Woods fue evitar esas (falsas) devaluaciones competitivas...
Lo sorprendente es lo que se ha mantenido en vigor esa falsa creencia, pues ya Friedman la sacaba del tablero en 1962 (Monetary History of United States...), demostrando que la culpable de la crisis había sido la actitud contraria, de restringir la liquidez.
Aquí ya habíamos hablado del excelente artículo de Douglas Irwin (aquí) sobre el efecto contractivo que tuvo la política de algunos países
-especialmente Francia- de acaparar oro a un tipo de cambio muy bajo, lo cual secó los mercados de dinero del mundo.
Hoy, vía Krugman, recuperamos un trabajo decisivo de Eichengreen y Sachs (aquí), donde se refuta contundentemente esa falsedad.
La política de Francia hizo fluir al oro hacia dicho país, que llegó a acaparar el 30% del oro mundial. Los precios de los mercados mundiales cayeron un 40%.
Si, simplemente, los países competidores hubieran devaluado su monedas saliéndose del oro (como hicieron Inglaterra 1931, y EEUU 1933), la oferta mundial de liquidez hubiera aumentado, y los precios hubieran subido (como pasó en EEUU) con la demanda mundial. Quizás Alemania se hubiera recuperado de sus cargas financieras, exportando. No fue, por lo tanto, la devaluación, sino la persistencia en mantener la paridad oficial de algunos países, lo que provocó la peor crisis de la historia.
Sin embargo, esa falacia sigue en pleno vigor. De hecho, el euro tiene mucho que ver con la excusa de evitar "devaluaciones competitivas" entre los países de la UE. Bien, ya se han evitado y se ha trocado por la "desinflación competitiva", con el resultado conocido por todos. Ahora también, de paso, se ha congelado el dinero (salvo en Alemania), lo cual puede traer una depresión en 2012 nada benigna, o peor, la muerte del euro.
Una devaluación es la contrapartida de un aumento de la oferta monetaria. Ante ella, otro país puede contrarrestarla dejando apreciar su tipo de cambio o, si su demanda interna es débil, devaluar a su vez y aumentar su oferta monetaria. Si todos hacen lo mismo, la oferta monetaria mundial habrá aumentado, lo cual es recomendable si los precios mundiales están cayendo, claro.
Al no haber un banco central mundial que decida la oferta monetaria mundial, cada país debe ser libre de decidir cuál es su política monetaria, aislándose, si lo prefiere, dejando fluctuar su tipo de cambio. Si la contracción interna es muy seria, ya le exigirán sus ciudadanos que rectifique, o al revés si la inflación sube.
Mientras no haya una democracia mundial, el método menos malo es que cada uno se ocupe de su patio, y que los mercados cambiarios se ajusten y aíslen cada uno de los demás.
Esto no es aplicable, hoy, ahora, al mundo, pero sí, indudablemente, al espacio del euro. El euro impide devaluar, pero no aumentar la liquidez para que los países periféricos puedan ver aumentar su demanda interna y externa.
No hay "devaluaciones competitivas", y menos si los mercados cambiarios son libres.
Lo sorprendente es lo que se ha mantenido en vigor esa falsa creencia, pues ya Friedman la sacaba del tablero en 1962 (Monetary History of United States...), demostrando que la culpable de la crisis había sido la actitud contraria, de restringir la liquidez.
-especialmente Francia- de acaparar oro a un tipo de cambio muy bajo, lo cual secó los mercados de dinero del mundo.
Hoy, vía Krugman, recuperamos un trabajo decisivo de Eichengreen y Sachs (aquí), donde se refuta contundentemente esa falsedad.
La política de Francia hizo fluir al oro hacia dicho país, que llegó a acaparar el 30% del oro mundial. Los precios de los mercados mundiales cayeron un 40%.
Si, simplemente, los países competidores hubieran devaluado su monedas saliéndose del oro (como hicieron Inglaterra 1931, y EEUU 1933), la oferta mundial de liquidez hubiera aumentado, y los precios hubieran subido (como pasó en EEUU) con la demanda mundial. Quizás Alemania se hubiera recuperado de sus cargas financieras, exportando. No fue, por lo tanto, la devaluación, sino la persistencia en mantener la paridad oficial de algunos países, lo que provocó la peor crisis de la historia.
Sin embargo, esa falacia sigue en pleno vigor. De hecho, el euro tiene mucho que ver con la excusa de evitar "devaluaciones competitivas" entre los países de la UE. Bien, ya se han evitado y se ha trocado por la "desinflación competitiva", con el resultado conocido por todos. Ahora también, de paso, se ha congelado el dinero (salvo en Alemania), lo cual puede traer una depresión en 2012 nada benigna, o peor, la muerte del euro.
Una devaluación es la contrapartida de un aumento de la oferta monetaria. Ante ella, otro país puede contrarrestarla dejando apreciar su tipo de cambio o, si su demanda interna es débil, devaluar a su vez y aumentar su oferta monetaria. Si todos hacen lo mismo, la oferta monetaria mundial habrá aumentado, lo cual es recomendable si los precios mundiales están cayendo, claro.
Al no haber un banco central mundial que decida la oferta monetaria mundial, cada país debe ser libre de decidir cuál es su política monetaria, aislándose, si lo prefiere, dejando fluctuar su tipo de cambio. Si la contracción interna es muy seria, ya le exigirán sus ciudadanos que rectifique, o al revés si la inflación sube.
Mientras no haya una democracia mundial, el método menos malo es que cada uno se ocupe de su patio, y que los mercados cambiarios se ajusten y aíslen cada uno de los demás.
Esto no es aplicable, hoy, ahora, al mundo, pero sí, indudablemente, al espacio del euro. El euro impide devaluar, pero no aumentar la liquidez para que los países periféricos puedan ver aumentar su demanda interna y externa.
No hay "devaluaciones competitivas", y menos si los mercados cambiarios son libres.
2 comentarios:
En esto soy completemante monetario. Creo que Friedman tenía razón en esto. Y la historia lo prueba una y otra vez, la mejor manera de ajustar diferentes niveles de competitivdad, productividad, decisiones sobre cuánto trabajar y descansar, tipos de crecimiento y tipos de inversión (incluso estados diferente del desarrollo) es mediante los tipos de cambio.
Cualquier otro tipo de ajuste es peor. A la gente le importan las variables nominales no reales.. y eso cuesta mucho de entender a quien se piensa que los agentes son pleni-ptotentes y magos con poderes de adivinación y analisis.
totalmente de acuerdo.
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