El otro día me encontré en la estantería un viejo libro: "La Peste" de Camus. Camus fue premio Nobel, pero creo que no por este libro. Si no hubiera escrito otros... Yo leí la Peste hace muchísimos años, cuando creía que todo libro tenía un mensaje que hay que descubrir. No descubrí ninguno, Pero lo que nunca olvidé es un extraño personaje -llamado Grand- que predica una filosofía de la vida peculiar: él nunca ha progresado, no le han ascendido, por su inseguridad y timidez; pero, como siempre ha ajustado sus necesidades a sus escasos recursos (su sueldo de funcionario gris, pero leal), nunca ha pasado penalidades.
El personaje me dejó un rastro de tristeza que nunca olvidé, pese a que olvidé todo lo demás. Grand es un "renunciador" a todo: a las pasiones, que son peligrosas, a la expresividad -está obsesionado con escribir sin adjetivos- al amor de una familia... Es un frío espectador concentrado sólo en su subsistencia gris.
¿Tendría razón aquel se flotante, me preguntaba, será la actitud correcta? Es tan gris que la Peste que asola la ciudad no le toca.
Me lo ha traído a la memoria Rajoy. Rajoy es completamente distinto a Zapatero. Zapatero tenía sueños, absurdos y peligrosos, que intentó llevar a la realidad. De ahí el desastre que ha dejado atrás. Es como un Calígula; no ha puesto a su caballo en el Senado, pero ha hecho ministra a Pajín, algo abochornante para cualquier español (al menos para mí).
Rajoy ha hecho un discurso digno de Grand, ese personaje de la Peste. Nos ha prometido que mediante el ajuste fiscal, la austeridad, la renuncia, acabará con todos los problemas, sobre todo el paro. Renunciando a necesidades ante cada nuevo problema, alcanzaremos la felicidad grandiana. En España hay peste, pues seamos no sólo estoicos, sino faltos de ambiciones -que no es lo mismo.
En realidad llevamos ya muchos años en ese camino, hacia la conquista de la mediocridad. La entrega plena a la mediocridad, de la responsabilidad a Europa, del orgullo al basurero, de la decisión responsable al consenso, vamos perdiendo jirones cada vez más grandes de nuestro futuro. Rajoy ha anunciado un gran compromiso con el consenso, que es como entregarse al adversario antes de discutir.
Porque lo primero que se pierde con la actitud de Grand es la ilusión de futuro. Y un país no puede vivir sin eso. Lo malo es que nos han hecho creer que sí.
El personaje me dejó un rastro de tristeza que nunca olvidé, pese a que olvidé todo lo demás. Grand es un "renunciador" a todo: a las pasiones, que son peligrosas, a la expresividad -está obsesionado con escribir sin adjetivos- al amor de una familia... Es un frío espectador concentrado sólo en su subsistencia gris.
¿Tendría razón aquel se flotante, me preguntaba, será la actitud correcta? Es tan gris que la Peste que asola la ciudad no le toca.
Me lo ha traído a la memoria Rajoy. Rajoy es completamente distinto a Zapatero. Zapatero tenía sueños, absurdos y peligrosos, que intentó llevar a la realidad. De ahí el desastre que ha dejado atrás. Es como un Calígula; no ha puesto a su caballo en el Senado, pero ha hecho ministra a Pajín, algo abochornante para cualquier español (al menos para mí).
Rajoy ha hecho un discurso digno de Grand, ese personaje de la Peste. Nos ha prometido que mediante el ajuste fiscal, la austeridad, la renuncia, acabará con todos los problemas, sobre todo el paro. Renunciando a necesidades ante cada nuevo problema, alcanzaremos la felicidad grandiana. En España hay peste, pues seamos no sólo estoicos, sino faltos de ambiciones -que no es lo mismo.
En realidad llevamos ya muchos años en ese camino, hacia la conquista de la mediocridad. La entrega plena a la mediocridad, de la responsabilidad a Europa, del orgullo al basurero, de la decisión responsable al consenso, vamos perdiendo jirones cada vez más grandes de nuestro futuro. Rajoy ha anunciado un gran compromiso con el consenso, que es como entregarse al adversario antes de discutir.
Porque lo primero que se pierde con la actitud de Grand es la ilusión de futuro. Y un país no puede vivir sin eso. Lo malo es que nos han hecho creer que sí.
5 comentarios:
Muy bien dicho Luis
gratiae Petrus
No estoy de acuerdo contigo Luis. Yo creo que un país sí puede vivir sin ilusión de futuro. Y los países comunistas (sobre todo en las décadas 60, 70 y 80) son prueba de ello.
Si el comunismo funcionase y no se hubiesen dado además otras circunstancias que, sumadas a la crisis económica, ayudaron a que la Unión Soviética cayese en 1989 dicho país aún existiría.
Y su sociedad sería exactamente eso; una sociedad sin ilusión de futuro (por ejemplo; Cuba; hace unos meses les dieron, por primera vez, una olla a presión por familia...tras más de 50 años de Revolución).
Sin quererlo ni beberlo he dado de "primera mano" la historia de Alemania del Este a través de mis diferentes profesores de alemán (unos tenían familiares allí y otros vivieron aquello) y créeme; era una sociedad sin ilusión.
Todos (o la inmensísima mayoría) tenían trabajo, pero éste era gris (como comentas) y sin posibilidades de mejora. Había tropecientosmil espías para controlar...a la propia población (recomiendo la película La vida de los otros; tras la mal llamada "caída" del muro, ya que en realidad fue tirado por la población, se pudo acceder a los archivos de la Stasi y muchos ciudadanos comprobaron cómo los hechos más importantes, pero también los más nimios, de su vida estaban perfectamente documentados).
Y sin embargo estoy seguro que, de no haber caído la Unión Soviética, Alemania Oriental seguiría existiendo y, junto con ella, un país sin ilusión de futuro.
Bueno, quizás tuvieran una ilusión; una olla exprés (o el regalito "equivalente" al nivel de vida de Alemania Oriental) por familia...cada 50 años.
¿No es exactamente lo que digo?
Cierto. Mea culpa. Falta de horas de sueño...
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