"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 5 de abril de 2013

Viajar sin despegarse de la cama

No soy muy de recomendar cosas, ni libros ni nada (bueno, esto es patentemente falso: tenia razón Goethe: nuestra mayor impulso es comunicar nuestros hayazgos). Leo un libro ahora que no me puede resistir a comentar. Se trata de "En el gallo de hierro", de Paul Theroux. Es un vieja a través de la China, un viaje fascinante, unos años después de la Revolución Cultural.

Pueden considerarlo un mal sucedáneo del viaje narrado. Para mí es más que eso, no sólo por mi pereza -no me imagino darme el palizón que se da el autor viajando semanas y semanas en un tren de vapor (cuyo nombre da título al libro; y si alguno es tan raro para leer el libro, y luego ir in situ a ver si lo que cuenta es verdad, allá él-, sino porque no me interesa lo más mínimo si es verdad o no: lo que me interesa es la fascinación del viajero trasladada a través de la palabra. Mucho más mágico que verlo con tus propios ojos.

El caso es que nunca pensé que China fuera tan interesante y distinta de cómo me la imaginaba, fuera de los clichés que más o menos tenemos todos. Theroux va hablando con la gente que se encuentra, y resulta que los chinos son unos finos ironistas que hablan de su triste pasado con gran sentido del humor. Su triste pasado es sobre todo la "Revolución Cultural" de Mao, algo terrible que trastocó absolutamente todos los valores emocionales e intelectuales a dónde llegó.

En realidad fue un socavamiento anti-cultural: fue un movimiento contra todo lo establecido: los médicos fueron mandados a cargar mierda de pollos, los ingenieros a reparar aparatos de radio viejos e inservibles, los creyentes fueron despojados de sus lugares de culto... Fue una gran hecatombe que, no obstante, se contempló con idiota complaciencia por la intelectualidad occidental, la que hubiera sido la primera víctima de ese horror. No lo duden: el primer signo de decadencia es el masoquismo de las clases altas y cultas. Yo tuve amigos que eran maoístas. Todos eran de buena familia. No eran peligrosos (eran cuatro), pero a veces decian imbecilidades que te helaban la espina dorsal.

El método seguido por Mao fue tan eficaz como siniestro: se reclutaron voluntarios para la represión, los "guardias rojos": el que no se ofrecía voluntario pasaba enseguida a ser sospechoso de burgués decadente y represaliado. La cultura era considerada un obstáculo para la Revolución maoísta. Había que destruirla. Hablar lenguas foráneas era un gran pecado. Se derrumbaban templos, se quemaban libros, y a cambio se "ilustraba" al pueblo con miles de sentencias de Mao. No es que hubiera escrito miles, apenas unas decenas, pero se repetían machaconamente. Lo cual era peor si cabe. Obviamente, fue el inspirador de la purga de los Jemeres rojos.

Den Xiao Pin fue el gran político que acabó con aquella pesadilla, el fundador, para bien o para mal, de la China de hoy.

El viajero nos cuenta qué ha quedado después de esos 15 años de terror. Pues lo que cuenta es interesantísimo, especialmente lo que opinan los chinos de aquello, visto desde el hoy. Una de las historias más interesantes es la el "Rincón del Inglés". En un rincón del parque del Pueblo, de Pekín, dieron en quedar unos chinos para hablar en inglés, como signo de rebeldía y a la vez de asomar el alma a la libertad. Allí se enseñaba inglés al que quería. Eso se consolidó y cada semana, desde entonces, se forman grupos en el que se habla en inglés, se enseña, y esta mal visto hablar en otra lengua. El viajero habla con ellos, y parece más un club londinense de caballeros que otra cosa. Hay uno que se pone a hablar en alemán, y otro se enfada, porque allí "sólo se puede hablar inglés".

No menos fascinante es el viaje hacia el interior, en un destartalado tren, que recorre regiones áridas insólitas, donde vive gente no menos curiosa. Puede buscarse, a la vez que se lee, en Google los nombres de las ciudades, pero no lo recomiendo. Es mejor quedarse con las imágenes impresionistas del viajero. La lectura es un flujo interior, telepático, donde no se debe buscar objetividad. Es lo de menos.

Ah! Lo tiene gratis en Papyrefb2. Pero sé que no me harán caso.



1 comentario:

Anónimo dijo...

menudo haLLazgo !