"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 12 de julio de 2013

Incertidumbre y probabilidad

Lord Keynes nos ofrece una excelente explicación de la diferencia ¿insalvable? que separa el concepto "riesgo" de "incertidumbre". Riesgo es un futuro que se puede acotar cuantitavamente; incertidumbre es un futuro que no se puede acotar más que con argumentos cualitativos con un alto grado de subjetividad.

Por lo que cuenta el autor, me parece que los intentos que se han hecho para saltar "al otro lado del espejo" y cuantificar de alguna manera la incertidumbre (como la teoría de probabilidad bayesiana), no han logrado "volver de allá". O por lo menos no han conseguido una aplicación generalizada en sustitución del supuesto racionalista de que los agentes toman la mejor decisión objetiva, ponderada por los riesgos.

Keynes dijo que hay decisiones de futuro que se toman por estados de ánimos subjetivos, porque no hay información suficiente sobre el futuro para saber si la decisión será un éxito o un fracaso. Eso tiene una consecuencia: la remuneración exigida por inventir es volátil, y muy influenciada por el estado de ánimo social. Si cunde el optimismo, la prima de riesgo exigida se reduce, mientras que si cunde el pesimismo, la prima de riesgo se eleva a niveles que hacen imposible el pleno empleo.

Una prima de riesgo volátil hace que en algunos momentos el tipo de interés como recompensa del ahorro sea muy bajo, lo que desvía la proporción de renta al consumo y la inversión, y en otros sea demasiado alto, lo que produce el efecto de aumentar el ahorro y reducir el consumo y la inversión. En suma, debido a ese componente subjetivo, no hay un tipo de interés natural(Wicksell), objetivable, que mantenga el equilibrio entre ambas magnitudes. Lo normal es que haya exceso de una o de otra. Cuando esos excesos de demanda u oferta son pequeños, son fácilmente reconducibles, pero a veces son acumulativos y se retroalimentan.

Se pueden modular las diferencias conceptuales entre incertidumbre y riesgo, pero siempre habrá un elemento subjetivo subyacente. Hay muchos ejemplos de inversiones exitosas que se hicieron por un sueño o una corazonada, o un desafío a sí mismo, y también de otras fracasadas. La inversión creativa no es un resultado de un racionalismo ponderado. A veces ese elemento de éxito mueve a las masas, que cuando ven que un mercado sube, no quiere quedarse al margen. Se intenta participar en lo que parece un éxito seguro comprando acciones, derivados, bonos, lo que sea... Eso puede llevar a la unidireccionalidad de las inversiones, en detrimento de otras, lo que propicia una burbuja: una inversión masiva en un mercado, sea inmobiliario, sea materias primas, o un determinado segmento.

Lo que hace posible el salto de un proyecto de inversión más o menos subjetivo y la captación de ahorro suficiente para realizarlo es el sistema financiero. El ahorrador es la persona dispuesta a aplazar el consumo de hoy, a cambio de una recompensa que le permita consumir más mañana. El inversor es el que tiene un proyecto de inmovilización de ese ahorro, con el que espera ganar en un futuro incierto una recompensa imprecisa. Entre ambos no podría haber acuerdo si no fuera por el sistema financiero. Éste toma el ahorro de los millones de consumidores a cambio de un tipo de interés. Generalmente ese ahorro está disponible a la vista o a un plazo convenido para el depositante. Estos fondos se prestan a más largo plazo a los inversores con proyectos de cumplimiento incierto. El banco o entidad que hace eso está, por lo tanto, cerrando un bache entre el ahorro personal sin visión de futuro y la inversión productiva, incierta, arrisgada, un bache que no sería posible salvar sin esa función específica de la banca. Este bache es tanto más grande cuanto menos nombre tenga el inversor. Probablemente una compañía comoTelefónica tenga más fácil pedir al banco 10 mm de euros que un desconocido con un bipuen proyecto la décima parte . Los banco cumplen la función esencial de convertir ahorros individuales descoordinados en capital productivo.

Por lo tanto el banco toma un riesgo que ha de cuantificar -traducir a probabilidades-, para comparar con otros proyectos presentados, y elegir. Al hacerlo será difícil evitar un alto componente de subjetividad, tanto más cuanto más creativo e incierto esa el proyecto. Pues lo normal es que el banco tenga establecidos modelos de riesgo, más o menos sofisticados, basados a en larga estadísticas pasado, que le fijen los proyectos asumibles por si mismos y por su diversificación de riesgos. Además, el banco tendrá una regulación del la Autoridad Monetaria, que le obligue a cubrir sus inversiones según el riesgo.

En este proceso de conversión de materia bruta (ahorro, inversión) en algo moldeable, se comete el qbuso sistemático de reducir la incertidumbre a riesgo calculable. La necesidad de medir y comparar, de contabilizar y gestionar, hace ineludible que la incertidumbre, por definición no medible, se transforme en cantidades.

Pero eso no quiere decir que se haya eliminado la subjetividad. Por mucho que esté regulada y supervisada la función bancaria, subyace un elemento de subjetividad que propicia el carácter pro cíclico del crédito bancario, pues esa subjetividad se transmite del inversor a la banca y de esta al ahorrador a través del clima social. El clima social es el que impulsa a la gente corriente a comprarproductos financieros más arriesgados de lo que parecen, y a la banca ampliar sus activos ,as de lo aconsejable. Y cuando más fuerte sea la pulmón social, más se adaptarán los modelos de riesgo al clima social, sin perder un ápice de su apariencia de objetividad científica.

Incertidumbre y riesgo, progreso y caída. Para que la sociedad avance en su lucha contra la escasez es necesaria la complejidad que permite transferir la incertidumbre del inversor último al ahorrador. Eso se suele lograr en un proceso financiero cuyas complejidades apenas hemos esbozado aquí. Ese proceso necesita de unos elementos que son muy inconstantes, como son la confianza, la visión común del futuro, y una serie de componentes subjetivos que se infiltran en todos los eslabona de la cadena, del más simple (el tendero que de "me pagas mañana, o cuando puedas"), al más complejo (un banco que confía refinanciarse mañana en el interbancario y renueva un préstamo a un cliente.

Sin esa complejidad estaríamos más cerca de la pobreza, de la necesidad, como de hecho hemos comprobado ahora, en esta crisis, en las noticias de segmentos de la población que empiezan a sentir necesidades inimaginables hace unos años. Pero esa complejidad conlleva una inestabilidad, que es lo que las autoridades han de vigilar para que no se llegue a extremos que descarrilen el proceso.

Por lo tanto, la inestabilidad es inherente al capitalismo. Se puede y se debe intentar regular sus puntos más débiles, pero siempre habrá alzas y bajas, y a veces muy intensas. Porque se pueden prever ciertos riesgos evidentes, pero no todos. De todas formas, hay instituciones lo bastante capacitadas para suavizar los excesos, aunque no para eliminarlos del todo. Lo malo es cuando esas instituciones están confusas, mal dirigidas, y no saben elegir entre un riesgo evidente y traumático y uno convencional y menos dañino. Y lo peor es que la gente se deje engañar y creer que la dureza de lao tiempos es inevitable, o que es el juro castigo por nuestros excesos. Para creer eso hay que creerse que todos somos clarividentes, y que nuestra pérdidas se deben a que hemos asumido riesgos perfectamente calculables y por lo tanto sabiendo las consecuencias probables. Eso es rotundamente falso.

Como es falso también que todos seamos iguales en información disponible, en responsabilidades, en consecuencias ante la ley. No lo somos ni lo seremos nunca. La información es fuertemente asimétrica, la ley no es igual para todos, etc. No he hablado de eso para demostrar que, aunque así fuera, es un error dejar que la gente se hunda sin usar las palancas disponibles para abreviar los malos tiempos.

3 comentarios:

garygoogly dijo...

Entre los puntos de partida que ponen en movimiento todo el proceso de inversión se otorga desde tiempo inmemorial al ahorrador una preeminencia como consecuencia de lo que habitualmente se presenta como una acto de sacrificio de su parte.

Es la justificación del interés. Así, de acuerdo a la ortodoxia más incuestionable, afirmas...

"El ahorrador es la persona dispuesta a aplazar el consumo de hoy, a cambio de una recompensa que le permita consumir más mañana."

El problema con esta afirmación, en mi opinión, es que no se ajusta a la realidad. Los grandes ahorradores, aquellos cuyo balance financiero es ampliamente positivo, no podrían consumir todo lo que su capacidad de compra les permite consumir.

O si lo hicieran, en un acto de lo que la convención denomina despilfarro, supondría , gracias a la inexorable segunda ley de la termodinámica, una segura incapacidad de obtener una utilidad tan alta como la que permite obtener un consumo diferido y acomodado a los "tempos" que desea marcar el rentista.

Al contrario, la inversión, lejos de representar un sacrificio presente para el ahorrador , es, siempre en mi opinión, la única forma de garantizar que su anhelada vida de rentista pueda consumarse. Sus derechos de propiedad sobre la producción futura, concretados en su superávit financiero, obtienen su virtualidad unicamente si la población activa invierte y produce en un futuro lo suficiente para productor y ahorrador.

El reconocimiento de esta relación circular entre instrumento financiero e inversión me parece imprescindible para poder salir del atolladero en que estamos metidos. Se le puede llamar, también, cooperación.

He llegado a tu blog a través de un comentario en Pilkington. Me alegra saber que existes. Una bocanada de aire interesante en la gris blogosfera hispana.

Salud

www.MiguelNavascues.com dijo...

Lo único que pretendo es que se distinga la diferente motivación entre el ahorrador y el inversor. Se suelen confundir, u se suele decir que el interés es el incentivo del inversor, quiero hacer hincapié en que el ahorrador es una persona totalmente diferente al inversor. Los riesgos son completamente distintos.

www.MiguelNavascues.com dijo...

Los modelos suelen hablar de un sólo tipo de interés, y ese tipo suele ser el del ahorro, aunque lo usan también como el tipo de interés de la inversión.
Entre ambos hay un colchón no estable, ua prima de riesgo que varía según el estado de ánimo u otros elementos subjetivos.