"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 18 de mayo de 2014

Keynes y los salarios

Llevado por "Lord Keynes", he leído el capítulo 19 de la Teoría General de Keynes sobre los salarios y los precios. Intenta ser un refutación de la teoría clásica que se basa en el ajuste de los salarios para que el empleo vuelva a su nivel de pleno empleo. Por el contrario, Keynes saca a la luz variables más relevantes para explicar la caída del empleo: a demanda efectiva y el tipo de cambio adquieren más relevancia.

Los clásico tienden a dar por hecho que mientras los salarios y precios se mueven, la demanda efectiva se queda quieta. Es decir, que al caer los salarios y los precios, la demanda de consumo y de inversión de la economía no se va a mover; simplemente, empresarios y familias van a esperar que que precios y salarios nominales lleguen al nuevo equilibrio salarial real, mientras ellos no revisan sus planes de de futuro. Es un supuesto heroico pensar que los trabajadores y empresarios mueven los salarios y precios hasta que el salario real encuentra su no nivel óptimo.

Esto podría ser verdad para una industria, pero no para toda la economía. Una industria se enfrenta a una curva de demanda inclinada que le indica la elasticidad-precio de su producto, y una curva de oferta que le dice hasta donde puede elevar el salario para atraer trabajadores. En caso de una caída de sus ventas, puede moverse a lo largo de esas curvas, bajando el precio de su producto, y bajando también el salario, de manera que puede esperar mantener sus márgenes.

Con que introduzcamos un elemento de incertidumbre, vemos que esto es imposible para el conjunto de las industrias, porque lo que hacen otras afecta negativamente a sus ventas, con lo que se ve en la amarga necesidad, siguiendo la férrea lógica clásica, de volver a moverse a lo largo de sus curvas de oferta y demanda, reduciendo precios y salarios. Si todos actúan así, el efecto general es una caída de la demanda de consumo y de inversión, porque la lógica individual no es aplicable al conjunto de la economía. La caída de la demanda colectiva despierta el pesimismo sobre el futuro y las empresas y las familias empiezan a gastar menos y atesorar más dinero, lo que refuerza el mecanismo circular a la baja. Al final, los,efectos globales perturban esas curvas de oferta y demanda individuales en las que se confiaba.

Hasta ahora hemos hablado de una economía cerrada, sin alusión al sector exterior. Pero Keynes lo tiene en cuenta, y dice que para una economía muy abierta, como Gran Bretaña, necesitará de un tipo de cambio libre que, devaluandose, permita mayor autonomía interna para determinar precios y salarios. En suma, que no se vean forzados a ajustarse en una devaluación interna como la que nos ha forzado a tomar el euro.

En suma, el ajuste vía salarios y precios no repone el empleo, pues mientras tanto la demanda agregada no se está quieta: iniciará un movimiento a la baja auto alimentado. Si la única válvula de escape es el movimiento de los precios y salarios, y no hay un tipo de cambio que ayude a alinear estos con los precios y salarios de los demás países, el resultado será un duro ajuste de la producción nacional.

Hasta ahora no hemos mencionado las condiciones financieras de partida, pero Keynes siempre tuvo en cuenta la Debt Deflation. La tendencia a atesorar será tanto mayor cuanto más deudas se hayan acumulado. Aquí podría confiarse en la flexibilidad del tipo de interés, que al bajar redujera el coste del endeudamiento haciendo más llevadera la devolución de las deudas. Pero si los precios caen, las rentas caen, y por lo tanto la ratio de deuda/renta aumenta. Con una situación de partida de endeudamiento + derrumbe de los precios de los activos (= empobrecimiento de todos los sectores) la caída de precios y salarios nominales empeoran y alargan el proceso de ajuste. Más, si no hay una válvula de escape vía tipo de cambio.

Puede suceder que el tipo de interés baje al mínimo histórico, como de hecho pasa a hora en la zona euro. Esto no hace más que acercar el riesgo de alcanzar un punto de ZLB, en el que el banco cental no puede hacer nada para bajar más los tipos, pues la preferencia por la liquidez con tipos de interés muy bajos y precios cayendo, se hace infinita. El tipo de interés cero con deflación es signo de que las expectativas de los inversores, que han visto derrumbarse el valor de sus activos, son nefastas. Eso hace caer toda la cadena de tipos de interés, desde la eficiencia marginal del capital hasta el tipo interbancario a un día, los dos extremos de la curva de rendimientos. La gente se va desplazando del riesgo a los seguro y de menor a mayor liquidez. No es el BCE el que baja los tipos, son las malas expectativas de rendimiento de la inversión las que bajan todos los,tipos intermedios.

Se puede alegar - de hecho lo hace la mayoría- que a largo plazo se disipan estos efectos. Aquí se podría discurrir qué se considera largo plazo. Europa lleva desde finales de 2007 inmersa en este tipo de relaciones perversas. Seis años de acumulación de desequilibrios, cada vez más didicil y penosos de contrarrestar con flexibilidad de precios y salarios, que no han logrado más que aproximarnos a una zona de deflación.

Largo plazo, ¿es el tiempo de 3 décadas que lleva Japón sin crecer y con unos precios en suave caída? Algunos economistas creen que vamos a una japonización de Europa, es decir, con bajos crecimientos y altas tasas de paro durante décadas. Japón también ha pasado por breves episodios de recuperación, que sin embargo no han impedido que todo haya seguido deteriorándose.

Japón y la crisis han llevado a que algunos hablen de Secular Stagnation como el futuro más previsible.

Wofgang Münchau no cree que el BCE vaya a cambiar radicalmente de procedimiento. Lo cual lleva a un a previsión de una inflación secular no más alta del 1%. Según Münchau, haga lo que haga el BCE, llegará demasiado tarde.


The ECB is facing a genuine dilemma – beyond the usual difficulty of getting everybody lined up behind a common policy. QE might not work precisely because they have left it too late. A year ago, QE might have stopped the appreciation of the euro, one of the factors behind the fall in inflation. A bigger programme would be needed to have a similar effect today.
My expectation is that QE will happen eventually because the data are simply too bad for the ECB’s governing council to ignore. But the programme will either be too late, or too small, or both. The result is that inflation rates are likely to be anchored at close to 1 per cent – roughly 1 percentage point below the official target.
The long-term implications of such a new normal inflation rate are hard to overstate. It would make it impossible for Greece and Italy to meet their debt-reduction targets. At 1 per cent inflation, the probability of debt default increases. At 1 per cent inflation, the eurozone crisis has a higher probability of returning than under the previous target.

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