"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 1 de enero de 2015

El escamoteado excedente del consumidor

Gracias a que gozamos los españoles de 17+1 gobiernos de taifas, hemos podido escuchar 17+ 1+1 solemnes discursos de Navidad o Noche vieja, solemnes majaderías.

El del rey -del que no me acostumbro que haya sustituido a Juan Carlos, lo siento- ya lo comenté con cierto respeto, y dije que me pareció vacuo. Menos respeto le guarda Roberto Centeno, que le llama "el discurso de la idiocia".

Pero en fin, hay que reconocer que en España hay unos grados competencia que no se encuentran en ningún otro sitio. En otras lides, como las económicas, no: no nos gusta la competencia. Por ejemplo, hemos echado de España a una compañía de taxis que había introducido más calidad del servicio donde actuaba. Pero los sindicatos del taxi han actuado con eficiencia y un juez (¡cómo no! Los jueces tiene a veces un poder omnímodo) les ha dado la razón. Bien! que se han creído esos yankees arrogantes.

En España nos gusta controlar la intermediación en los mercados y entre mercados. Luego nos quejamos que los márgenes de intermediación en cualquier producto sea escandaloso. Lo es porque legalmente hay un monopolio que controla el precio de compra y el precio de venta. El minorista, que sí soporta la competencia de otros minoristas, sólo puede añadir un pequeño margen, según el nivel de renta del barrio en el que venda. Aunque haya minoristas que tengan fuerza monosopnica en el precio de adquisición.

Cada vez que defendemos un corralito mediante ley hacemos felices al protegido, e infelices al protector inconsciente, que es el consumidor, que pierde capacidad de compra física de otros productos.

Es lo que antes, no sé ahora, se llamaba el "excedente del consumidor", que era la diferencia entre el precio que estaba dispuesto a pagar y el que paga gracias a la competencia de los mercados. Se mide por ese diferencial de pecio multiplicado por la cantidad comprada. En la gráfica,

El consumidor paga el precio de mercado P*, correspondiente al punto E, pero hubiera estado dispuesto a pagar P1, en F. Su excedente es el área E, F, P1, P*.

Por supuesto parte, el productor gana también la diferencia entre el precio al que hubiera estado dispuesto a vender P, y el precio de mercado P*. El área P, P*, G, E es el excedente del productor.

Claro que tiene que haber una cierta competencia en toda la cadena de producción y venta, si no el precio de cada transacción va distorsionandose u al final el excedente del consumidor es cero y se lo quedan los intermediarios y el productor. España es un gran país de grandes intermediarios y comisionistas. Es lo que mejor se nos da.

A mí me gusta coger taxis. No lo hago a menudo porque me resultan caros, pero me parece el mejor transporte de puerta a puerta, mucho más que el coche. Pero es un sector monopolista férreo, que decide él mismo la tarifa que ha de pagar el cliente. Al fijar la tarifa por encima de la que habría en competencia, la demanda potencial es mayor que la efectiva, así pueden mantener su escamoteo del excedente del consumidor.

Si Uber hubiera logrado introducir competencia, el precios el taxi hubiera tenido que bajar, y seguramente yo y otros como yo usarían más el taxi que, para una ciudad como Madrid, sería una bendición, porque habría menos coches particulares. Pero por instinto somo partidarios de la petrificación de las cosas, de que los taxistas son buena gente (lo son, realmente), y que si se ampliará el mercado bajarían sus ganancias. En realidad aumentaría el empleo en el sector, lo que queremos todos, no es así? Además, más competencia abriría las puertas para más autónomos.

Conclusión general: este caso demuestra que el gobierno es débil para defender con la razón el bienestar de los ciudadanos. Está en manos de contrapoderes que le sacan la lengua y consiguen imponer sus intereses monopolísticos. Contrapoderes que a veces surgen de esos 17 corralitos que nos dan lecciones de ética y alta política gratis.

 

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