Felipe nos deja colgados. No habrá segunda entrega

Santiago González está frustrado porque esperaba la segunda entrega del gran artículo de Felipe González. Yo, la verdad, ya dije que no confiaba demasiado. Felipe se ha erigido en el caballero de la blanca armadura que quiere frenar la caída de España en el precipicio bolivariano-podemista. Le deseo, por mi bien, toda la suerte del mundo, pero yo sé, y él sabe, que en el PSOE no manda nadie, es un grupo de pateras a la deriva, cargadas de iluminados cada uno a su bola, que si la Moncloa, que si la casa común, etc. Creen que ellos se van a comer a Pablo Iglesias, cuando todo el mundo sabe que será al revés.

Felipe ha sido un gran presidente de gobierno. Supo, como gran político, controlar las fuerzas que le movían la silla enfrentándolas las unas a las otras. Pero no consiguió de verdad erradicar la pasión marxista, aún cuando logró quitar la palabreja de los estatutos. Empezó a perder el control cuando Alfonso Guerra se fue. Y luego vino el caos.
 
El caos fue rellenado por un sujeto que todavía nadie ha calado suficientemente, pero que en mi opinión es el principio, la causa eficiente, de que España se vaya al carajo.
 
Zapatero, ese enigma. Antes de que regalara a los catalanes un estatuto que él y Mas dibujaron en una noche loca en la Moncloa (lo que daría por tener la grabación de esas horas); antes de eso, ese sujeto me hizo temblar cuando en una entrevista con Iñaki Gabilondo dijo que lo único que le preocupaba era crear y mantener tensión, mucha tensión...
 
Puro leninismo. Es la antimateria del concepto de la política de Maquiavelo, que es un angelito al lado de estos terroristas de la tensión, Zapatero y Lenin. Maquievelo concebía la política como un terreno acotado en la que los políticos actuaban para hacerse con el poder sin reglas morales. Simplemente era imposible implantarlas entre los políticos. Pero, ojo, eso sí: el pueblo quedaba al margen de esa pelea sangrienta, pues el poder era para eso: para que el pueblo prosperara dedicándose a sus cosas, con sus reglas morales. El poder les protegía contra el enemigo y contra sí mismos. Zapatero y Lenin no. Para ellos se trata de meter el dedo en el ojo constantemente al pueblo. Por hacerse unida: comparen en esto con la definición de democracia de Churchill: "democracia es cuando suena el timbre a la 6 de la mañana y es el lechero". Durante años España ha sido así, y me gustaría que siguiera así, porque si no, es que la democracia ha muerto.
 
Cuando oí lo de "la tensión, mucha tensión", me di cuenta de que nos había caído encima una maldición, que ese tipo enajenado iba a hacer mucho daño en cuatro años de mandato. Le reeligieron para otros cuatro años, con esa "sabiduría" tan acrisolada del pueblo español. De paso, el PSOE volvió a su verdadera esencial de partido anti español.
 
Por eso no espero una segunda entrega de Felipe, poniéndole los puntos sobre las íes a Sánchez. Se ha enfrentado a Maduro, le han expulsado de Venezuela, mientras que Zapatero entra allí como Pedro por su casa. Yo le reconozco el mérito, bravo, es una buena causa. Pero de ahí a decirle a Pedro Sánchez que no pacte ni de coña con Podemos, que se enfrente a las furias de su partido, va un abismo. Un abismo que no cruzará.
 
Hablando de sabiduría del pueblo, ¿Han visto lo de Cataluña? ni la humillación más abyecta de Mas ha conseguido que el voten. Cataluña está cada vez más cerca de su implosión, algo que no se imaginaban esos intelectuales, esos economistas rabiosamente secesionistas, que no sé si ven él ridículo que están haciendo. Me preocupa, claro, porque nos salpicará. Ahora hagan una simple suma: Cataluña, camino de unas inciertas elecciones anticipadas -en las que los Podemistas ganarían más poder- o la dimisión de Mas y su entrega del testigo a un tipejo infinitamente peor, mas que nada porque será una marioneta de la CUP. España, por un camino similar, cada vez más cerca de caer en manos de Pablemos. Sabiduría de pueblo.