"Terminaba así, tras diecisiete años de empeñadísima pugna, la II Guerra Púnica, que «tuvo tantas alternativas y su resultado fue tan incierto que corrieron mayor peligro los que vencieron», señala Tito Livio. Roma quedaba dueña del Mediterráneo occidental y, continuando su impulso, proyectó enseguida su poderío sobre el Mediterráneo oriental, imponiéndose a Macedonia y a Siria. En esta última campaña El Africano volvería a desempeñar un papel clave. Esta guerra, dice Tito Livio fue «la más memorable de cuantas se llevaron jamás a cabo», y no exagera: veintiséis años después de haber estado a punto de perecer en Cannas, la ciudad del Lacio ostentaba la hegemonía en todo el Mediterráneo, cuyas orillas llegaría a dominar por completo, situación política y estratégica nunca antes conocida y que jamás se repetiría. Pero la proyección de esa guerra alcanza mucho más de lo que pudieron imaginar Livio o sus contemporáneos. Si el gran designio de Aníbal hubiera tenido éxito —y muy cerca de él estuvo—, el Imperio romano nunca habría llegado a existir, con todo lo que ello ha supuesto para la historia de Occidente. Muy distinta habría sido la evolución cultural y política europea, y quizá Europa no habría llegado a conformarse, muchos siglos después, como centro o eje de la evolución mundial. Por lo que nos atañe, la segunda mitad del siglo III antes de Cristo no es una época más en la historia. En cierto modo nació entonces la civilización comúnmente llamada occidental y su acta de nacimiento fue precisamente aquella guerra. La derrota de Cartago orientó la historia posterior de Hispania. Si alguna guerra ha habido decisiva, una auténtica guerra del destino, para España y para Europa, ha sido ésta, cuyos efectos llegan con plena fuerza hasta hoy. Sin ella Hispania habría entrado en la órbita afro-oriental, no tendríamos la cultura que tenemos ni el idioma que hablamos, el cristianismo habría sido erradicado por la posterior invasión musulmana, como en el norte de África, y no habrían sido posibles procesos como la Reconquista. España, propiamente hablando, no habría llegado a existir, y la historia de Iberia se habría parecido más, con toda probabilidad, a la de los Balcanes."
(Pío Moa, "Nueva historia de España")
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