"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

martes, 26 de abril de 2016

Un trozo de historia y de vida

De "Tumulto". Hans Magnus Hezenberg. Sobre la Habana, en el apogeo de la Revolución. 

En verano de 1968 el mercado negro estaba en su auge. Una libra de arroz costaba 18 centavos en los comercios; en negro, 3 pesos; una onza de café: 0,95/5,00; un filete de ternera: 1,00/25,00; unas medias de nailon: 2,00/12,00. Por mis gafas Polaroid me ofrecieron treinta pesos. Había trabajadores vendiendo zapatos cosidos a partir de tapicerías de coches viejos y de cuero robado de la fábrica. En el puerto se desmontaban y destripaban las máquinas de importación para conseguir las piezas de recambio que faltaban por doquier. 
Ese trasiego se vio favorecido por una «ofensiva revolucionaria» pregonada por el gobierno en el verano de aquel año: cierre de loterías, bares y tabernas; expropiación de los últimos pequeños comerciantes, peluquerías, lavanderías, empresas artesanales y restaurantes privados. Ante la pizzería nacionalizada la cola se alargaba cada vez más. Aparecieron los «turneros» profesionales, dispuestos a esperar vez a cambio de un cigarro o terrón de azúcar para que al día siguiente uno pudiera volver a ocupar su puesto en la fila. Se prohibió la recepción de paquetes procedentes de familiares en el extranjero. Las raciones de tabaco fueron reducidas drásticamente. Todo ello respondía al lema de ¡LUCHA CONTRA EL EGOÍSMO! 
Las consecuencias fueron devastadoras. Viviendo en uno de los países más fértiles de la tierra, los cubanos de pronto no tenían suficiente para comer. Ya no había fruta ni apenas carne. Pero todavía debió de costarles más renunciar a lo superfluo: el tabaco, el café, el ron. Como la crítica no estaba permitida y era imposible una resistencia abierta, el pueblo se defendió con el estraperlo, el nepotismo, el robo y el soborno. Se había iniciado un nuevo círculo vicioso: cuanto menos había para comer, más policía había, y cuanto menos tenía la policía para masticar, tanto más corrupta se volvía. 
Cuando aquí quisimos explicarlo recurrimos al viejo tópico del subdesarrollo. Pero parece que nadie sabe exactamente en qué consiste ese fenómeno. Creo que el término se refiere más a un modo de existir que a un concepto abstracto. El mecanismo económico es todavía el aspecto más fácilmente susceptible de ser definido con claridad. Porque se remonta, sin lugar a dudas, a la colonización. Pero más difícil resulta descifrar las formas mixtas que emanan de ahí: la textura marmórea de la autoconcepción de las personas, su idea del poder, de la componenda y de la corrupción. 
Es en La Habana donde ese conglomerado de elementos se pone particularmente de manifiesto. No sólo porque allí la riqueza y la pobreza se dan la mano en una misma calle. También síntomas tales como el machismo generalizado tienen algo que ver en este contexto. Las referencias a los testículos son constantes. Se trata de tener «cojones». El propio Castro se considera a sí mismo modélico en dicha materia. Es evidente que el rechazo y la persecución a los homosexuales hunde sus raíces en esta cuestión. Asimismo, la peculiar forma de racismo con la que uno topa en el Caribe proviene de la historia colonial. Existe una terminología más rica para los matices en el color de la piel que en otras partes del mundo. Así se explica que un mulato se sienta muy superior a un negro, aunque nadie lo reconozca. Nadie asocia esto a la retórica antiimperialista que, como cualquiera sabe, convierte lo que cualquiera sabe en blanco de su negación. Del tantas veces proclamado objetivo de abolir la prostitución cabe decir algo similar. Y también forman parte del subdesarrollo en sentido nato aquellas transacciones cotidianas en las que la lealtad se trueca por recompensa y la obediencia por indulgencia.

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