"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 15 de mayo de 2016

Keynes, "Consecuencias económicas de La Paz"

Sobre los protagonistas de la conferencia de paz de París, W Wilson (EEUU), Lloyd George (Gran Bretaña) y Clemenceau (Francia) del libro citado en el post anterior :

"Las consecuencias económicas de La Paz" , que le proporcionarían de forma inmediata un gran prestigio internacional, así como la airada desaprobación de Estados Unidos, el Reino Unido y, especialmente, Francia. Sus devastadores retratos de los tres protagonistas principales, el presidente estadounidense Woodrow Wilson, el primer ministro británico y el primer ministro francés Georges Clemenceau, consolidaron la reputación de Keynes como uno de los polemistas europeos más brillantes e incisivos. Keynes ridiculizó al presidente Wilson, considerándole un hombre «de pocas luces y permanentemente desconcertado, un Don Quijote ciego y sordo», resumiendo la opinión general británica sobre la maleable, hipócrita y torpe religiosidad estadounidense. En su opinión, Wilson «no haría nada que no fuese justo o correcto, ni que fuese en contra de su gran profesión de fe. Por tanto, sin traicionar la literalidad de [sus] Catorce Puntos, éstos se convirtieron en un documento para aparentar, para interpretar y para facilitar todo el mecanismo intelectual del autoengaño, por el cual me atrevería a decir que los ancestros del presidente se habían convencido a sí mismos de que el camino que consideraban necesario seguir se correspondía con todas y cada una de las sílabas del Pentateuco». Wilson se había visto superado en astucia por la «maldad» de la vieja Europa; es decir, que el «cínico» e «impío» Clemenceau, y el «bardo de patas de cabra» Lloyd George, «carecían totalmente de razón. [...] Sus argumentos eran nulos y vacíos de contenido», y con «un tinte de regusto a ausencia de objetivos claros [y] de propia irresponsabilidad». 

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