"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 5 de junio de 2016

Un torneo desigual

Se suele creer que en las negociaciones internacionales, lo importante es la sagacidad de los representantes de las partes. 
Lo importante es la fuerza que tiene detrás cada parte, cada país o grupo de países. Es algo inevitable que se puede apreciar leyendo cualquier relato de negociaciones de paz. Por ejemplo, La Paz de Versalles de 1919, de la que Keynes hizo una tan vibrante crítica en su "Consecuencias económicas de La Paz", en la que pronosticaba la ruina de Alemania, Europa Central, y los conflictos subsecuentes que trajeron la Segunda Guerra Mundial. 
La única sagacidad que cabe en este tipo de negociaciones es hacer comprender a la parte más fuerte, que si se deja llevar por su fuerza, creará unos problemas que a la postre serán un verdadero boomerang. 
Keynes se vio inmerso en varias confrontaciones de este tipo, en la que la teoría de juegos y otras modelizaciones son incapaces de dar cabida a la desigualdad y falta de información sobre las consecuencias últimas de estas justas. En ellas, al final, hay muy poco margen para la sutileza, pues detrás de cada bando hay una manada de lobos, que representan grupos de intereses concretos, que está encima del cogote de sus delegados diciendo "¡machacalos!, que si no le haces te tiro al foso de los lenoes de la prensa y nos vuelves  ganar los elecciones en tu vida".
Algo así pudo experimentar de nuevo Keynes en las negociaciones de Bretton Woods, 1944, en las que se aprobó el marco de relacionales monetarias internacionales que regiría después de la guerra. 
Keynes se dejó su quebrada salud en defensa de los interses de Gran Bretaña y sus dominios, pero su inteligencia y la de sus colegas británicos, todos de primera fila (Lionel Robbins, Denis Roberston, adversarios en economía nimia, pero que apoyaron n a Keynes sin fisuras), fue impotente ante  la posición de fuerza economica de EEUU tras la guerra, como la única potencia descolollante. 
EEUU salía de la guerra como la verdera potencia vencedora, pues su esfuerzo bélico (cuya financiación he descrito aquí) no había impedido que saliera como acreedora universal de todos sus aliados. Había sido capaz de hacer un esfuerzo armamentista brutal, pero además había financiado a los paises aliados, especialmente a Gran Bretaña y a la URSS. De modo que en 1944 se presentaba a la Conferencia como el país poseedor de la mayor parte del oro mundial, y de unos créditos concedidos a los paises aliados, ahora deudores, y condicionados si las negociaciones no iban según los intereses del más fuerte.
Keynes lo sabía, y su estrategia era convencr a EEUU de que no usara toda potencia se fuego para aplastar a los paises que salían de la guerra-como Gran Bretaña- endeudados hasta las cejas.
Sin embargo, como hemos dicho, es difícil hacer concesiones cuando desde tu gobierno y los sectores económicos y de opinión más fuertes te están acosando para que no cedas ni un ápice. 
Harry White era el hombre fuerte  de la delegación Américana. No necesitaba mucha presión para sacar sus instintos de revancha contra Keynes, que más de una vez, en la largas conversaciones previas, le había ninguneado. Y Keynes podía ser humillante; mejor dicho, no podía dejar de serlo. Además, como hemos explicado aquí, White era, increíblemente, un agente doble de la URSS, aparte de ser bastante hostil al Imperio británico. 
White había determinado todo antes de llegar a Bretton Woods, para que la Conferencia no fuera más que una representación teatral  inocua, de democracia y tolerancia de EEUU, que tenía el bastón manso bien agarrado. Su intervención en al guerra había sido decisiva, tenía las tres cuartas partes del capital financiero, y no iba a tolerar ni un desliz. Todos su equipo de representantes, hasta el más bajo secretario, estaba aleccionado para que no se tomara ninguna decisión en la obra teatral. Las decisiones se habían ido tomando previamente, y lo único que se buscaba es que los paises "mendigos" firmaran como propio un acuerdo que no era el que deseaban. 
A pesar de eso, mucho americanos no confiaban en White, al que consideraban erróneamente un admirador irredento de Keynes. Sin embargo, éste se había visto obligado a aparcar su plan original, que consistía en que los desequilibrios de balanza de pagos entre países se ajustaran por ambas partes, que  no corriera solo a costa del país endeudado. Fue rechazado obviamente de plano por EEUU, que no quería atarse las manos como país acreedor que tiene la sartén por el mango. 
Keynes tuvo que pasar al plan B, que consistía en suavizar el plan White de tipos de cambio fijos y no fácilmente ajustables, por uno más flexible, que permitiria devaluar a un país (lo que obligaba al país acreedor a revaluar), aparte de recibir ayuda del nuevo FMI. 
En las conversaciones con White antes de Bretton Woods, este hizo una "larga cambiada" no negándose de plano, pero advirtiendo a sus colaboradores que "EEUU era el país vencedor y acreedor, y que ninguna manera iba a permitir que un país decidiría unilateralmente cuando podía devaluar. Tendría que pedir permiso al FMI, y la mayoría de la cuota del máximo estaría en manos de EEUU."
En realidad Keynes no fue consciente de la debilidad de su posición, en parte porque sabía que no podía enfrenarse a EEUU (necesitaba si crecido después de la guerra para la construcción), y en parte porque su fama era tan grande que los halagos que recibía continuamente le nublaban la vista, como se puede inferir de sus palabras: 

"Keynes continuó pintando un panorama que no se correspondía con este desacuerdo en cuestiones clave. «[T]odo ha ido realmente bien. No ha habido ni un solo momento de acaloramiento o de disputa seria, y ha prevalecido el buen ambiente», escribiría a Hopkins el 30 de junio, a pesar de que él mismo había llegado a amenazar con abandonar las negociaciones, y añadiría que «White ha demostrado ser un admirable director. Su afabilidad conmigo ha sido extrema, y entre bambalinas, si no se lo impedían sus propias dificultades políticas, siempre ha intentado encontrar el camino del acuerdo.» Nuevamente, Keynes insistía en que la ausencia de todo progreso palpable con los estadounidenses no era signo de fracaso, sino de inteligencia: «La técnica ha consistido en no alcanzar un acuerdo formal en ningún punto, puesto que a White le preocupa sobremanera que Bretton Woods no se presente como un fait accompli 125 o una línea de puntos sobre la que firmar». Respecto al punto crucial de los tipos de cambio, «no hemos logrado fijarlo [el acuerdo] en palabras concretas», aunque ello se debía simplemente al apego estadounidense por el legalismo. «White y Bernstein comparten nuestro punto de vista, pero se enfrentan al problema habitual que siempre tiene lugar en este país y que es una de las causas que impiden que se logren avances rápidos: ante cualquier dificultad tienen que consultar a sus abogados, que son huesos duros de roer.» Por tanto, lo que en el registro oficial británico figuraba como un claro desacuerdo con los estadounidenses, en palabras de Keynes no era más que una simple falta de «acuerdo formal», diseñada para crear la apariencia de proceso abierto, o apenas una demora de consulta a los abogados. El propio White se encargó de poner en entredicho el memorándum de Keynes sobre la secreta armonía que habían conseguido, pues el 25 de junio informó a Morgenthau de que existían «diferencias conflictivas entre los británicos y nosotros, con los que la delegación estadounidense deberá lidiar en la conferencia». 
White enumeró una lista de cuestiones pendientes de solucionar, entre las que destacaba el hecho de que «[l]os británicos desean incrementar la flexibilidad y la facilidad para modificar los tipos de cambio. Nosotros pensamos que no deberíamos cambiarlos lo más mínimo», y no mencionó la existencia de abogados obstaculizadores. Aunque Keynes y la delegación británica fueron los que más molestaron a White en Atlantic City, el resto de las delegaciones presionaron lógicamente en pro de que sus propios intereses nacionales fuesen tenidos en cuenta. White dio instrucciones a su equipo de asesores técnicos para que negociasen con los delegados extranjeros lo más posible, pero que tuviesen «claros los intereses» y que nunca mencionasen la posibilidad de un compromiso por parte de Estados Unidos. La cuestión que suscitó más preocupación fue la de las cuotas nacionales, cuestión que White prohibió discutir fuera del grupo estadounidense, y, además, la fórmula de asignación preparada por el Tesoro fue mantenida en secreto. Únicamente se comunicó a los delegados que las cuotas agregadas oscilarían entre los 8.000 y los 8.500 millones de dólares, por lo que los países se percataron de que cualquier incremento en su propia cuota supondría una reducción en la de los demás. La intención de tal reparto era evitar que los países se enfrentasen a la delegación de Estados Unidos, dejando claro que también tendrían que pelear entre ellos." (Benn, "La batalla d Bretton Woods").

También se puede inferir sin grandes dificultades que Keynes no quería que le sustituyeran. 
En realidad Harry White tenía muy claro su objetivo, que era implantar el dólar como moneda única internacional, lo que resultaba muy patriótico y rentable a corto plazo, pero que tendría consecuencias negativa con el tiempo: como país emisor de la moneda reserva, y no poder devaluar, EEUU fue generando déficits exteriores crecientes, y más cuando tuvo que financiar una guerra en Vietnam. Esos déficits no podía corregirlos como los demas países, pidiendo permiso al FMI para devaluar, lo que al final tuvo que hacer en 1972 cuando no pudo hacer honor a las demandas de oro de Francia (el dólar estaba fijado al oro por la paridad de 35 dólares/onza. El acuerdo tácito es que nunca se haría uso del oro, a cambio de que EEUU mantuviese la paridad oficial. Pero la realidad económica es que solo habría suficiente liquidez internacional en dólares si EEUU mantenía un déficit exterior constante, porque en caso contrario los dólares seguirán el camino inverso, del mundo a EEUU). Era el tipo de desequilibrios que Keynes quería evitar. Aunque no vivió para contemplar la victoria de sus ideas. 
Hay un mensaje apenas oculto para un país acreedor que no permite ni siquiera el mínimo ajuste de tipos de cambio: Alemania en el euro. 

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