"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 3 de julio de 2016

Las falacias de la Oferta y la Demanda

Estoy leyendo un librito ("La economía desenmascarada" actualizado en 2011), que tuvo bastante repercusión cuando salió (2001) de las manos de su autor, Steve Keen, aunque sus argumentos demoledores no hicieron mella en la Doxa académica central, la Economía de Mercado. Ésta sigue incolume en su navegación de crucero, mientras el autor del libro, aunque que famoso, sigue expulsado de las puertas del Olimpo por haber osado cuestionar las bases de la economía oficial. 
No sé adónde me llevará la lectura completa, pero necesito poner en claro lo que he leído hasta ahora, bastante demoledor para TODOS los economistas, sobre todo los que se tragan sin pestañear los informes sesgados de la UE, FMI, etc.
No existen la curva de Demanda ni la curva de Oferta, que son la base de la defensa de la economía de mercado. La demostración de Keen es contundente; más aún lo es su prueba de que esto lo sabían los grandes nombres de la economía marginalista, -entre los que cita a Andreu Mas Colell, nuestro es consejero de economía de la Generalitat catalana-. Es posible que a los economistas de segundo nivel se les haya pasado por alto las graves fallas que Keen denuncia, pero a Samuelson, o Mas Colell, evidentemente no. Lo ocultaron porque les convenía. 
1) La Demanda. La curva de Demanda decreciente según sube el precio es una pieza crucial de la economía. Es como una Ley que dice que en un mercado de un bien X, la demanda de ese bien desciende si el precio sube. Esto, que puede ser verdad para un individuo, puede ser verdad para el total del mercado de X si solo si se cumplen unas condiciones muy irreales: 
i) que todos los consumidores tengan los mismos gustos y preferencias relativas por este bien y los demás;
ii) que al aumentar la renta todos los consumidores reaccionan igual, uno cambian esas preferencias mostradas con la renta anterior. 
iii) que la distribución de la renta es fija y óptima (es curioso que luego se abandone este supuesto para demostrar que la distribución no influye en el volumen producido). 
Es obvio que estas condiciones sólo se cumplen en una tribu africana estancada. En una economía  dinámica, en la que los cambios de gustos y las innovaciones son constantes, es pura entelequia. Ergo, la demanda no es constantemente decreciente al precio, ni para un individuo, ni para la suma de todos. 
En realidad, estos supuestos llevan a las mismas conclusiones que si se supone que la economía total es un Robinson Crusoe que es el único consumidor y productor. Eso lo reconoce Samuelson, 

"Comenzaba de forma bastante sensata, señalando lo absurdo de modelizar un país entero como si fuera un individuo singular en busca de la maximización de la utilidad: ¿Cómo nos defenderemos cuando nos desafíen por utilizar curvas de indiferencia sociales para un país o un grupo de individuos? Supongo que con uno de estos dos razonamientos: a) Alegaremos que nuestro país está habitado exclusivamente por Robinson Crusoe y afirmaremos que solo estamos mostrando cómo se determina el comercio en un país semejante; lo cual hay que admitir que no es muy realista. b) Para dar la impresión de que somos más realistas, podemos alegar que nuestro país está habitado por un número de individuos idénticos con idénticos gustos; han de tener, además, el mismo patrimonio de bienes, si queremos que este artificio de examinar lo que ocurre con curvas de indiferencia individuales nos aporte una descripción certera del equilibrio de mercado resultante. Este razonamiento tampoco es que sea muy realista, aunque puede parecer que hemos mejorado algo con respecto a Robinson Crusoe […] "

2) La Oferta. La Oferta se define como la curva empresarial de coste marginal, que es el incremento de coste debido al aumento de una unidad adicional de la producción de X. Es creciente porque los costes añadidos de aumentar la producción crecen más que proporcionalmente. Similarmente a la demanda, para que eso sea así exige unas condiciones heroicas que se ocultan debajo de la alfombra. Para que la curva de coste marginal sea la curva de oferta y su cruce con la de demanda determine el precio, tiene que suceder:
i) competencia perfecta. Esto supone muchos productores, tan pequeños respecto al mercado, que lo que uno hace no pueden influir en el conjunto. Si no hay competencia perfecta -es decir, hay monopolio-, el monopolista no obtiene su máximo beneficio al llevar el coste marginal C' hasta que iguale al precio, precio que puede determinar él mismo. Maximiza el beneficio cuando el coste marginal se iguala al ingreso marginal, pero ese no es el precio.  El monopolio anula la posibilidad de que la oferta sea el C'. 
iii) Así se puede suponer que cada productor se enfrenta a un precio dado, en el que no influye, lo que hace que este predio coincida con el ingreso marginal (incremento de ingreso al aumentarla producción una unidad de X).  
iii) cada productor aumentará la oferta hasta que el ingreso marginal se iguale al coste marginal. El ingreso marginal es igual, como hemos visto, en competencia perfecta, al precio. ¿Por qué es necesario que haya competencia? Porque en competencia, Px = C' supone que el volumen ofertado es máximo, y el  precio mínimo, no como en monopolio, en que P es mayor al C' y la cantidad ofertada menor, con menos bienestar para todos. 
iv) la curva de coste marginal C' es creciente por naturaleza: cada aumento de producción obliga a caer en costes cada vez mayores. 
Como la empresa es tan pequeña que no influye en el mercado, la Oferta total es la suma de las ofertas individuales (los costes marginales C'). Esa oferta global creciente al precio se encuentra con la Demanda decreciente, que hemos deducido antes, y se cruzan en el punto de equilibrio que determina P. 
Pero hay una falsedad en la curva de oferta. Es posible que el mercado sea insensible a la acción de un oferente, pero es falso que lo sea a la suma de varios. Como hemos visto en la demanda, no es plausible que todos los oferentes sean iguales, que ofrezcan el mismo producto exactamente igual, pasivamente, que sólo se guíen por el precio para sus decisiones. Lo normal es que intenten sacar ventaja de la diferenciación de precios, de la calidad de la oferta, y de la innovación. 
La competencia perfecta no existe. Ergo, la suma de los C' No es la curva de Oferta global. Si no son los costes internos, ¿qué es lo que limita el crecimiento de la producción? Como decía Piero Sraffa, 

"La tesis de Sraffa descarta la proposición neoclásica de que los costes crecientes y el ingreso marginal constante (o decreciente) determinan la producción de una sola empresa o una sola industria. Esto plantea la siguiente pregunta: si los costes crecientes no limitan la producción de una empresa, entonces ¿qué lo hace? El argumento de Sraffa es simple. La producción de una sola empresa está limitada por todos aquellos factores que los hombres de negocios ordinarios conocen bien, pero de los que la teoría económica hace abstracción. Estos son, en particular, los costes crecientes de la financiación y el marketing, que son ambos en último término producto de la dificultad de animar a los consumidores a comprar tu producción antes que la del rival. Esto, a su vez, es producto del hecho de que, en realidad, los productos no son homogéneos, y los consumidores sí tienen preferencias por la producción de una empresa frente a la de otra. Sraffa se burlaba de la creencia económica de que el límite de producción de una empresa lo fijen los costes crecientes, y enfatizaba la importancia de la financiación y el marketing a la hora de limitar el tamaño de una empresa en particular: Los hombres de negocios, que se consideran sí mismos objeto de las condiciones impuestas por la competencia, considerarían absurda la afirmación de que el límite a su producción hay que buscarlo en las condiciones internas de producción en su empresa, que no permitirían la producción de una mayor cantidad sin un incremento en el coste. El principal obstáculo contra el que tienen que luchar cuando quieren incrementar gradualmente su producción no radica en el coste de producción —que, al contrario, en general los anima en esa dirección—, sino en la dificultad de vender la mayor cantidad de bienes sin reducir el precio, o sin tener que afrontar mayores gastos de marketing. (Ibíd.). La economía ignora por completo esta respuesta del mundo real, al asumir que los productos son homogéneos, que los consumidores son indiferentes ante la producción de las distintas empresas y que deciden sus compras solo en función del precio, que no hay gastos de transporte, etc. En un mundo semejante, nadie necesita del marketing porque los consumidores ya lo saben todo, y solo el precio (que los consumidores ya conocen) distingue la producción de una empresa de la de otra. Pero Sraffa dice que estos postulados, en el mundo real, son la excepción a la regla. En la mayoría de las industrias, los productos son heterogéneos, los consumidores no lo saben todo y consideran otros aspectos del producto aparte del precio. Incluso allí donde los productos son homogéneos, los costes de transporte entran en la ecuación para dar a una empresa en concreto un monopolio local de hecho. Como resultado de todo ello, incluso el concepto mismo de mercado competitivo —en el que todas las empresas adoptan precios que les vienen dados—es cuestionable. En su lugar, la mayor parte de las empresas tratarán de actuar como monopolios, cada una en distinto grado —monopolios que, según la teoría neoclásica, afrontan una curva de demanda de pendiente descendente—...
...Cada empresa tiene un producto que puede caer dentro de una categoría más amplia —como, por ejemplo, automóviles—pero que se distingue cualitativamente de sus rivales en una forma que a un subgrupo particular de compradores, no le es indiferente. La empresa trata de manipular la demanda de su producto, pero afronta costes prohibitivos ante cualquier intento de eliminar completamente a sus competidores para hacerse así con toda la industria. La empresa no solo debe persuadir a otros nichos del mercado para que compren su producto —convencer a los compradores de Porsche de que compren Volvo, por ejemplo—sino que debe convencer también a los inversores y a los bancos de que el gasto de construir una fábrica lo suficientemente grande como para producir para ambos nichos del mercado merece la pena el riesgo. Por lo tanto, junto con la dificultad que plantea llevar el marketing más allá del nicho de tu producto está el problema de las financiaciones crecientes...

La Demanda, como suma de las demandas individuales, no existe. En realidad no hay garantía ninguna que al variar el nivel renta siga siendo decreciente al precio. 
En suma, la fundación de la economía en las decisiones de un individuo racional se basa en unos supuestos imposibles. La economía imperante es la manipulación permanente de estos supuestos,   dotándola de mayor verosimilitud a base de complicaciones matemáticas, pero dando la espalda a la realidad. 
¿Es por eso necesario abandonar la economía de mercado, o basta con tutelarla para que no se desvíe demasiado de un óptimo? El capitalismo, como decía el mismo Marx en el Manifiesto Comunista, tiene una capacidad de avance que es imposible encontrar en los experimentos comunistas que se ha visto en la historia reciente. Por otra parte, la "maldición de Lucas" -cualquier decisión de política económica cambia el comportamiento de los agentes e invalida las intenciones de los gobernantes-, sigue siendo cierta en determinadas condiciones. 
Lo dejo aquí, de momento.

3 comentarios:

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