
LHA
En un reciente debate de la Brooking Institution, hay un trabajo de Cristina Rommer
(http://www.brookings.edu/events/2009/0309_lessons.aspx) que me parece aporta datos
cruciales para los tiempos que vivimos. Básicamente se trata de una comparación de la crisis de
hoy con la del 29, y como ésta fue evolucionando a medida que las autoridades cambiaban de
estrategia fiscal y monetaria. Su base documental es, Cómo no, la obra de Friedman “Historia
monetaria de EEUU”. Diré que hay una parte del artículo de Rommer con el que no estoy de
acuerdo, que es de la efectividad de la política fiscal: sencillamente una política fiscal sin
financiación monetaria haría, Caeteris paribus, subir los tipos de interés reales y contraería el
gasto. En todo caso, en su trabajo Rommer parece asumir esto implícitamente.
Mi intención es sólo resaltar lo que me parecen contundentes pruebas de la capacidad potencial,
para bien y para mal, de la política monetaria. Repito: para bien y para mal; la política monetaria,
como demostró Friedman en su obra, tiene efectos reales expansivos y contractivos duraderos –
según cuál sea el punto de partida- antes de que éstos se trasladen a precios.
La Gran Depresión supuso una contracción del PIB del 25% entre 1929 y 1933, y un aumento de
paro hasta el 25% en ese periodo. Casi nadie puede negar que esto se debió a la contracción
monetaria debida a “la quiebra y desaparición de un 33% de los bancos” (Friedman), originada “en
parte porque la FED se vio obligada a defender el patrón oro vigente entonces. En Abril 1933,
Roosevelt suspendió dicha paridad, y el dólar se depreció sustancialmente” (Rommer). Cuando se
volvió a restableces la disciplina oro, a un tipo de cambio más bajo, comenzó a afluir oro hacia
EEUU, a medida que los tambores de guerra sonaban con gran fuerza en Europa. Por lo tanto,
gracias a la devaluación y luego a las entradas de oro, aumentó la oferta monetaria interna un 17%
entre 1933 y 1936 (lo curiosos es que no fue la FED, sino el Tesoro, que emitió certificados-oro, el
que más contribuyó al aumento de liquidez, pero no entra en mi propósito destacar este detalle
sobre la fuente de liquidez). Esto tuvo la virtud, según Rommer, de mantener los tipos monetarios
cercanos a cero y romper las expectativas de deflación, pues los precios habían caído un 25%
entre 1929 y 1933. Como es fútil explicar, unos tipos de interés del cero%, con una caída de
precios del 25%, perfilan unos tipos de interés reales dantescos. Pronto se notaron efectos
notables en los gastos sensibles al tipo de interés: en verano de 1933 ya aumentaban los pedidos
de coches, y poco después la inversión volvía a crecer. El PIB real creció un 11% en 1935, un 13%
en 1936 –lo que no fue suficiente para recuperar los niveles de renta de 1929.
Y ahora llego a la otra fase de ese periodo que me parece fundamental: en 1936, la FED se volvió
crecientemente angustiada por la posibilidad de un renuevo de la inflación, dada las grandes
reservas acumuladas por los bancos en su proceso de recapitalización (¿Por cierto, hay alguien que
todavía dice que la bajada de tipos o es de utilidad a los bancos en dificultades?). En una decisión
de nuevo errónea, la FED decidió duplicar lar las reservas bancarias obligatorias, en tres pasos
entre 1936 y 37. Los bancos, todavía asustados por la retirada de depósitos de años anteriores, se
esforzaron en reconstituir reservas por encima de lo obligatorio, lo cual contrajo de nuevo el
crédito y la liquidez. El PIB se contrajo un 3% en el 38, y el paro volvió a subir, esta vez al 19%. Esto
supuso añadir dos años más a la Depresión que parecía vencida.
Sólo he querido aportar pruebas –pruebas que están disponibles, y que han seguido aumentando,
desde que Friedman escribió su fundamental trabajo- de que las perturbaciones monetarias no
originan sólo un tipo de problemas. En realidad, toda la obra de Friedman es una prueba de que,
como dije antes, los movimientos de dinero tienen profundos efectos reales (si es que se puede
llamar profundo a una caída del PIB del 25%), y que en el 100% de los casos examinados en una centuria las contracciones del dinero llevan a contracciones de la renta, y de precios, si duran lo suficiente, y las expansiones del dinero llevan a aumentos de la renta y, por supuesto, de inflación, si no se frenan antes. Si alguien cree que no tiene relevancia para nosotros, que eche un vistazo al gráfico adjunto de la oferta monetaria en España en el último año.
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