I) Hace años me consideraba austriaco con reservas. Ahora, el dogmatismo y el exclusivismo con que hablan me hacen profundamente antipáticos sus representantes. Sigo respetando muchas aportaciones esa escuela, como dice Caplan (ver post anterior).
Mis reservas entonces eran respecto a su desdén total a la macroeconomía. Un austriaco se diferencia de los demás economistas en que no existe, no debe existir, tal rama económica. Para ellos, si los mercados son libres, todo se arreglará a través de ellos. En eso no se diferencian de los economistas más radicales, que creen que el equilibrio general se obtiene sólo por los mercados. Esto les lleva a pregonar que el dinero no importa, o en todo caso importa en sentido negativo: por eso se declaran partidarios del patrón oro: el dinero que hay en la economía es siempre el necesario, y no hace falta hacer manipulaciones que, en todo caso, crearán sobre-inversiones y contracciones. Como dice Brian Caplan, no hace falta ser austriaco para decir esto.
Mi objeción principal es que las acciones racionales individuales no siempre llevan a una posición de equilibrio mejor para todos. En tiempos normales sí, pero cuando hay alteraciones que llevan a reacciones unánimes de todos los agentes, no.
Esto, como agudamente dice Caplan, es muy fácil de refutar para los austriacos: les basta decir que todo obstáculo al mercado es artificial, del gobierno o de los sindicatos, y que sin esas barreras los mercados se ajustan perfectamente. Si algo he aprendido es que los mercados no son flexibles, y que hay barreras no artificiales que impiden que el mecanismo de ajuste espontáneo funcione.
En las dos grandes crisis financieras de occidente, la de 1929 y la de 2008, hemos vistos que las reacciones de los mercados financieros y reales, siguiendo las preferencias individuales, pueden llevar ajustes perversos retroalimentados de uno a otro sector de la economía mundial. Se hace muy difícil creer que dejar que ese proceso se consuma es bueno para todos.
Puede que sea cierto que previamente ha habido una sobre-inversión provocada por un exceso monetario, pero eso no justifica que las cosas por sí mismas van a corregirse para bien. En 1930 se "dejó hacer", y lo que sucedió después fue un empeoramiento continuo que duró años. Yo lo llamo la crisis del 30%, porque fue lo que aproximadamente cayeron la producción, el empleo, y los precios.
Fue un ejemplo de que la caída de precios no trajo el ajuste esperado por los austriacos.
En suma, si la teoría austriaca del ciclo dice que un exceso monetario (A) produce una situación de excesos (B) que tarde o temprano se cae (C), de ello no se colige que hay que esperar sentados a que la recuperación (D) venga por sí misma.
De hecho es la receta que se ha recomendado en Europa por el BCE: reformas laborales (Ningún país europeo tiene un mercado laboral medianamente libre, salvo Reino Unido), reformas fiscales, y vigilar la inflación. El resultado es que la zona euro está lejos de salir de la crisis, al revés, se hunde más y más en ella, mientras países europeos como Suecia, Polonia, Reino Unido, han salido o van hacia la salida de la crisis. Sospechosamente, estos países no se caracterizan por ser ultra-liberales, sino por haber practicado una política monetaria consistente con los hechos.
Sin embargo, Europa no es austriaca ideológicamente; Si algo tienen en común los países de la UE es creer en el estado de bienestar más o menos corregido, en el intervencionismo (caracterizado por cada país: Colbertismo en Francia, Bismarkismo en Alemania ¿España?). Europa es profundamente anti austriaca, pero desde Alemania destila un antinflacionismo que en la práctica es un calco del austriaquismo.
II) En España, el 99% de los economistas son austriacos sin saberlo, aún -y esto si que es de nota- los de izquierdas. Ninguno cree en la política monetaria (por eso todos por unanimidad se lanzaron de cabeza al euro); todos pregonan la flexibilidad del mercado de trabajo (pero nadie ha podido implantarla) y de todos los mercados; los derechas y los de izquierdas creen, y la practican, en la política de oferta pública (sostienen que la innovación tecnológica viene misteriosamente de la acción del estado).
La mayoría de los economistas españoles todavía no han caído en la cuenta de que el euro es la causa de la crisis cada vez más profunda; eso es austriaquismo sin saberlo. Algunos es peor: se han dado cuenta pero no lo dicen.
Es un misterio que me han de explicar los economistas de izquierdas, muchos formados en EEUU, como compaginan su ideología con su práctica profesional. Yo sospecho que llevan una doble vida, que son "judaizantes", como los pobres judíos en la España del XV, que se bautizaban y luego hacían misas negras, o algo así. Lo que no sé si es jesuistismo (tercer grado de obediencia), o hipocresía interesada.
Mis reservas entonces eran respecto a su desdén total a la macroeconomía. Un austriaco se diferencia de los demás economistas en que no existe, no debe existir, tal rama económica. Para ellos, si los mercados son libres, todo se arreglará a través de ellos. En eso no se diferencian de los economistas más radicales, que creen que el equilibrio general se obtiene sólo por los mercados. Esto les lleva a pregonar que el dinero no importa, o en todo caso importa en sentido negativo: por eso se declaran partidarios del patrón oro: el dinero que hay en la economía es siempre el necesario, y no hace falta hacer manipulaciones que, en todo caso, crearán sobre-inversiones y contracciones. Como dice Brian Caplan, no hace falta ser austriaco para decir esto.
Mi objeción principal es que las acciones racionales individuales no siempre llevan a una posición de equilibrio mejor para todos. En tiempos normales sí, pero cuando hay alteraciones que llevan a reacciones unánimes de todos los agentes, no.
Esto, como agudamente dice Caplan, es muy fácil de refutar para los austriacos: les basta decir que todo obstáculo al mercado es artificial, del gobierno o de los sindicatos, y que sin esas barreras los mercados se ajustan perfectamente. Si algo he aprendido es que los mercados no son flexibles, y que hay barreras no artificiales que impiden que el mecanismo de ajuste espontáneo funcione.
En las dos grandes crisis financieras de occidente, la de 1929 y la de 2008, hemos vistos que las reacciones de los mercados financieros y reales, siguiendo las preferencias individuales, pueden llevar ajustes perversos retroalimentados de uno a otro sector de la economía mundial. Se hace muy difícil creer que dejar que ese proceso se consuma es bueno para todos.
Puede que sea cierto que previamente ha habido una sobre-inversión provocada por un exceso monetario, pero eso no justifica que las cosas por sí mismas van a corregirse para bien. En 1930 se "dejó hacer", y lo que sucedió después fue un empeoramiento continuo que duró años. Yo lo llamo la crisis del 30%, porque fue lo que aproximadamente cayeron la producción, el empleo, y los precios.
Fue un ejemplo de que la caída de precios no trajo el ajuste esperado por los austriacos.
En suma, si la teoría austriaca del ciclo dice que un exceso monetario (A) produce una situación de excesos (B) que tarde o temprano se cae (C), de ello no se colige que hay que esperar sentados a que la recuperación (D) venga por sí misma.
De hecho es la receta que se ha recomendado en Europa por el BCE: reformas laborales (Ningún país europeo tiene un mercado laboral medianamente libre, salvo Reino Unido), reformas fiscales, y vigilar la inflación. El resultado es que la zona euro está lejos de salir de la crisis, al revés, se hunde más y más en ella, mientras países europeos como Suecia, Polonia, Reino Unido, han salido o van hacia la salida de la crisis. Sospechosamente, estos países no se caracterizan por ser ultra-liberales, sino por haber practicado una política monetaria consistente con los hechos.
Sin embargo, Europa no es austriaca ideológicamente; Si algo tienen en común los países de la UE es creer en el estado de bienestar más o menos corregido, en el intervencionismo (caracterizado por cada país: Colbertismo en Francia, Bismarkismo en Alemania ¿España?). Europa es profundamente anti austriaca, pero desde Alemania destila un antinflacionismo que en la práctica es un calco del austriaquismo.
II) En España, el 99% de los economistas son austriacos sin saberlo, aún -y esto si que es de nota- los de izquierdas. Ninguno cree en la política monetaria (por eso todos por unanimidad se lanzaron de cabeza al euro); todos pregonan la flexibilidad del mercado de trabajo (pero nadie ha podido implantarla) y de todos los mercados; los derechas y los de izquierdas creen, y la practican, en la política de oferta pública (sostienen que la innovación tecnológica viene misteriosamente de la acción del estado).
La mayoría de los economistas españoles todavía no han caído en la cuenta de que el euro es la causa de la crisis cada vez más profunda; eso es austriaquismo sin saberlo. Algunos es peor: se han dado cuenta pero no lo dicen.
Es un misterio que me han de explicar los economistas de izquierdas, muchos formados en EEUU, como compaginan su ideología con su práctica profesional. Yo sospecho que llevan una doble vida, que son "judaizantes", como los pobres judíos en la España del XV, que se bautizaban y luego hacían misas negras, o algo así. Lo que no sé si es jesuistismo (tercer grado de obediencia), o hipocresía interesada.