Los auristas - llamo así a los fanatizados por el patrón-oro - siguen soñando que mediante su aplicación la economía sería más estable, no habría inflación ni deflación, y por supuesto no habría paro. Como se puede ver en este artículo, y en los dos gráficos que tomo prestados de él, los datos refutan contundentemente esta falacia.
Lo que se ve en ambos gráficos es que en el periodo en que rigió en EEUU el patrón-oro, 1880-1933, ni los precios (hubo inflaciones y deflaciones más intensas. Desviación standard) ni la producción (tasas de variación arriba y abajo más altas, con una media más baja) fueron más estables que el periodo post bélico de la segunda WW. Obviamente, cuando las caídas de producción fueron más intensas, más intensas fueron las tasas de paro, ayudadas por la deflación, que como sabemos no es un proceso especialmente recomendable: intensifica la recesión. Eso se comprobó en la crisis de 1929, con caídas de la producción y de precios del veintitantos % y tasas de paro de ese tenor, aprox.
Pero éstos son datos. ¿Por qué se producen éstas diferencias no desdeñables?
Cuando un país implanta el patrón oro, el Banco Central abandona sus objetivos de estabilizar la economía y se compromete tan sólo a mantener la paridad oficial del oro, para lo cual tiene que tener suficientes reservas del metal para hacer frente a la demanda y la oferta del metal, lo cual estabiliza el oro pero desestabiliza la economía. Como decia Bernanke,
Cuando el banco central fija el precio del oro en dólares, en lugar del precio de los bienes que consumimos, las fluctuaciones en el precio en dólares de los bienes reemplazan las fluctuaciones en el precio de mercado del oro.
Dado que los precios están vinculados a la cantidad de dinero en la economía, que está vinculada a la oferta de oro, la inflación depende de la tasa de extracción de oro.
Cuando el estándar de oro se utiliza en el país y en el extranjero, es una política cambiaria en la que las transacciones internacionales deben liquidarse en oro.
Excavar oro de un agujero en el suelo (una mina) para ponerlo en otro agujero en el suelo (una bóveda del banco central) desperdicia recursos.
O, como lo expresaba más brutalmente Churchill cuando en 1925 se vio obligado a implantar el patrón-oro,
“¿Me están Uds. diciendo que Hemos de quedar a merced de un hatajo de negras afanadas en escarbar con los dedos de los pies en el fango del Zambeze?”, preguntó a los burócratas Winston Churchill.
Efectivamente, el objetivo pasa de ser la estabilización de la economía a la estabilidad rigurosa de la paridad oro-divisa, pase lo que pase con la primera. Entonces, el ritmo de crecimiento de la economía y la tasa de paro pasan a depender de la oferta de oro, cómo crudamente dice Churchill. Si el banco central no puede adquirir el oro suficiente, porque la oferta mundial del metal baja, tendrá que hacer un recorte de la oferta monetaria, tan severo como sea la caída de esa oferta, sea o no conveniente para la economía.
De todas maneras, es una ensoñación que hoy por hoy sea posible implantar tal sistema. Desde la Primera Guerra Mundial, las sociedades cambiaron para siempre, la democracia se extendió, y ya no fue posible atender sólo el interés de una minoría financiera a la que le interesaba una inflación baja, para que sus activos se mantuvieran estables. Las nuevas capas de la población incorporadas a la política tenían otros intereses. Querían acciones contra el paro, la distribución, a favor de la igualdad de géneros, etc, que ciertamente no es de hoy. Y no se podía abandonar esos objetivos a la estabilidad de la paridad oro.
Si partimos de la identidad cuantitativa, que dice que la oferta monetaria es idéntica al números de transacciones, cada con su precio, dividido por la velocidad de circulación del dinero,
M*V = T*P
Es claro que si M tiene que bajar o subir en función de la política oficial del oro, las variables del otro lado de la ecuación: número de Transacciones, Precios, se verán afectadas en el mismo sentido, a menos que la Velocidad de circulación del dinero contrarreste a M. Es decir, si M cae, T*P (producción) caerá, a menos que V aumente y compense la variación de M. Y viceversa. V no es una variable controlable por el banco central, luego
¿No es más racional variar M en función de las necesidades de T*P, poniendo un limite a P, como hacen hoy los bancos centrales, haciendo así más estable, menos volátil, la producción?
Aunque esta política monetaria no sea fácil (la velocidad V no es observable, y menos el número total de transacciones), porque el banco central no tiene toda la información disponible para mantener siempre la oferta de dinero = a la demanda, T*P, puede aproximarse tentativamente con indicadores económicos, y rectificar cuando yerre.
Afortunadamente, en la crisis del 2008 los bancos centrales, con mayor o menor decisión, no actuaron en moda patrón-oro. Buscaron estabilizar la segunda parte de la ecuación, y un crisis que podría haber sido peor que la del 29 fue amortiguada.
Eso no quiere decir que los bancos centrales no fueran responsables de las causas iniciales de la crisis, en su función de vigilantes de la estabilidad financiera. Pero a posteriori sí tomaron medidas y se legisló para poner líneas rojas a ciertos desequilibrios de crédito y endeudamiento.
Los partidarios del Patrón-oro sugieren, aunque sin demostrarlo, que con tal sistema monetario disciplinado no habría crisis financieras, ni inflación, ni volatilidad de la producción. Ya hemos visto que esto está refutado por los hechos: ni en su mejor momento de esplendor, finales del XIX, y menos aún cuando no había bancos centrales, finales del XIII principios del XIX, faltaron las crisis bancarias y las quiebras. Porque lo que rige la economía y el ciclo no es la racionalidad absoluta, sino la iniciativa privada y las olas de emociones optimistas y pesimistas, sobre todo cuando éstas son contaminadas de contagio masivo. El optimismo masivo lleva a posiciones financieras extremas, pues se piensa que los activos no van a caer, pero de repente aparece el niño que dice “el rey está desnudo”, cunde el pánico, y los mercados caen el oleadas cada vez más crudas, dejando un rastro de desequilibrios patrimoniales que alientan aún más la búsqueda frenética de liquidez. Es entonces cuando el patrón-oro impide que el banco central haga frente a esa demanda de liquidez (está comprometido con hacer honor a mantener la paridad oro-divisa), que cuanto más tiempo se deje imperar, más enorme es la quiebra financiera.
Además, si el patrón oro está comprometido entre todos o varios países, la quiebra en uno se contagia más fácilmente a los demás. Es lo que sucedió en la crisis de 1929, que estalló en EEUU, pero el patrón oro se encargó de difundir por el mundo entero.
¿Por qué no iba a haber crisis y ciclos con el patrón oro? Cuando no había reserva Federal - los auristas pretenden que hubo una época de gran progreso pese a la deflación -, lo que se observa es que para hacer transacciones lejos de su banco, por muy famoso y sólido que éste fuera, el dólar billete de éste banco no cotizaba en oro igual en todas las zonas (habían una prima de riesgo entre bancos), lo que indica una falta de confianza de banco a banco, y un coste de transacción importante para comerciar en zonas medianamente alejadas. No es un hecho que se manifieste a favor de sus tesis de prescindir del banco central y establecer una ventanilla simple de cambio de billetes por oro.
Es utópico pensar que un sistema de fijación del valor de la moneda en oro sea suficiente para eludir las crisis.
Sólo en el caso de una racionalidad absoluta e intertemporal de las expectativas los agentes haría factible el patrón oro, pero en ese caso, ¿para que habría necesidad de tal sistema, si el racionalismo total de los agentes sería la mejor garantía de estabilidad?
Ahora bien, esa racionalidad intertemporal de las expectativas se antoja imposible, como admitió Hayek. La infabilidad de un sistema tal exigiría que todos los agentes conocieran hoy la cadena de precios futuros, y eso parece difícil, más si contamos con las innovaciones tecnológicas que por definición sorprenden y cambian las expectativas, lo que hace errar las expectativas por necesidad.
Un cambio de expectativas no necesariamente se produce en concordancia de todos los agentes, que al verse sorprendidos se ven invadidos por la incertidumbre, revisan sus previsiones, o simplemente retraen sus inversiones o no las renuevan, lo que trae necesariamente un ciclo negativo.
Es difícil pensar que el sistema patrón oro vaya a solucionar el mundo real de las Expectativas cambiantes y no coordinadas. La utopía se viene abajo. Es muy difícil pensar en una economía sin banco central y tipos de cambio libres.