La crisis de los mercados sigue ahí: que nadie se piense que ya se ha acabado. Incluso en EEUU sigue habiendo signos de estrangulamientos en los mercados interbancarios. Tras mes y medio, ya es imposible evitar secuelas negativas: aunque, si por un milagro, el lunes todo se normalizara, los mercados tendrían que absorber los activos dudosos, y eso supondrá un quebranto mayor o menor para muchos bancos e instituciones, inversionistas y empresas; los cuales, además se encontrarán con mayores dificultades de financiación.
La calidad de los activos se ha rebajado, por muy buenos que fueran. Además, queda la caída del precio de la vivienda, que será tanto más prolongada e intensa cuanto más se tarde en restablecer la confianza.
Y es que se ha dejado pudrir, como mercancía en un barco varado, el mercado básico sobre el que todo lo demás gira: el mercado interbancario de dinero. Trichet intenta revivirlo con inyecciones temporales y reiteradas de liquidez, cuando lo que se necesita es lo que ha hecho la FED: bajar los tipos de interés. Esto permitiría poco a poco reiniciar líneas de crédito interrumpidas por el encarecimiento de la financiación bancaria. Temer ahora a la inflación, ante el riesgo de un credit crunch (desaparición de la oferta de crédito) es de memos. Han de valorarse los riesgos a los que nos enfrentamos: un riesgo cada vez mayor de recesión dura y prolongada, frente a un riesgo menor de equivocarnos y de provocar algo de inflación. Al final, los criterios para sopesar son cualitativos, personales, e intransferibles. Greenspan ya hubiera bajado los tipos.