"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 28 de abril de 2013

Ricos y pobres

Hace unos días, Evans-Prichard ofrecía un análisis completo sobre la eficacia de la politica de la austeridad, suscitado por el famosos error de Reinhart-Rofoff.

Coincidido con él plenamente en que ha habido casos de éxito - políticas fiscales contractivas acompañadas de sanos crecimientos- pero se han debido a circunstancias que se no suelen mencionarse. De esas circunstancias, la más relevante es una política monetaria que contrapese el efecto contractivo de la disminución del gasto. La otra, casi igual de relevante, es el nivel de deuda de los agentes en relación a su renta.

Un ejemplo de éxito fue el ajuste fiscal de EEUU en la "Great Moderation", que no obstruyó el camino al crecimiento, a la innovación tecnológica, gracias a una política monetaria compensadora de la FED.

El efecto de primera instancia de una caída del gasto público no puede ser más que una caída el PIB. El PIB es, por definición, el consumo+inversión+saldo exterior. El consumo y la inversión son en parte privados y en parte públicos. Si el consumo+la inversión públicas se contraen, el resultado de la identidad contable es una caída del PIB.

Es verdad que una disminución del gasto, con el tiempo, debería dejar espacio para más consumo e inversión privados. Pero nadie lo garantiza, como pretenden hacer creer los austéricos. Depende (en economía, pese al empeño de los economistas de salón, todo depende del momento).

En un momento cada vez  más recesivo, es difícil que el sector privado genere confianza porque le digan que el gasto público va a disminuir. Lo normal es que piense que el paro va a aumentar, que habrá menos renta para gastar, y que lo que hay que hacer es ahorrar porque vienen peores tiempos. Si después de un año de una contracción, el gobierno revisa a la baja tres veces sus precisiones, y dice que se va a decrecer un -1,3% (cuando el FMI esta anunciando un -1,6%), pero que va a seguir con su política de contracción fiscal (con el elemento añadido de la incertidumbre sobre qué impuestos van a subir y cuánto), no se puede esperar que las empresas se lancen a encargar nuevo equipo de capital productivo y aumenten sus plantillas.

Más, si resulta que el crédito al sector privado se contrae cada vez más deprisa, pese a la promesas del gobierno de que está a punto de florecer. En una contracción, la oferta y la demanda de crédito tienen una funesta manía: la oferta se retrae y se encarece, porque sabe que el prestatario tiene más riesgo de impago, y la demanda también se retrae, porque el riesgos de quiebra es mayor. Y si los mercados moentarios están cargados, más aún.

A más a más, si la gente, pública y privada, esta endeudada hasta las trancas. Las deudas de los hogares y empresas en España apenas se han reducido en cinco años. Mientras su renta ha caído sustancialmente, y sus activos han caído de precios abruptamente. Esto es lo que puede ayudar a paliar la política monetaria, que hasta ahora en la Zona Euro ha sido contraria: es decir, ha sido prociclica: ha intensificado las fuerzas depresivas.

Así, tras una crisis brutal de deuda, en la que millones de españoles (y cientos de millones de europeos) se ha empobrecido y ha perdido su trabajo, se pretende que el sector privado venga a sustituir lo que se contrae el sector público; además, sin apoyo de un apolítica monetaria y una estabilidad financiera. Una brutalidad, un contrasentido, que pretenden que es bueno porque es anti keynesiano. Como si esto fuera un juego de etiquetas. Da igual que sea antikeynesiano o pro lucasiano: lo importante son las consecuencias. Las consecuencias es que supuesto de cinco años de crisis, seguimos en el hoyo, y seguiremos: como dice Evans-Prichard:

This has not stopped the monks in Brussels and the zealots in Berlin from continuing to uphold the Alesina thesis as the leitmotif of EMU policy.
So we have the amazing spectacle this week of the German cabinet approving further retrenchment to achieve a structural budget surplus this year and next, in order to cut the German public debt from 80.5pc of GDP to 69pc in 2017.
The aim is to set an example to eurozone laggards and indeed to the world. This is off the wall. Germany has a colossal current account surplus of 7pc of GDP. It is getting bigger, not smaller. The country is sucking demand out of the European economy, and the globe.
Alemania tiene un enorme saldo exterior positivo: un 7% del PIB. Cuando una nación tiene un déficit, otro, u otros, tienen un superávit. El saldo comercial mundial es por definición cero. Si todos quisiéramos seguir el ejemplo de Alemania, acabaríamos por no comerciar. Tan responsable es un pais de su déficit como otro de superávit. Alemania está repeliendo la oferta de esos países del euro que tienen déficit. Y un superávit de ese tamaño se convierte dontablemente en una inversión en activos exteriores. Sin embargo, esa inversión no es precisamente en países del sur de Europa, sospechosos de impago.
En la imagen, los saldos netos de posición de inversión de internacional (activos menos pasivos) de los países del euro. (Eurostat).

Mientras Alemania tiene un activo neto acumulado del 30% el PIB, España "goza" de una deuda neta del 93% del PIB. Portugal nos "aventaja" con más de un cien por cien.

Ese desequilibrio trasluce una falla decisiva del euro: no hay mercados monetarios y financieros únicos, pese a lo que proclaman los Zelotes de Berlín y los Talibanes de Bruselas. Si hubiera mercados financieros comunes, con una politica monetaria común, el exceso de ahorro iría a financiar inversiones en donde hay necesidades financieras y la rentabilidad es más alta. Que no sea así, demuestra que el euro sigue siendo un proyecto fallido. En todo caso, que todos sigan el modelo alemán de contraerse, no puede más que agudizar esa falla.



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