El señor Punset nos informa (Mundo) de que la gente que se considera feliz ha caído del 82% al 54% durante la crisis. No sé qué tipo de metodología usan para medirlo, pero estoy pasablemente de acuerdo con el resultado. Incluso sospecho que la caída ha sido mucho mayor.
La felicidad no existe, dicen los filósofos; la filosofía es una larga tradición de escuelas que buscan demostrar que la religión es falsa, o que la felicidad no existe. La vida debe ser una escuela de endurecimiento ante este hecho irrefutable, dicen los estoicos. Los epicúreos, un poco más tolerantes, enseñan a no temer las amenazas de la religión y encontrar la ataraxia (la indiferencia) en la contención, aunque no están prohibidos los placeres, simplemente, hay que procurar no depender de ellos.
Yo en estos temas me atengo a los ensayos de Julián Marías sobre la felicidad. Estoy tan de acuerdo con él que no puedo más que remitirme a ellos. Aparte de que destilan su bondad innata, tiene el acierto de partir de una base más modesta y decir que a lo que debemos aspirara es a la alegría.
Pero vuelvo a Punset y su estudio. Para mí demuestra que sin unas determinadas condiciones materiales, aumentan las fuente de infelicidad. Esas condiciones son una falta de preocupación o angustia, un estado de serenidad, en el que uno se siente bien con la sociedad y el mundo en el que vive. Hay un componente en esa felicidad de negatividad, es decir, de ausencia de elementos de angustia. Y sea como esté hecho el estudio Punset, es claro que la ausencia de angustia económica es fundamental para que la gente se sienta feliz, sea lo que sea el contenido de esa felicidad; aunque para mí, como digo es la ausencia de desasosiego.
Punset dice sobre la felicidad cosas bastante sensatas:
Y este componente, que no es fuente directa de una felicidad indudable, puede ser -su ausencia- sin embargo una fuente de infelicidad sin límite. Porque es más grande la probabilidad de infelicidad que la probabilidad e una felicidad positiva. Por eso debemos preocuparnos de que las condiciones básicas no fallen hasta el punto de abriría la compuertas de la infelicidad.
La crisis ha aumentado la infelicidad, y creo, como he dicho, más que lo que dicen las medidas de Punset. El paro, la quiebra, la angustia ante el futuro tuyo o de los tuyos, el perder todo lo que habías guardado para tu vejez o tus hijos, y ver que no tienes años para volver a empezar, y que tus hijos no pueden a su vez sacarte de la situación; todo eso se ha traducido en parte Europa en una incesante fuente de infelicidad angustiosa. Concretamente, en la Europa del euro, que es donde más fuerte ha pegado la crisis, como vimos en este gráfico.

Punset dice sentirse sorprendido por que creía que las relaciones personales eran la base de la felicidad, y no sabía de la importancia de la economía. ¿Es que las relaciones personales satisfactorias no se ven afectadas por la desaparición de la seguridad económica? Es perfectamente esperable que la amargura de cada uno se transformé en peores relaciones de pareja, de familia, y de amistades.
Mientras las autoridades apenas posan la mirada en estos estos problemas, porque no se creen concernidos por ellos, en sus batallitas por sus cuitas de poder, esta insatisfacción creciente se convierte en deseos difusos de venganza contra el sistema social, puesto que te ha traicionado: no te da nada más que disgustos renovados. No se siente la gente defendida contra amenazas que parecen fatídicas: que hay que reducir aún más los salarios, que el paro sin embargo va a seguir inamovible, que se han de subir otra vez los impuestos... Y empiezan a fijar su mirada en las ofertas políticas más extremas y sin miramientos con sus métodos, lo cual es un atractivo para esa sed de venganza que la misma infame gestión política ha causado. Sucedió sn 1930, y puede volver a suceder ahora.
Mientras las autoridades sigan en el error de minimizar las profundas consecuencias de sus errores, la infelicidad seguirá subiendo, extendiéndose su dosis de rencor, hasta que no haya más válvulas de escape que lo contengan en el subsuelo.
La felicidad no existe, dicen los filósofos; la filosofía es una larga tradición de escuelas que buscan demostrar que la religión es falsa, o que la felicidad no existe. La vida debe ser una escuela de endurecimiento ante este hecho irrefutable, dicen los estoicos. Los epicúreos, un poco más tolerantes, enseñan a no temer las amenazas de la religión y encontrar la ataraxia (la indiferencia) en la contención, aunque no están prohibidos los placeres, simplemente, hay que procurar no depender de ellos.
Yo en estos temas me atengo a los ensayos de Julián Marías sobre la felicidad. Estoy tan de acuerdo con él que no puedo más que remitirme a ellos. Aparte de que destilan su bondad innata, tiene el acierto de partir de una base más modesta y decir que a lo que debemos aspirara es a la alegría.
Pero vuelvo a Punset y su estudio. Para mí demuestra que sin unas determinadas condiciones materiales, aumentan las fuente de infelicidad. Esas condiciones son una falta de preocupación o angustia, un estado de serenidad, en el que uno se siente bien con la sociedad y el mundo en el que vive. Hay un componente en esa felicidad de negatividad, es decir, de ausencia de elementos de angustia. Y sea como esté hecho el estudio Punset, es claro que la ausencia de angustia económica es fundamental para que la gente se sienta feliz, sea lo que sea el contenido de esa felicidad; aunque para mí, como digo es la ausencia de desasosiego.
Punset dice sobre la felicidad cosas bastante sensatas:
De lo que he dicho se colige que para mí la parte importante es: "El primer requisito es formar parte de un equipo, de la manada. De la soledad no viene nada bueno. El segundo es el control de la propia vida."En nuestra búsqueda de la felicidad, sugiere, hay varias conclusiones que podemos extraer de este estudio: «El primer requisito es formar parte de un equipo, de la manada. De la soledad no viene nada bueno. El segundo es el control de la propia vida. Tener el sentimiento de que lo que estás haciendo vale la pena y controlarlo». Y es que de lo que se trata es de averiguar «qué es lo que le hace a la gente vibrar».
Por su parte, Punset subraya «que en lo que no ha habido ningún cambio drástico es en que la felicidad sigue siendo un tema movido por las relaciones personales». Aunque «como es lógico», es «consciente de que cuando aumenta el paro, más personas se sienten infelices», admite sentirse sorprendido por el hecho de «que los factores económicos, que aparecían en tercer o cuarto lugar, hayan escalado de esta manera tan insospechada sobre otros como la salud o el amor. En todo momento, eran las relaciones personales lo que determinaba la felicidad», recuerda.
Según esta encuesta, aquellos que tienen pareja, un empleo y viven con sus hijos tienden a declararse satisfechos con su vida. Disfrutar de una vida sexual satisfactoria es otro de los aspectos que comparte la mayoría de las personas que se declaran felices (un 78%), así como tener una alta confianza en sí mismos (74%).
Cada vez más personas declaran sufrir problemas de insomnio y ansiedad. En contrapartida, mejoran los hábitos de vida de los españoles y crece el número de ciudadanos que afirma realizar deporte y seguir una dieta equilibrada. «Del nivel físico depende la estatura mental», afirma Punset.
Tener un empleo, disfrutar con él y tener una buena relación con jefes y compañeros es otro de los elementos importantes para ser feliz. El 83% que así se siente está contento con su trabajo. Tampoco sorprende que en los hogares de las personas que se muestran felices hay menos desempleados de larga duración (más de dos años) que en las familias de aquellos que no se consideran felices.
Y este componente, que no es fuente directa de una felicidad indudable, puede ser -su ausencia- sin embargo una fuente de infelicidad sin límite. Porque es más grande la probabilidad de infelicidad que la probabilidad e una felicidad positiva. Por eso debemos preocuparnos de que las condiciones básicas no fallen hasta el punto de abriría la compuertas de la infelicidad.
La crisis ha aumentado la infelicidad, y creo, como he dicho, más que lo que dicen las medidas de Punset. El paro, la quiebra, la angustia ante el futuro tuyo o de los tuyos, el perder todo lo que habías guardado para tu vejez o tus hijos, y ver que no tienes años para volver a empezar, y que tus hijos no pueden a su vez sacarte de la situación; todo eso se ha traducido en parte Europa en una incesante fuente de infelicidad angustiosa. Concretamente, en la Europa del euro, que es donde más fuerte ha pegado la crisis, como vimos en este gráfico.

Punset dice sentirse sorprendido por que creía que las relaciones personales eran la base de la felicidad, y no sabía de la importancia de la economía. ¿Es que las relaciones personales satisfactorias no se ven afectadas por la desaparición de la seguridad económica? Es perfectamente esperable que la amargura de cada uno se transformé en peores relaciones de pareja, de familia, y de amistades.
Mientras las autoridades apenas posan la mirada en estos estos problemas, porque no se creen concernidos por ellos, en sus batallitas por sus cuitas de poder, esta insatisfacción creciente se convierte en deseos difusos de venganza contra el sistema social, puesto que te ha traicionado: no te da nada más que disgustos renovados. No se siente la gente defendida contra amenazas que parecen fatídicas: que hay que reducir aún más los salarios, que el paro sin embargo va a seguir inamovible, que se han de subir otra vez los impuestos... Y empiezan a fijar su mirada en las ofertas políticas más extremas y sin miramientos con sus métodos, lo cual es un atractivo para esa sed de venganza que la misma infame gestión política ha causado. Sucedió sn 1930, y puede volver a suceder ahora.
Mientras las autoridades sigan en el error de minimizar las profundas consecuencias de sus errores, la infelicidad seguirá subiendo, extendiéndose su dosis de rencor, hasta que no haya más válvulas de escape que lo contengan en el subsuelo.
2 comentarios:
Aqui estoy en la manada feliz de la reunion del SE...
¡Vatya horas!
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