"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 29 de marzo de 2014

Las verdades y mentiras del ajuste. La supuesta reorientación de laeconomía española

En el primer gráfico expongo cómo ha cambiado la estructura de la demanda desde los años noventa. 
Para ello escojo tres fechas distanciadas, 1995 (fase de recuperación gracias a las devaluaciones de la peseta), 2007 (en la cúspide de la burbuja especulativa) y la fecha más reciente, el último trimestre de 2013. En cada una tomo el porcentaje de PIB de cada gran partida de gasto de la demanda: consumo de hogares, consumo público, inversión o Formación fija de capital privado y público (en las Cuentas del INE. No se pueden separar), exportaciones e importaciones. La suma de esos porcentajes, cada uno con su signo (importaciones en negativo) debería ser 100, pero como no he incluido el sector de instituciones privadas sin fines de lucro, no llega a sumar exactamente 100. 



De todas maneras eso no es lo más relevante. Primero, nótese la constancia en la participación del consumo privado y público, franjas azul y verde del gráfico. Apenas se puede destacar una caída del consumo privado durante la burbuja (señalando probablemente lo destinado al pago de la hipoteca). Este no-consumo, erróneamente, se pensaba que era un esfuerzo de ahorro, pero como luego el bien en el que se depositaba, la vivienda, no cumplió las expectativas, pues fue un ahorro perdido, ruinoso, mientras que la deuda contraída por las familias seguía vigente. Este ahorro ha acumulado se ha hundido junto con el precio de los pisos. 
Con todo, el nivel relativo al PIB del consumo privado se ha mantenido notablemente bien, pese al aumento del paro y la caída salarial. 
Lo segundo es la constancia del total del consumo público, algo que sorprende en un contexto que  se supone de ajuste fiscal. Si el consumo público ha mantenido su porcentaje del PIB, es que el ajuste del gasto ha recaído en la inversión pública (que viene recogida junto con la privada en la franja amarilla). 
La franja amarilla, la FBCF, o inversión en capital fijo, es el gran pagador del ajuste de la crisis, pues cae del 30,9% de 2007 a un 17,9% en 2013. Puede ser que la inversión fija en obra pública y en vivienda fuera excesiva en la cresta de la ola, pero lo cierto es que la inversión está muy por debajo del 21,9% de PIB que representaba en 1995. 
Las consecuencias de esta baja inversión, aparte del aumento de la tasa de paro presente, son muy negativas para la productividad futura, en la medida en que el capital destruido lo ha sido indiscriminadamente, productivo o no. El tejido industrial destruido no se recogerá rápidamente. 
Por último, ha de destacarse el gran cambio en el sector exterior, con un aumento notable del porcentaje de exportaciones (naranja), pero también de las importaciones (rojo), que apenas ha bajado pese a la crisis. En proporción al PIB es obvio que España se ha reorientado al exterior, con el resultado neto de un superávit del 2,4% del PIB (diferencia entre el % de export e import en 2013). Pero este cambio puede no ser definitivo, pues las perspectivas de la demanda externa de exportaciones no son muy brillantes. 

Veamos ahora la evolución a más corto plazo, desde el comienzo de la crisis, pero en sus valores nominales en euros, no como porcentaje del PIB, y el saldo neto exterior, Export-Import, para que se aprecie mejor la caída absoluta del PIB que, no olvidemos, está por debajo el nivel de 2009. La historia es la misma:





Ajuste positivo de las exportaciones netas a costa de las inversiones productivas. Ni las importaciones (que aumentan en paralelo a la exportaciones) ni el consumo público se reducen mínimamente. 
El sostenimiento de unas exportaciones dinámicas y un aumento del empleo exigen que la inversión productiva aumente y otros gastos se contengan; cabe dudar de si esta inercia del consumo público y el desplome de la inversión garantizan una economía sostenible. No parece que haya unos cambios tendenciales en ese sentido, ni en el próximo futuro. 
En suma, el ajuste estructural no ha sido tan brillante. Ha consistido básicamente en un contracción de la inversión. 
¿Qué ha faltado para llegar a un ajuste más sostenible en el futuro? 
Primero voluntad política. La degradación de la política tiene estas consecuencias: es muy difícil reducir el consumo público cuando el paro están alto. 
Segundo, instrumentos potentes adecuados: un Banco Central que tuviera potencia de fuego, y una divisa propia que al devaluarse hubiera facilitado el ajuste exterior sin tan brutal caída de la demanda interna. Y es que el dinero tiene efectos reales, y muy duraderos. En hay más que ver la contraproductiva subida de los ricos de interés reales desde que Draghi hizo bajar los ríos nominales con su OMT, gracias a la deflación galopante. 
La deflación, o la simple desinflación, es perversa porque sube los tipos de interés reales devengados. Prueba: el gráfico adjunto. Arriba, los tipos de interés nominales de la deuda pública a 10 años y del crédito bancario a Hogares y Empresas (interés sintético calculado por el BdE, fuente de los datos). En la linea verde, la inflación del IPC subyacente (IPC menos alimentos no elaborados ni energía, que se supone la inflación más probable en el futuro). Abajo, los mismos tipos de interés pero reales, es decir, deflactados por el IPC subyancente.


Como ven, en términos reales los tipos aumentan notablemente desde la crisis de 2012, aunque nominalmente han bajado (por el "Efecto Draghi"). La desinflación ha elevado el coste real del consumo  y de la inversión.
Sólo en caso de que las expectativas de salario real y beneficio real fueran superiores al tipo de interés real devengado, podría considerarse buena a desinflación/deflación. Pero es muy difícil que crezca el PIB con deflación, precisamente porque los tipos reales de interés suben. Mientras el PIB crezca menos que el tipo de interés real, las deudas, pública y privada, en relación al PIB, suben. La deflación es un problema del BCE. 

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