"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

lunes, 9 de noviembre de 2015

Textos históricos. El nacimiento del progreso

El Progreso comenzó cuando algunos reconocieron la gran aportación de la propiedad privada, sobre todo intelectual. Los siglos oscuros se caracterizan porque nada es de nadie. No hay comercio, ni progreso, sin propiedad, sobre todo todo intelectual.
 
En un hermoso texto de Tomas Jefferson, 1813:
 

«La propiedad estable es un regalo del orden social, que llega tarde en la historia de su progreso. Es curioso que una idea, la fermentación fugitiva de un cerebro individual, pueda reivindicarse como propiedad exclusiva y estable, pues quien enciende su candil con el mío recibe luz sin sumirme en oscuridad. Que las ideas se diseminen libremente sobre el globo, para instrucción moral mutua, parece haber sido un designio peculiar y benevolente de la naturaleza [...] que impide sujetarlas a una apropiación excluyente. Pero confiriendo un derecho exclusivo a los beneficios que se derivan de ellas las sociedades pueden estimular una búsqueda de las más útiles, y si no me equivoco fue Inglaterra —hasta copiarla nosotros—el único país en reconocerla, así como el territorio más fértil en nuevos artilugios (devices)»[ extracto de "Los enemigos del comercio", de A. Ecohotado].

Pero si Jefferson hizo la ley de la propiedad y ejerció como jefe de la oficina de patentes, mucho antes nació el espíritu de la propiedad privada. De la misma fuente, En 1620, antes de Jefferson, los Pilgrims llegaron a Plymuth, convencidos de que iba a montar una nueva Iglesia libre del fanatismo de la iglesia anglicana, y que lo mejor sería una especie de comunismo evangélico para bien de todos. No es extraño que el propio Jefferson bendijera los primeros textos fundacionales de los Pilgrims como la "primera constitución americana". Escohotado nos cuenta de primera mano cómo cambiaron de opinión para no morirse de hambre.

"William Bradford (1590-1657) fue reelegido treinta veces gobernador por el grupo que desembarcó en la actual Massachussetts, a principios de noviembre de 1620, y su extensa crónica Sobre la plantación de Plymouth —redactada varias décadas después—lo convierte en el primer historiador y literato de la futura nación. También debemos considerarle su primer teórico político, pues los pactos hechos en su día con Merchant Adventurer, la compañía que financió aquella expedición, establecían un reparto igualitario del trabajo y sus beneficios, algo que le llevaría a hacer reflexiones originales sobre el comunismo.

"Basten dos palabras sobre los dramáticos comienzos de su aventura, que incluía dos grupos diferenciados: medio centenar de colonos no definidos por su fervor religioso (los «aventureros»), y otros tantos resueltos a fundar una Iglesia luterano-calvinista sin «la bajeza y supersticiones del anglicanismo», en palabras del propio Bradford. Un trimestre después, diezmados por fiebres, intemperie y desnutrición, eran menos de la mitad en total y sobrevivieron porque les fue posible robar un pequeño depósito de maíz indígena, que les ofreció las primeras semillas, y apareció un nativo capaz de chapurrear su lengua. Durante los dos primeros años racionaron drásticamente el grano —a 110 gramos diarios por cabeza—, sin poder pescar por falta de redes y cazando de tarde en tarde algún ave o un venado. Al repartirse la primera cosecha, un grupo de siete aventureros rechazó esa distribución, «gastó excesivamente mientras tuvo», y tras meses de mendigar y hurtar «murió de hambre y frío» en el invierno de 1622.

"Dicha experiencia hizo que la colonia recapacitase, y desembocara en la más antigua manifestación del gusto norteamericano por la competencia.

(Bradford) «En abril de 1623 empezaron a pensar en cómo cultivar tanto maíz como posible fuese [...] y tras mucho debatir convinieron en que cada hombre se encargase de cultivar particularmente, manteniendo todas las demás cosas en común como antes. Y así asignaron a cada familia una parcela de tierra proporcional a su número, solo para uso actual (sin hacer división para la herencia), y adscribieron a alguna familia los mozalbetes y jóvenes carentes de ella. Esto tuvo gran éxito, pues hizo que todas las manos se tornasen muy industriosas, y se plantó mucho más maíz que hasta entonces [...] Las mujeres fueron ahora gustosamente al campo, llevándose a sus pequeños para plantar, cuando antes alegaban debilidad e impotencia (inabilitie), y haberlas obligado habría sido gran tiranía y opresión».

"Lo curioso es que el cronista no se limita a referir ese hecho y quiere justificarlo teológicamente, mostrando de paso cómo el cristianismo de la santa pobreza ha sido demolido por la Reforma. Así como en el Nuevo Testamento las profecías apocalípticas alternan con multiplicaciones milagrosas del pan y otros bienes, el Antiguo exalta la previsión y la maestría, dos actitudes mucho más apropiadas para sacar adelante la colonia, y Bradford —que conoce de memoria ambos elencos—recurre a una curiosa combinación de teoría y práctica para defender al segundo del primero. Concretamente, lo plantea en términos de una disputa entre la deidad verdadera y paganos excéntricos:

«Como si fuesen más sabios que Dios, la arrogante vanidad de Platón y otros antiguos, aplaudida por algunos en tiempos posteriores, imagina que suprimir la propiedad y compartir la riqueza creará dicha y florecimiento. Pero en nuestra comunidad (hasta allí donde lo fue) engendró mucha confusión y desconfianza, y retrasó mucho empleo [de los recursos] que habría redundado en su beneficio y comodidad. Porque la gente joven, la más capaz para dar trabajo y servicio, se quejaba de gastar su fuerza trabajando para las mujeres e hijos de otros sin recompensa alguna. Los hombres de más edad y peso pensaban que era indigno e irrespetuoso para con ellos ser igualados en labores, vituallas, etcétera, con los de condición inferior y más joven. Y a las esposas les parecía una especie de esclavitud servir a otros hombres, guisando o lavando su ropa». Decidieron entonces que «Dios, en su sabiduría, vio un curso de acción para ellos superior a la igualdad material, mientras no menoscabase su respeto mutuo».


2 comentarios:

Pablo Bastida dijo...

Una gozada de post, mil gracias. No he encontrado la fuente, ¿se me ha pasado?
Me ha recordado el caso soviético, donde el infeliz pueblo llano sufrió la reinstauración de la servidumbre (amén del Terror Rojo), pero con el estado como amo y señor, como única forma de conseguir que la economía progresara, aunque solo fuera para el beneficio de la burocracia comunista y sus protegidos, como describe una y otra vez V. Grossman.

www.MiguelNavascues.com dijo...

la fuente es el espléndido libro de Anronio Escohotado, "los enemigos del comercio: una historia de la propiedad privada" sí lo he puesto, pero se ve mal. Voy a remediarlo.