"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 3 de marzo de 2018

Robotización vs Factor empresarial y Animal Spirits

Cada vez se habla con más frecuencia sobre las consecuencias de todo orden que tendrá la robotización creciente. Una cierta angustia nos invade pensado en un mundo desconocido, que puede dejarnos inertes para el trabajo y la creatividad si resulta que las nuevas máquinas serán capaces de superarnos en todo. 
No sé cuánto falta para eso. Podemos inferir que algunas ventajas obtendremos, como la inevitable subida de la productividad que nos libere de los trabajos más pesados y tediosos. Pero, ¿a cambio de qué? ¿Vender nuestra alma al diablo? 
En el mundo de la economía es difícil imaginar que un día seremos sometidos al dictamen de las máquinas, aunque en ciertas áreas como la contabilidad, las matemáticas - incluso las financieras - habrá una invasión creciente del automatismo sobre la creatividad humana. Pero ahí está el punto de inflexión: el paso de la mecanización al de la decisión entre dos o más alternativas de futuro que incorporan una información no plenamente disponible, como suele suceder en todos los ámbitos de la vida, pero especialmente en el mundo empresarial. 
Este punto crucial de inflexión es el que Keynes llamó el punto de los Animal Spirits, el punto de la decisión irracional porque, simplemente, no hay información suficientemente precisa y segura sobre una serie de contingencias futuras. Un empresario que va a inmovilizar una gran cantidad de capital en un proyecto no puede pretender conocer de antemano cómo van a ser las circunstancias decisivas en un futuro de diez años. 
El empresario se enfrenta a la decisión ineludible de optar entre comprar otra empresa que le hace la competencia, para lo que necesita endeudarse, o bien ampliar su capacidad emitiendo acciones para ampliar su capacidad adquiriendo bienes de equipo de un incierto tiempo de vida, o bien por el contrario adelgazar su empresa, despedir N trabajadores, para dar un gran salto adelante en otro país donde se le ofrecen ventajas fiscales tentadoras... 
Si una máquina puede tomar esas decisiones sin equivocarse, realmente el mundo sería muy distinto. Pero no logro imaginar una máquina definiendo los contingentes con precisión, sin error, o menos error que el hombre o mujer que dirige la empresa. Todo lo más imagino las máquinas ayudando a agudizar el proceso de decisión, a eliminar consideraciones inútiles, pero no a decidir, elegir entre las estrategias planteadas. Pero resulta que lso contigentes son cambiantes, y el cambio de uno hace cambiar a los demás. Lo que antes parecía improbable se hace cierto, y eso a su vez cambia los para,estros que se habían tenido como los más probables. Es inútil pretender ser muy preciso en la predicción, porque entonces no se tomaría decisión alguna. 
Porque la máquina tampoco sabrá con certeza si las desgravaciones fiscales a nivel conjetural se concretarán o no, si factores como el clima no van a influir en la inversión (imaginen una plataforma petrolífera), cual va a ser la evolución del tipo de interés de la deuda (las invenciones financieras de las últimas décadas dan una idea de la sed de certeza que hay en este campo, nunca satisfecha), ¿y cual será el precio del producto que saldrá dentro de 7 o 10 años, y su volatilidad? En suma, ¿como se puede esperar que la máquina elimine lo contingente? Necesitará una reducción de la ambigüedad, una eliminación de datos inciertos... como hasta ahora. 
En suma, o la máquina sustituye al empresario experimentado con ventaja, o nunca llegará a dirigir la unidad económica, sea ésta familia o empresa. 
Hasta ahora no hemos tenido en cuenta el factor emocional. La contingencia origina que las decisiones se tomen en base a los “Animal Spirits”, que es una expresión que comprende lo emocional, el mimetismo, el espíritu manada, etc. El mimetismo y el espíritu de manada son muy importantes, están muy arraigados en el corazón de hombre. Cuando un producto o un activo empieza a subir de precio, no pasa mucho tiempo sin que los que no han entrado en el mercado se angustien por “estar perdiendo la oportunidad de su vida”, y pierdan los nervios por mérese cuanto antes, adquirir lo que sea de ese trozo de pataleta que alguien sobrehumano ha puesto ahí para que todos lo que lo aprovechen se enriquezcan. De ahí nacen las burbujas, sobre todo si los costes de financiación - tipo de interés - están al alcance. Es una invitación a acortar el horizonte temporal de previsión y dejarse llevar por las seguras ganancias a corto plazo. 
Téngase en cuenta que este factor mimético no es sólo de los palurdos analfabetos. En la crisis de 2008, la burbuja inmobiliaria se vio alentada por la necesidad de los bancos de meterese en ella si no querían correr el riesgo de ser derribados por la competencia. Es una típica situación de Animal Spirits, en la que el CEO ha de decidir entre la Prudencia y ser conservador, o ser más arriesgado ¡para no perder tamaño ante los demás! Ambas decisiones comportan sus riesgos, unos más cercanos que otros, pero a los que no se puede dar la espalda. 
Todo este paquete de consideraciones que condiciona decisivamente la racionalidad de las decisiones, es el punto de divergencia entre la economía clásica y la keynesiana. La primera se basa en la certeza absoluta en las decisiones, la segunda en la incertidumbre, la cual lleva a unas fases de euforia inversora, seguida de otras de desconcierto que pueden durar mucho tiempo, lo que Keynes llamaba “Equilibrio con desempleo”. Éstas fases se caracterizan por una insuficiencia de demanda, por un pesimismo empresarial sobre su futuro volumen de ventas, lo que atenaza la inversión y por tanto la creación de empleo. Según Keynes, no hay ninguna fuerza endógena de los mercados que que garantice que gracias a la caída de precios y salarios, se va producir un  aumento de las ventas y de las contrataciones. Tiene que ser una fuerza exógena, el estado, quien asuma la dirección de la economía supliendo el déficit de demanda, ayudado por un banco central que aumente la oferta monetaria y ayude a contener los tipos de interés. De hecho, si observamos bien el aumento de las deudas públicas y la gran expansión monetaria, no de otra forma hemos salido de la crisis...
Lo que sí es altamente probable es que el aumento de la Inteligencia Artificial traiga un aumento de la productividad, lo que vendrá muy bien ante la decadencia demográfica. Como dice Kenneth Rogoff, en Project Syndicate,

Si es así, tal vez deberíamos estar mucho más preocupados por las implicaciones éticas y sociales del crecimiento material que es más rápido de lo que los humanos pueden absorber espiritualmente. La angustia sobre la IA se centra principalmente en la desigualdad y el futuro del trabajo. Pero como los escritores de ciencia ficción nos advirtieron durante mucho tiempo, las amenazas potenciales que surgen del nacimiento de las formas de "vida" basadas en el silicio son realmente aterradoras.  Es difícil saber quién tiene razón: ni los economistas ni los científicos tienen una gran trayectoria en lo que respecta a hacer predicciones a largo plazo. Pero en este momento, y dejando de lado la posibilidad de una batalla existencial entre el hombre y la máquina, parece bastante plausible esperar un repunte significativo en el crecimiento de la productividad en los próximos cinco años. Considérese que los principales componentes del crecimiento económico son el aumento de la fuerza de trabajo, el aumento de la inversión (tanto pública como privada) y la "productividad", es decir, el producto que puede producirse con una cantidad determinada de insumos, gracias a nuevas ideas. En los últimos 10-15 años, los tres han sido tristemente bajos en las economías avanzadas. El crecimiento de la fuerza de trabajo se ha desacelerado bruscamente, debido al descenso de las tasas de natalidad, y la inmigración no ha compensado incluso antes de Trump America. La afluencia de mujeres a la fuerza de trabajo jugó un papel importante en el impulso del crecimiento en la última parte del siglo XX. Pero ahora eso se ha cumplido en gran parte, aunque los gobiernos podrían hacer más para apoyar la participación femenina en la fuerza de trabajo y pagar la equidad. Del mismo modo, la inversión global se ha derrumbado desde la crisis financiera de 2008 (aunque no en China), lo que ha reducido el crecimiento potencial. Y el crecimiento de la productividad medido ha disminuido en todas partes, cayendo aproximadamente a la mitad en los Estados Unidos desde el boom tecnológico de mediados de la década de 1990. No es de extrañar que las tasas de interés reales mundiales sean tan bajas, con altos ahorros posteriores a la crisis que se traducen en un suministro más pequeño de oportunidades de inversión. Aún así, la mejor opción es que la IA y otras nuevas tecnologías eventualmente tengan un impacto mucho mayor en el crecimiento de lo que lo han hecho hasta ahora. Es bien sabido que a las empresas les puede tomar mucho tiempo reimaginar los procesos productivos para explotar las nuevas tecnologías: los ferrocarriles y la electricidad son dos ejemplos destacados. Es probable que la recuperación del crecimiento mundial sea un catalizador del cambio, generando incentivos para que las empresas inviertan e introduzcan nuevas tecnologías, algunas de las cuales sustituirán a la mano de obra, lo que compensará la desaceleración en el crecimiento de la fuerza de trabajo. Con las secuelas de la crisis financiera desapareciendo, quizás la IA comience a ganar impulso, y la tendencia del crecimiento de la producción estadounidense puede mantenerse fuerte durante los próximos años (aunque, por supuesto, también es posible una recesión). El probable aumento correspondiente en las tasas de interés globales reales será complicado para la guia de los banqueros centrales. En el mejor de los casos, podrán "montarse en la ola", como hizo famoso Alan Greenspan en la década de 1990, aunque es probable que esta vez haya más inflación. La conclusión es que ni los responsables de las políticas ni los mercados deberían apostar por el lento crecimiento de la última década que lleva al próximo. Pero eso podría no ser del todo bienvenido. Si los científicos tienen razón, podemos lamentar el crecimiento que tenemos.

Rogoff no hace mención de un problema que ha surgido con las nuevas tecnologías, y por supuesto la IA. Se trata de que la proporción de capital intangible es inevitablemente más difícil de captar por la contabilidad, por lo que cabe sospechar sin riesgo que una buena parte de la productividad no se computa en el PIB; ergo, la productividad, que es PIB / empleo (horas trabajadas o personas), está cada vez más infravalorada. Eso explicaría por qué los salarios no despegan: porque la productividad aparente tampoco lo hace. Un problema parecido al que se enfrentó Alan Greenspan en los noventa, cuando descubrió que el sector servicios estaba deficientemente computado, porque era - y es - difícil de captar su valor añadido. Cuando la Vontabilidad Nacional se encuentra con este tipo de problemas, tira por la calle de en medio y elige el empleo como indicador de volumen de producción, lo que sesga  el cálculo de la productividad a la baja.
Volviendo al tema moral del Hombre frente a la Máquina: Uno de los factores de producción, aparte del trabajo y el capital, es el factor empresarial, el factor cuya retribución no depende no de la propiedad del capital, sino de la capacidad de la mejor decisión. Es difícil pensar que esa última ratio sea un día una máquina. 

4 comentarios:

F.S dijo...

En el mundo de la bolsa la robotización ya lleva un tiempo, y la verdad es que no hay humano quien les gane (de ahí los enormes despidos que se produjeron con los "traders"), aunque todavía no han sustituido al CEO...por ahora.
Mi opinión (ya que no soy científico) es que la inteligencia artificial tiene la capacidad de sustituir al hombre, no estamos hablando de una calculadora, ni la robotización algo que ya lleva muchas décadas con nosotros, si no la capacidad de pensar, razonar, reflexionar y por ende tomar decisiones.
El futuro yo veo bien claro, mega-corporaciones con máquinas que serán mil veces más inteligentes que el hombre más inteligente del planeta, tomando decisiones ellas mismas en beneficio de su amo (la figura del CEO dejará de existir).
En el otro lado, tendremos el pobre empresario que no dispondrá de dicha tecnología por su enorme precio (actualmente pasa en la bolsa), y más que competir lo que tratará es de sobrevivir ante tales monstruos tecnológicos, que para ello necesitará juntarse en cooperativas y asociaciones, aceptando condiciones esclavistas (adiós definitivo al estado del bienestar).
Como ya lo dijo el Sr. Putin presidente de Rusia, quien controle el IA controlará el futuro.

www.MiguelNavascues.com dijo...

Dilate que ti mismo te contradices.
“Quien controle la IA controlará el futuro”. Luego siempre habrá un ser humano que controle la IA.

F.S dijo...

Decir siempre es arriesgado, para ser exactos habría que decir que al principio la IA estará al servicio de su amo(bajo control humano), después si la IA toma conciencia y decide dejar de obedecer a su amo en beneficio propio es una probabilidad que gente como Stephen Hawking y otros científicos la toman muy seriamente.

www.MiguelNavascues.com dijo...

No lo veo tan claro. Esa máquina tendrá un interruptor.
No me imagino una guerra entre la IA y el hombre. Quizás sea falta de imaginación.
Lo iré si puedo imaginar es una guerra entre grupos con dos tipos de máquinas con más o menos eficiencia.
Prometeo, la propia competencia llevará a distintos tipos de máquinas. Aunque haya una superior a las demás, no será superior en todo. No me imagino las máquinas siendo propietarias de derechos, ni tribunales regidos por ellas. Lo que imagino es grupos de humanos siendo propietarios de máquinas e intentando hacerse con el poder total. Creo que siempre habrá, en último término, un oligopolio que dará lugar a un status quo lleno de tensión, como la guerra fría.