"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 18 de abril de 2025

 La flecha del tiempo no vuela hacia atrás. La caída del dólar y de la deuda soberana USA

Seguramente no sabía Trump las consecuencias de su famoso movimiento “geo estratégico” (dicen algunos) de subir los aranceles. Ha intentado rehacer el imperio con instrumentos caducos del siglo XIX. Como dice Niel Ferguson, “La flecha del tiempo no vuela hacia atrás”.

Ha dañado los flujos comerciales mundiales, ha dañado la renta de casi todos los países del mundo… y ha dañado a su propio país, infligiéndole un duro golpe a su crédito financiero y a la confianza en su moneda, ambos difíciles de recuperar.

Al jugar con los aranceles ha logrado, como dice Quantum Macro,

“La principal exportación de Estados Unidos son los dólares, ya que es la moneda de reserva del mundo. Cuando Estados Unidos le dice al mundo que no está dispuesto a comprar los bienes globales, el resto del mundo le responde que no va a comprar la principal “mercancía” que EE. UU. vende al mundo: el dólar estadounidense y los bonos del Tesoro.”

Y otro comentario, profético, este de Krugman:

Así que Trump ha iniciado una guerra comercial que interrumpirá nuestras propias cadenas de suministro. ¿Recuerdan la COVID-19 y sus consecuencias inmediatas? ¿Recuerdan cómo la escasez se extendió por la economía e impulsó la inflación? Esos tiempos están a punto de volver, causando daños especialmente graves al sector manufacturero que Trump afirma reactivar.”

¿Es reversible el desaguisado? Es muy difícil, como dice Krugman. El presidente ha creado una gran incertidumbre en la mente de los inversores con sus enloquecidos pasos adelante y atrás, y la incertidumbre puede ser intratable[1]. Ha dilapidado su valor crediticio que le concedían sus inversores, como lo muestra la reacción de los mercados financieros.

Los dos gráficos siguientes muestran el sorprendente resultado de Trump en sus primeros dos meses en La Casa Blanca: un tiro directo a las instituciones económicas - y no económicas - de EEUU.El primero representa la repentina caída del dólar frente a euro (dólar/euro) cuando se anunciaron los aranceles. De un valor de 0,98 €, cayó a menos de 0,88 €. El siguiente gráfico da cuenta de la pérdida de confianza en la deuda soberana americana, no menos repentina, por lo que el gobierno se vería obligado a pagar un interés más alto cuando requiera emitir deuda[2].





Los inversores del mundo entero han mostrado una súbita pérdida de confianza en la supuesta liquidez y rentabilidad/solvencia de la deuda americana, y de la seguridad del dólar como moneda reserva, algo  que hasta ahora casi nadie discutía.

El tumulto se calmó un poco al dar marcha atrás en sus aranceles anunciados, pero no se sabe si eso va a ser suficiente para restablecer la normalidad anterior - además de que Trump parece porfiar en ello -. Por no hablar de la precaria situación en la que ha dejado a la Reserva Federal, a la que se ha dirigido públicamente “afeándole” su papel como guardián de la estabilidad de precios e incitando a su Secretario del Tesoro a poner a su presidente Jerome Powell de patitas en la calle[3].

En todo caso, algunos, quizás precipitándose, como el euro se ha revaluado frente al dólar, piensan que quizás el euro tenga la suerte de convertirse en la nueva moneda reserva, si la UE hace bien las cosas, cómo propone Luis Garicano.

Hablemos claramente: el euro hasta ahora no ha tenido mucha vocación de ser moneda-reserva, pese las ventajas que ello, supuestamente, reporta: la principal, tener más confianza crediticia del resto del mundo, y por ello financiarse a costes financieros más bajos (tipos de interés, vencimientos, comisiones, etc.). La contrapartida es que te puede convertir en zona de importaciones neta de capitales, lo que redunda en un tipo de cambio alto y, probablemente , un déficit de Balanza de Pagos permanente, pero financiado holgadamente; como EEUU en los últimos 40 años, con un déficit de Balanza de Pagos creciente desde 1990, lo que ha causado una Posición inversora internacional que coloca al país en una sospechosa debilidad, si bien hasta ahora no reprochada. Véase gráfico:







Hasta ahora, EEUU no ha tenido que demostrar nada para financiarse en buenas condiciones. Al fin y al cabo, es (o era) la economía más productiva, la que más crece, y la que ofrece más rentabilidad-seguridad tanto privada como pública. Por no mencionar su capacidad geo estratégica. Su dólar era tan estimado como para no pagar prima de liquidez: tener dólares es tener liquidez disponible en todo el globo[4] (Trump no parece tener en cuenta el valor implícito de sus contrastadas instituciones).

No sabemos aún si Europa, si es que desea hacer del euro moneda reserva (podemos poner en duda que Alemania tenga esa ambición), será capaz de corregir ciertas grietas que los inversores internacionales conocen bien. Pero Europa no es una nación poderosa, hegemónica, económica y militarmente. Europa es un mosaico de países que tienen cosas en común, pero no un alma nacional[5]. Europa es vocacionalmente exportadora e inversora en el exterior, no deficitaria. Ha logrado formar una burocracia incapaz de tomar decisiones vitales. La entrada de los países del Este en la UE y la OTAN (con gran riesgo para la seguridad y contrarréplica de Rusia), ha aumentado la diversidad cultural y lingüística, lo que no ha dejado de desgastar la unidad. Es claro que todos los países miembros de la zona euro, no podrían encajar la conversión en un país deficitario a cambio de una moneda-reserva.

Garicano & al hace mención de un racimo de problemas que deberían ser corregidos para convertir al euro en moneda-reserva, según él centrados en el BCE. El BCE tiene funciones muy importantes, pero no es la raíz de la fuerza del euro (Como no lo es para el dólar la Reserva Federal.). Lo decisivo es lo que hay detrás, el poder político que apoya las instituciones.

En el fondo, hay un solo problema de raíz: la UE no es una unidad política (ni lo será en breve). EEUU sí lo es. La UE lo ha intentado, sin resultado patente.

Por eso el BCE no ha actuado siempre con fidelidad a sus principios; por la sencilla razón de que no son compartidos de la misma manera por los distintos países miembros. Entre estos, hay unos que priorizan la estabilidad de precios (Alemania, Holanda, Dinamarca…), y otros que no, al menos con el mismo rigor. Algunos de los países tienen un historial de tolerancia a la inflación y a la emisión de deuda y su monetización, características que hoy se han visto acentuadas desde las sucesivas crisis habidas desde 2008, con un aumento peligroso de la deuda (de momento interna). Esto determina que el BCE tenga cada vez más dificultades en resistir a las presiones de los países menos rigurosos para que rebaje su rigor antiinflacionista. El BCE ha estado al borde de la extinción en 2012... una situación de alto riesgo que podría volver a repetirse.

El papel de moneda reserva de una divisa no la decide sólo el país emisor, sino su demanda en los mercados mundiales. El euro no parece tener la sólida base institucional que ha tenido hasta ahora el dólar. Es difícil ver como probable que si Trump deja al dólar malherido ( no es imposible), el euro le sustituya como divisa en que se facturan los  contratos comerciales y financieros. El uso del dólar se ha sido forjando espontáneamente, fruto de una gran cantidad de dólares en el mundo[6]. Quizás no sea plausible un euro-reserva inmediato. Es difícil imaginar una UE muy deficitaria por cuenta corriente, por ello endeudada, emitiendo euros al mundo y recibiendo el espaldarazo de los mercados mundiales. Si es así, quedará un mundo multipolar financieramente más inestable, sin las pautas imperantes hasta ahora en las transacciones comerciales y financieras, por ello más costosas… desde luego, a Trump esto le importa poco.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] La incertidumbre de Keynes, que no se podía estimar como el riesgo.

[2] Recuerden la crisis británica, 2022, cuando la primera ministra Liz Truss decidió presentar una bajada de impuestos. Resultado: caída de la deuda de un rendimiento del 3,78% al 4,99% y de la libra hasta 1,03 dólares/libra, la más baja desde 1985. El BoE tuvo que comprar 65000 millones de deuda. El gobierno sólo duró 45 días.

[3] Esto da pie a una explicación alternativa: Trump estaría buscando que la FED monetice la deuda. Si es así, la inflación sería para él un mal menor. Adivinar sus intenciones es arduo. Por eso hay tantos hermeneutas espontáneos que se han equivocado.

 

[4] El papel de moneda-reserva no tiene una explicación completa. Hay países, como Suiza, que gestionan con más rigor su moneda, y por eso en ocasiones ha sido una moneda refugio. Pero moneda más usada en las operaciones, como es el dólar, es distinto. Es liquidez fácilmente asequible y fiable. Eso solo lo puede hacer un país como EEUU, que todos los años aumenta la masa de dólares cuando paga su deuda creciente. Los intentos de China de que el yuang sustituya al dólar han fracasado. China es una país superavitario.

[5] Un “alma nacional” es algo indefinible que no se compra con dinero. Todos los países parecen tener una menos España

[6] Krugman tiene la tesis de que el dólar es demandado… porque a partir de una masa crítica, se ha hecho costumbre, como el Windows, el teclado QUARTY, etc.  Es más económico hacer lo que hacen los demás.


jueves, 10 de abril de 2025

La Gran Armada europea

La Gran Armada europea

 

Luis Garicano tiene un excelente post sobre cómo debería Europa enfrentarse al peliagudo, acaso imposible, problema financiero de montar un ejército eficaz en previsión de futuros ataques de diversas potencias extranjeras. Empieza por descalificar el programa propuesto por la Comisión como completamente inútil y ruinoso, por adolecer de una mínima estructura empresarial eficiente con economías de escala.

 

“El plan de la Comisión no aborda un problema fundamental: las naciones europeas gastan el presupuesto de defensa de forma ineficiente. La razón es la importancia de las economías de escala en defensa, y de ahí el papel clave que desempeña la contratación unificada. Como dice Garicano,

“En primer lugar, la producción de defensa se beneficia inherentemente de las economías de escala debido a los elevados costes fijos en investigación, desarrollo y producción. Cuando Europa mantiene múltiples sistemas paralelos (12 modelos de tanques diferentes en comparación con uno en Estados Unidos), cada país asume estos costes fijos por separado, lo que reduce el poder adquisitivo de cada euro gastado. Cada pequeña producción impide que los fabricantes bajen la curva de costes.”

 

A largo plazo, la innovación tecnológica reduce los costes fijos medios (y por ende los costes medios), pero a corto y medio plazo, un aumento del volumen de producción se traducirá en un aumento del coste medio y marginal. La producción armamentista tiene unos costes fijos medios enormes (instalaciones y maquinaria), y por ende unas economías de escala no asequibles para cada uno de los países; por lo que plantearse el aumento del gasto en ejército como simple suma del esfuerzo de cada uno de los países tendría graves consecuencias a largo plazo sobre los presupuestos de todos, en un momento en que los países miembros de la UE están seriamente endeudados. Por el método simple de sumar gastos de cada país no se obtiene el resultado buscado más que a un coste muy superior a los 800 mil millones de € estimados, debido a que la suma de costes fijos/país sería mucho mayor que el coste fijo de una producción centralizada. 

No hay más remedio que explorar otras alternativas, una de las cuales es la que propone Luis Garicano. Esencialmente, es un modelo existente que trata de centralizar las decisiones y que cada país produzca coordinadamente bajo ese criterio de eficacia. No obstante, el propio autor citado no deja de mencionar algunos “caveats” que pueden dar al traste con este plan.

Por ejemplo, es difícil no imaginar que algunos países se pueden comportar como “polizones”, es decir, no cumplir con su contribución asignada, arrastrar los pies, contabilizar como gasto en defensa partidas que no tienen nada de defensivas (como Pretende hacer España, contabilizar gasto de medio ambiente y transporte como militar); o países, como Hungría, que se siente más inclinado del lado de Rusia, se aprovecharían de la aportación de los demás para mejorar sus defensas nacionales. En palabras del autor citado, 

 

“En segundo lugar, los países podrían intentar minimizar sus contribuciones mientras se benefician de la seguridad proporcionada por otros, un problema conocido en los debates fiscales de la eurozona. El sistema de voto ponderado otorga mayor influencia a los grandes contribuyentes, pero no puede eliminar el oportunismo (véase el intento actual de España, mi país, de reclasificar el gasto en medio ambiente y transporte como defensa).”

 

Otra cuestión, quizás la más importante:

 

“En tercer lugar, quizás el desafío más fundamental: durante una crisis grave, ¿cumplirían todos los miembros del EDM con sus obligaciones? A diferencia de las preocupaciones anteriores, este riesgo no puede mitigarse por completo mediante el diseño institucional. Si bien el EDM se centra en las adquisiciones más que en las operaciones, la propiedad conjunta de activos estratégicos y la dependencia de fabricantes de armas externos al Estado-nación crean dependencias mutuas que algunos países podrían encontrar incómodas en situaciones extremas. Esta sigue siendo una tensión inherente a cualquier acuerdo de defensa multinacional que no esté vinculado a una unión política.”

 

Hay otras potenciales adversidades: no se dice, pero existe la simple posibilidad de que el ánimo patriótico-belicista europeo, que hoy brilla por su ausencia en una buena parte de la UE, no llegue nunca a consolidarse. Esto de el arrojo bélico puede parecer un mito de tiempos remotos, pero la historia de las guerras y sus estudios más brillantes muestran que esto es un componente esencial de la ecuación; no hay más que leer a Clausewitz

 porque la voluntad humana nunca extrae su fuerza de sutilezas lógicas.

Esto no se suple con dinero, que por cierto no hay. Además, en la guerra no te enfrentas a riesgos calculados, sino a una apuesta grandes zonas inciertas. De nuevo Clausewitz:

“La guerra es el reino de la incertidumbre; tres cuartas partes de los factores en los que se basa la acción están envueltos en una niebla de mayor o menor incertidumbre.”

(Esa incertidumbre no sometida a probabilidades, que para Keynes era el peor enemigo de la inversión…)

Dicho todo esto, además existe otro caveat aún más importante: ¿es realmente tan amenazante la amenaza rusa? Esto es muy discutible y cuestiona la actitud tomada por los mandatarios europeos. Pienso lo mismo que dice mi amigo Clemente Polo en un magnífico artículo 

 

“Uno se pregunta si realmente, como sostiene Rutte, “la situación [en Europa] no pinta bien” y “no hay ninguna duda de que es la peor de toda mi vida y sospecho que de las suyas también”. No me corresponde valorar las apreciaciones subjetivas del secretario general de la OTAN, nacido en 1967 y quizá demasiado joven para opinar de forma tan categórica, pero si me atrevo a decir que dar por sentado que el resto de los europeos compartimos su valoración de la situación internacional es una hipótesis completamente gratuita, y que su percepción del alto riesgo que entraña carece de fundamento algunos. En realidad, muchos europeos tenemos la impresión de haber vivido situaciones bastante más complicadas que la actual como, por citar un caso, la crisis de los misiles de 1962. Resulta, además, inverosímil otorgar credibilidad a la amenaza rusa que se cierne sobre la UE, porque si alguna conclusión positiva cabe extraer de la guerra en Ucrania es que el ejército ruso ha ido incapaz de ganarla en tres años de feroces combates. Ningún europeo con dos dedos de frente puede pensar que Putin, después de la dura experiencia en Ucrania, está planeando abrir un frente de miles de kilómetros a lo largo de toda su frontera desde Finlandia al Mar Negro.”…


“Incluso quienes no compartimos su concepción mafiosa de las relaciones internacionales, reconocemos que la llegada de Trump a la Casa Blanca ha aportado dosis de realismo y sentido común al cuestionar la continuidad de la guerra en Ucrania, y la sola perspectiva de poner fin en breve a la masacre en Centroeuropa constituye una magnífica noticia para todos los europeos en general, pero sobre todo para quienes han estado librando una guerra de atrición que ya se ha llevado por delante a decenas de miles de combatientes de ambos bandos y va a dejar un país arrasado que tardará décadas en recuperarse. La guerra ha constituido también un desastre económico para los países europeos que han aportado 132.000 millones, 62.500 en ayuda militar y 72.000 en ayuda humanitaria, y han padecido fuertes elevaciones de los precios de la energía, los fertilizantes y los cereales que han asestado un duro golpe a todas las economías de la UE, muy especialmente a la alemana, por su enorme dependencia del gas ruso hasta febrero de 2022.”

 

No tengo nada que objetar. Yo creo que Luis Garicano, indudablemente un gran economista, yerra al admitir pasivamente la desafortunada visión estratégica de la UE y de la OTAN. Afortunadamente, la ampliación de esta última para meter a Ucrania se ha volatilizado gracias a Trump, y debemos aferrarnos a eso, en contra de nuestros tristes mandatarios europeos de repente belicistas que parecen desear una guerra. Europa debe pensar serenamente sus opciones, que no son tantas. El peor arranque ha sido enfrentarse a EEUU, como si esto fuera una cuestión de derechos históricos. No ha derechos de las naciones, pese al los reiterados intentos de implantar un Derecho de Guerra.

Garicano propone un solución que, aparentemente, mejora la eficiencia del enorme gasto militar, sin embargo, el cual es realmente una amenaza que podría llevarse por delante la UE. Mientras el proyecto Draghi de 800 mm € (curioso, la misma cantidad) en inversiones productivas era viable, este gasto bélico, por el contrario, sería mayoritariamente improductivo, y pondría en peligro millones de vidas, traería ruina, enfermedades pandémicas, y nos puede meter en un círculo infernal de inflación y contracción al más mínimo contratiempo. Europa no es una nación, ni una nación de naciones.

Es posible, aunque improbable, que la UE llegue a ser una unión política, pero eso no sería una unión nacional se la llame como se la llame. Se puede ganar en eficiencia por medios pacíficos, pero una guerra me temo que sería un acercamiento a la tercera guerra mundial, probablemente la última, y sin muchas probabilidades para Europa de salir con bien. Algunos aventureros y jugadores de ventaja piensan que van  a enriquecerse con una guerra más. Eso sólo pasa cuando la guerra se juega en otra parte alejada del mundo. En una guerra total los pocos enriquecidos por tráfico de armas disfrutaría en todo caso de su fortuna en un búnker cerrado para siempre al aire exterior. 


W. H. Auden

Un extraño y pícaro mañana se despide en alguna parte.
Poniendo a prueba a los hombres de Europa, 
y nadie sabe 
A quién tocará el oprobio, a quién la riqueza, a quién la muerte.

lunes, 7 de abril de 2025

Miscalculation. Las bolsas se tambalean

El terremoto de las bolsas demuestra una cosa que me parece que Trump no ha pensado; se le puede hundir el nuevo orden que estaba construyendo casi antes de empezarlo. La mayoría de empresas cotizadas en el mundo, especialmente en Wall Street, son multinacionales. Tienen intereses diversificados en todo el mundo. Y lazos inextricablemente cruzados con las finanzas de todo el mundo. Es lógico que las cotizaciones caigan en todo el mundo. Y todas son dueñas de de acciones de otras cotizadas… así que hay una espesa urdimbre de instrumentos financieros en la que unos tienen en activo lo que otros en el pasivo. 
¡Elevar los aranceles a todos! Lo malo es que es un error que da bochorno.

jueves, 3 de abril de 2025

Nadie se entera: no es la economía, es el poder militar (reformado)

 La carrera por la supremacía económica y militar

El 2 de abril,  famoso día de la “Liberation Day”, Trump dio una patada al tablero de juego mundial y empezó a redefinir unas nuevas reglas en lo político y económico. Aparentemente, era un guerra comercial para corregir el enorme déficit exterior de EEUU, pero puede haber también un fin estratégico ligado a la IA y su importancia vital para primacía militar, campo en el que China se estaba acercando demasiado. Si se lee bien la declaración oficial, la subida de aranceles busca los siguientes objetivos:

-       Protección de industrias críticas (como el cobre para la defensa/tecnología).

-       Impulsar la producción nacional (reformación de la fabricación).

-       Abordar la seguridad nacional (reducir la dependencia extranjera).

En palabras de la mencionada fuente un poco más adelante (Niña Schick),

 

“Estamos en una nueva era geopolítica. Las viejas certezas están terminando. La tecnología está comprimiendo el espacio y el tiempo: el mundo se verá muy diferente dentro de cinco años. El dominio de la tecnología será decisivo para determinar quién tiene el poder en lo que surja a continuación.”

 

En definitiva, la guerra comercial de Trump no es sólo comercial, sino también estratégico-militar, para preservar su hegemonía mundial antes de que China le adelante, como nos explica brillantemente Nina Schick. (Ver tb Rafael Dezcallar, embajador de España en China ). Es la última ratio que puede explicar racionalmente la guerra de los aranceles, que es una maniobra con tres objetivos destacables: acabar con la globalización y sus consecuencias; recuperar el capital industrial que inició su fuga al iniciarse la globalización. Este capital sería muy diferente al que se marchó: sería un capital de última tecnología, incluida la IA, lo cual redundaría en nuevos puestos de trabajo, de mayor productividad y, por ende, mejora salarial para los americanos. Por último, cerrar el grifo del déficit exterior de EEUU, el país adelantado más endeudado, quizás porque ha sido de los pocos en tomarse en serio y cumplir con el compromiso de desarme arancelario.

¿Por qué los aranceles? Porque así restablece un equilibrio perdido con la globalización, que pregona la libertad de comercio, pero que casi nadie ha cumplido. La Globalización ha sido un estruendoso fracaso, del mainstream económico en primer lugar, y del juego sucio que se le ha permitido a China durante decenios. Es duro decirlo, pero en la globalización, la ortodoxia académica fracasó estrepitosamente, porque la realidad es distinta que los impecables y pulcros modelos matemáticos. La globalización tendría que haber repartido sus beneficios con todos los sectores, beneficios y salarios, como fue en los años 1945-80: entonces los salarios crecieron las mismo ritmo que la productividad (y por ende los beneficios). No ha sido así porque la industria de EEUU aprovechó la globalización para deslocalizarse en busca de una mayor benignidad fiscal y salarial. Desde luego, la productividad aumentó, pero los salarios de los países maduros ya no crecían al mismo ritmo que la productividad. Esto creó una nueva clase de desheredados, que son, por cierto, los que han votado a Trump.

A eso se añade el papel de polizón jugado por China en la libertad de comercio. En el gráfico, una imagen del truco empleado por China, durante décadas, para tener el viento a favor en sus exportaciones: una devaluación sostenida del Yuan que empezó cuando China fue introducida en el OMC (organización mundial del comercio), cuyas leyes en cuanto apertura de sus mercados y Fair Play en sus precios incumplió desde el principio (el gráfico son los remimbis por dólar. Cuanto más alto más devaluado).

 






Esta política de saltarse los acuerdos de la OMC, base fundamental de la Globalización, fue escondida bajo los estruendosos aplausos del mainstream de la economía, unánimemente partidario de la globalización; teoría imposible de refutar en aquellos años de la fe en las ventajas para todos del libre comercio.

Pues esta política mercantilista de China de dio origen a lo que se ve en el siguiente gráfico: la enorme “tesorería en divisas” acumulada por China en

  aquellos años de devaluación artificial (no hay pista más segura para saber si un tipo de cambio está manipulado como la foto de los movimientos de reservas), articulada en torno a unas entradas de divisas que le permitían tener una posición neta de inversión internacional más que aseada. 




Con estos capitales China se permitió hacerse con, o posicionarse en, países y lugares de valor geoestratégico*. 

Sí, hemos pecado de tontos. Hemos alimentado durante décadas opíparamente al monstruo. Hasta que ha llegado Trump y nos ha descubierto que la globalización era una trampa mortal de la que solo se beneficiaba China (y algún otro): EEUU es el país desarrollado más endeudado del mundo, como se ve a continuación. 

 






En opinión de Trump, había que terminar con eso, porque China se estaba fortaleciendo peligrosamente. Por eso Trump dio una patada al tablero. He ahí las verdaderas intenciones de las decisiones del “Liberation Day”: primero, acabar con la globalización donde muchos jugaban con cartas marcadas (otro ejemplo, Alemania, que llegó a tener una posición neta internacional enorme).

Una vez dado el tratamiento de electrochoque, Trump ha dicho que su intención es negociar con cada país una rebaja de arancel que le ha tocado en suerte: negociará uno a uno las condiciones que le interesan. Y su objetivo más próximo es reindustrializar EEUU, pero en una industria renacionalizada, que fabricará las ingentes cantidades de componentes que necesita la IA. Porque la IA no es una cosa aérea, necesita enormes cantidades de productos de ingeniería, energía, mano de obra especializada y materias primas que son determinantes y no se encuentran en todo el mundo. Con los aranceles Trump reorientará el comercio de los demás a su conveniencia. Así cumpliría con su promesa electoral de re industrialización, pero con la vista en una industria renovada y necesaria.

Algunos políticos ha puesto el grito en el cielo: “esto es un ultraje”. Esto no tiene nada que ver con la ética y la justicia. Tampoco tiene nada que ver con la economía hasta ahora en vigor, ya obsoleta. Entramos en mundo nuevo; Trump es un nacionalista que piensa en modo EEUU. Y ante el riesgo geo estratégico de que China se haga con la vanguardia de la IA (por ejemplo, invadiendo Taiwán), y por ende, la supremacía militar. 

¿Y nosotros? Nosotros, los europeos, deberíamos pensar fríamente la respuesta, pero de momento nos lamentamos y lanzamos grandes jeremiadas, mientras nos acercamos peligrosamente al tercer mundo, con nuestras grandes  catedrales, Museos, muchos repletos de arte subvencionado , que cada vez menos gente visitará, porque la Globalización se acaba. Tour que, por cierto, no brillará por su IA, pues no la producimos, y su oferta tiene pinta de que va escasear y fuera de los mercados. En realidad es que la UE hace tiempo que cayó en la irrelevancia, lejos de aquellos tiempos en que podía desalojar cualquier mandatario que se saliera de la norma. (Creo recordar que la última vez fue cuando obligaron a Zapatero, presidente del gobierno de España, a rectificar 180º su política económica cuando la primera de riesgo de la deuda soberana había alcanzado un nivel insoportable). Esto fue en 2012, pero parece que han pasado décadas…

Trump se da cuenta de que sus aliados de antaño, sobre todo Europa, “no dan la talla”, además de costar no poco dinero sostener su seguridad (que en en 80 años nos hemos permitido desdeñar y no contribuir a su mantenimiento).

Los datos del retraso de la UE son lamentables: como se puede ver aquí, mientras ha superado todos los límites de su regulación burocrática, ahora resulta que su nube informática está en las empresas norteamericanas del ramo (las multinacionales a las que acosamos con nuestros reglamentos), pues la UE no se ha molestado en abrir su propia empresa.

Por otro lado, EEUU tiene el riesgo llamado China, que está en una coyuntura económica difícil (gran crisis inmobiliaria, por lo que no puede replicar a Trump rápidamente). Además, Trump sospecha que Rusia es un país muy dañado por la guerra - la cual, decía Putin en 2022, iba a durar unas semanas -, y que puede ser un “compañero de viaje” eventual para hacer a China el camino hacia la supremacía más pedregoso. Por fin, Trump sabe de sobra que la globalización ha sido el talón de Aquiles de EEUU, por lo que su primerísima decisión es acabar con ella. ¿Qué mejor que una guerra de Aranceles para darle la puntilla?

Lo que no podemos saber hoy si está maniobra sorprendente va a llegar a buen fin. Es decir, si el capital industrial fugado va a repatriarse, si va a haber una reindustrialización que cree nuevos puestos de trabajo ligados a mejores salarios, y que el poder geoestratégico frente a China avance significativamente.

IA = Primacía Militar, a la que China se ha acercado peligrosamente. Ese es el lema de Trump apropiado para la iniciación de una Nueva Era.

Parodiando aquella frase clásica, No es la economía, estúpido, ¡Es la geoestrategia!

 

(*) lo mismo se puede decir de Alemania, gracias a que el euro impedía que Alemania se revaluase. Por ello consiguió un superávit exterior del 70% de su PIB.