"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

sábado, 12 de octubre de 2013

Día de España

Hoy es fiesta, pero apenas sabemos lo que se celebra. Mañana leeremos noticias del Desfile, y entonces caeremos en la cuenta. Día de la Fiesta Nacional, o día de la Hispanidad, fecha sobre la que se ha colgado le celebración de una cosa que no existe. Quiero decir que no existe un sentimiento de pertenencia a una Nación como es normal en otros países civilizados.

En El Mundo hay un excelente artículo de Enric González que recoge las opiniones muy bien sintetizadas de tres Historiadores bien conocidos, de larga carrera, como son Josep Fontana, Juan Panlo Fusi y García de Cortázar, que hacen sus cábalas sobre "El Desencanto" que nos asedia en estos días.

Son historiadores confiables, conocidos, aunque cada uno, como todos, tienen su secreta pasión, como dejó dicho Unamuno y nunca olvidaré, porque lo he comprobado siempre: hasta el más objective científico Tiene su pasión que le dirige sus pasos, aunque luego intente establecer la veracidad de sus teorías con los hechos.

(Por eso Unamuno hacía al revés, empezaba hablando de sus pasiones desde la subjetividad más extrema.)

Estos profesionales confirman lo que yo decía el otro día: que España empezó a fracasar como idea matriz en el XIX, cuando se formó en Europa el Estaso nación, fruto de la Revolución Francesa. Los estados decimonónicos, especialmente los que cuajaron tan tarde como 1871 (Alemania e Italia) se cuidaron muy mucho de crear una eseñanza nacional estatal.

En cambio España se rezagó en eso, en un por eso que describe muy bien Cortázar y sus colegas (subrayados míos):

En su libro Mater Dolorosa, premio nacional de ensayo en 2002, José Álvarez Junco, catedrático de Historia del Pensamiento en la Complutense de Madrid, analizó las dificultades que el poder de la Iglesia católica supuso para la construcción de la idea de nación española en el crucial siglo XIX. Aunque la llegada de la dinastía borbónica francesa tuvo como consecuencia la centralización estatal (tras la caída de Barcelona en 1714 y el fin de la guerra europea de sucesión se abolieron las instituciones tradicionales catalanas con el Decreto de Nueva Planta) y, sobre todo con Carlos III, un cierto proyecto de modernización, homogeneización idiomática y creación de una conciencia nacional, el grueso del clero y de los sectores conservadores rechazaba el concepto de nación porque lo consideraban revolucionario y enemigo de la monarquía.

La guerra contra la invasión napoleónica, militarmente dirigida por el general británico Wellesley y posteriormente llamada de independencia, fue apenas un esbozo de empresa nacional. Las Cortes de Cádiz sí establecieron de forma inequívoca una idea moderna de nación. Pese a las disputas entre absolutistas, moderados y liberales, el 24 de septiembre de 1810 se declararon depositarias del poder de la nación y, como tales, asumieron la potestad de redactar las leyes fundamentales. El resultado fue la Constitución de 1812, cuyo artículo tercero decía: «La soberanía reside esencialmente en la Nación». El regreso de Fernando VII y la restauración del absolutismo monárquico, con una persecución feroz de todo lo que pudiera identificarse con la modernidad o el liberalismo, arruinaron el embrión gaditano de nacionalismo integrador.

La identidad española existía desde muy antiguo. Los modernos atributos nacionales, sin embargo, no se solidificaban. Mientras los sistemas públicos de enseñanza franceses y británicos (Alemania e Italia aún no existían) unificaban el idioma y difundían una cultura nacional, impregnada de elementos más o menos míticos pero eficaces para forjar el patriotismo nacional contemporáneo (que en el siglo XX condujo a dos guerras que devastaron Europa), España, económicamente débil, con un imperio en disolución, afligida por asonadas militares, revoluciones y guerras entre liberales, a veces también llamadosnacionales, y carlistas tradicionalistas, no pudo permitirse esa tarea. A partir de 1874, bajo Alfonso XII, el político conservador Antonio Cánovas del Castillo intentó crear una España vagamente homologable con otros países europeos, basada en un sistema de democracia limitada y alternancia parlamentaria con los liberales de Práxedes Mateo Sagasta. Duró décadas, pero acabó naufragando por el caciquismo regional, la corrupción rampante y la propia ineficacia del Estado. A Cánovas del Castillo se le atribuye, en un debate constitucional, una de las frases más demoledoras sobre la nacionalidad española: «Es español el que no puede ser otra cosa».

Fontana subraya la negativa herencia decimonónica: «Desde que se creó una Hacienda moderna, en 1845, las grandes fortunas consiguieron librarse de la carga que les correspondía; entonces eran los terratenientes y hoy son los financieros». En parte como consecuencia de ello, «la escuela pública nunca funcionó bien». Francia y Alemania (creada en 1871 en torno a la corona prusiana) sentaron las bases de su progreso a partir de un sistema nacional de escuelas y de la estandarización de una lengua común, el francés de París en el primer caso y el alemán del norte en el segundo.

«Yo no me remontaría al siglo XIX», declara por su parte García de Cortázar, «más que para destacar el nacimiento de los nacionalismos románticos y ultraconservadores al final de la centuria. Ellos son los grandes agentes de la construcción de una nacionalización alternativa a la española. Los nacionalistas catalanes y vascos son responsables de que se nos haya arrebatado la posibilidad de ser españoles no meramente constitucionales, sino ciudadanos cuyo afecto por la patria se asienta en el terreno de las emociones, en el gozo de sentirse parte de una tradición».

Creo que identifican varios factores que sueñan efectivamente como decisivos. Cronológicamente,
- la derrota del liberalismo de Cádiz en manos del absolutismo (aunque el trienio liberal es un rotundo fracaso desde el punto de vista de eficacia estatal).

- La Iglesia como factor ideológico contrario al nacionalismo, asociado con el liberalismo, que era pecado para la iglesia.

- El fracaso del estado liberal de la Restauración, pobre e incapaz de sacar impuestos suficientes para sus compromisos coloniales, y mucho menos para proyectos a largo plazo de entramado de servicios estatales, aquello que Joaquín Costa llamaba "Escuela y Despensa".

Una cadena de intentos de normalizarnos con quién nos sentíamos pertenecientes a Europa, pero por diversas razones, cadena interrumpida reiteradamente por las fuerzas que se oponían a perder sus privilegios si el estado nacional cuajaba.

Ese fracaso,a su vez, dio alas a las ideologías de izquierdas más radicales que además se asentaron en un partido clave en la historia española, el PSOE, y no para bien. El radicalismo marxista, luego leninista (Largo Caballero), siguió siendo parte de la urdimbre ideológica que forma este partido hasta hoy. No es que hoy se declaren leninistas, claro. Pero Felipe González no consiguió extirpar esa trama, que ahora es como un mero reflejo justificatorio de todas las tropelías que han hecho, desde el GAL a los ERES y el abucheo a la jueza Alaya. Me refiero a la capacidad de justificar estos delitos ideológicamente y que los suyos les crean.

Si los liberales eran la minoría que portaba el estandarte de una nación, los liberales de hoy pasan de esas complejidades. "Mercado y que se joda el que no aguante". Pero del otro lado, del lado socialista, no hay más nacionalismo que el que les viene bien a ellos, el catalán y vasco, en esencia anti nación española.

La derecha, por su parte, hasta muy recientemente no era nacionalista. Le bastaba con pagar pocos impuestos. La Iglesia ha sido siempre anti estatalista, siempre estuvo en pugna, desde larga data, por el pedazo de recaudación que le tocaba y su influencia en la sociedad a través de la enseñanza. El concordado con la iglesia ha sido un cuña en el avance del Estado como oferente de los servicios mínimos que forman una ciudadanía y la consolidación de la nación.

No somos de España: somos del PP, o del PSOE, Catalanes, Vascos, y nos odiamos mutuamente cada vez más. Todos han contribuido a que así sea, hasta la derecha con su debilidad, y a que ahora mismo seamos una "nación" ingobernable.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno al menos existen en sitios como USA multitud de actos,desfiles
y festejos al respecto de la hispanidad. Sea el hispanic day con las hispanic parades en difrentes sitios o el Columbus day ...

En casa del herrero,cuchillo de palo

Anónimo dijo...

http://www.nydailynews.com/2.1279/hispanic-day-parade-brings-heritage-month-close-new-york-article-1.1482236

O sea que existe el mes de la herencia hispanica e incluso se celebra..

Mourinho dijo...

Mírate esto anda

http://blogs.lse.ac.uk/europpblog/2013/10/12/the-independence-of-catalonia-jumping-on-a-bandwagon/?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+Europp+%28EUROPP+-+European+Politics+and+Policy+at+LSE%29