Soldado a casa

Hoy me he emocionado al ver una escena no habitual en la estación de tren, dónde había ido a recibir a un amigo. Un soldado español volvía tras larga ausencia, desde su destino, probablemente Afganistán. Su familia, su esposa, su hijita pequeña, le esperaban llorando de emoción y de alegría al verle sano y salvo. No hacía ser muy ducho para ver la precariedad económica de la familia, la falta de sofistiquería de sus emociones, la veracidad de éstas. El hijo, el marido, y el padre, con su macutazo de 30 kilos al hombro, más grande que él, volvía al hogar. Él tampoco podía apenas contener la alegría. Todos le rodeaban, mientras abrazaba a su hija, que no parecía reconocerle.  ¡Es papá!- le decían todos a la niña, entre intimidada y escéptica ante la vista del héroe que se había pintado tantas veces en su imaginación infantil: -"verás cuando venga tu papá, las cosas que te va a traer"- le contarían, cuando ella, seguramente, sólo quería que llegara ese ser maravilloso que todas sus amigas del colegio disfrutaban como una cosa normal. Seguramente era la primera vez que lo veía con plena consciencia de niña. Todos, entre lágrimas contenidas y ojos enrojecidos, se lo comían con la mirada. A su padre, se le veía además orgulloso.
Yo me quedé con ganas de hablar con él, saludarle y preguntarle de dónde venía; manifestarle quedamente mi admiración. Pero atendía a mi amigo, sus maletas, y no me atrevía a molestarle o distraerle de su entorno. Estaba con los suyos, todo lo demás sobraba. A juzgar por las emociones contenidas, llevaba mucho tiempo fuera de casa.Vi que mi mujer tampoco podía dejar de mirar la escena.