En "Fixing The Economists" hay un interesante artículo, lleno de referencias, sobre la falacia del equilibrio en los mercados financieros. Esta falacia ha tenido una cuota proporcional alta en la crisis financiera y en todas las crisis anteriores que ha habido en la historia.
Katharina Pistor, citada en el artículo, expone dos razones cruciales que desarman la hipótesis, casi axiomática, de que los mercados tienden a equilibrarse en un precio que los "vacía", es decir, que deja satisfecho a los demandantes y oferentes. Esto se basa en la conocida tijera de las curvas de Demanda y Oferta, que tienen cada una una inclinación opuesta, lo que hace que, en lo que atañe al precio, y a todo lo demás constante, el precio no tiene más remedio que encontrar un lugar del que no hay motivaciones para moverlo (es decir, que nadie a ese precio está interesado de demandar u ofrecer más cantidades del producto).
En los mercados financieros esto es simplemente imposible. En estos se cotizan activos financieros. La teoría dice que cuando no hay especulación, el precio del activo tiende a estabilizarse en un precio que refleja los "fundamentos" de ese activo. Por ejemplo, una acción empresarial, en equilibrio, tendrá una cotización igual a la suma actualizada de los beneficios esperados más el valor residual al final de la vida de la empresa (podemos imaginar el mismo argumento para cualquier tipo de activo, por ejemplo, un bono).
Esto es totalmente falso, como explicaba muy bien Keynes en el capítulo 12 de su "General Theory". Primero, porque el cálculo del valor fundamental es muy incierto, pues cubre un futuro indefinido, y
But there is one feature in particular which deserves our attention. It might have been supposed that competition between expert professionals, possessing judgment and knowledge beyond that of the average private investor, would correct the vagaries of the ignorant individual left to himself. It happens, however, that the energies and skill of the professional investor and speculator are mainly occupied otherwise. For most of these persons are, in fact, largely concerned, not with making superior long-term forecasts of the probable yield of an investment over its whole life, but with foreseeing changes in the conventional basis of valuation a short time ahead of the general public. They are concerned, not with what an investment is really worth to a man who buys it “for keeps”, but with what the market will value it at, under the influence of mass psychology, three months or a year hence. Moreover, this behaviour is not the outcome of a wrong-headed propensity. It is an inevitable result of an investment market organised along the lines described. For it is not sensible to pay 25 for an investment of which you believe the prospective yield to justify a value of 30, if you also believe that the market will value it at 20 three months hence. Thus the professional investor is forced to concern himself with the anticipation of impending changes, in the news or in the atmosphere, of the kind by which experience shows that the mass psychology of the market is most influenced. This is the inevitable result of investment markets organised with a view to so-called “liquidity”. Of the maxims of orthodox finance none, surely, is more anti-social than the fetish of liquidity, the doctrine that it is a positive virtue on the part of investment institutions to concentrate their resources upon the holding of “liquid” securities. It forgets that there is no such thing as liquidity of investment for the community as a whole. The social object of skilled investment should be to defeat the dark forces of time and ignorance which envelop our future. The actual, private object of the most skilled investment to-day is “to beat the gun”, as the Americans so well express it, to outwit the crowd, and to pass the bad, or depreciating, half-crown to the other fellow.
This battle of wits to anticipate the basis of conventional valuation a few months hence, rather than the prospective yield of an investment over a long term of years, does not even require gulls amongst the public to feed the maws of the professional; — it can be played by professionals amongst themselves. Nor is it necessary that anyone should keep his simple faith in the conventional basis of valuation having any genuine long-term validity. For it is, so to speak, a game of Snap, of Old Maid, of Musical Chairs — a pastime in which he is victor who says Snap neither too soon nor too late, who passes the Old Maid to his neighbour before the game is over, who secures a chair for himself when the Music stops.
Los inversores en el mercado de activos no están interesados en cuál sea el valor fundamental de ese activo según los "criterios rectos", sino cuánto cree que va a valer mañana, o dentro de una semana, nunca en todo caso durante la vida activa de la empresa. Entonces lo que le interesa es qué piensan los demás de ese valor en un día determinado. Pero lo que piensen los demás, a su vez, depende de lo que creen que piensan los demás... Lo último que le interesa a nadie es el fundamento de esa empresa, cuya acción cambiará de precio miles o cientos de miles de veces antes de extinguirse, extinción que puede producirse con anticipación a lo que dice el precio fundamental, si es que tal cosa existe. Porque el precio fundamental, además, está calculado sobre supuestos harto inciertos.
Por lo tanto, un mercado financiero de un activo cualquiera es cualquier cosa menos la expresión de un equilibrio. La inmensa mayoría de los inversores más poderosos no piensan en el fundamento si no es, acaso, para jaurificar su inversión. Lo único que le interesa es no pillarse los dedos y salir con ganancias antes de que "la música deje de sonar".
¿Por qué se sostiene entonces durante siglos la falacia de la eficacia de los mercados? Por varias razones: una, que les interesa a los que se ganan la vida en el sector que la gente crea que compra una cosa sólida. Otra es académica: porque con los modelos clásicos de equilibrio se pueden hacer bonitos modelos y ganar premios Nobel.
Otra razón, está más correcta, es la de que sí los mercados no fueran libres, con todos sus defectos, la liquidez se resentiría. Mientras un mercado este abierto las 24 horas del día y puedas vender urgentemente un título por necesidad, cumple una función social clara.La segunda razón que trae Pistor (que está implícita en el texto de Keynes) para derribar la teoría de la eficacia es que los mercados financieros están fatalmente jerarquizados. Mueven el mercado actores que están muy lejos de los intereses de la gente común a la que se invita a que ponga su dinero en la bolsa. No es que tengan intereses venales: es que el que no actúa así pierde y fallece. Como dice Keynes:
Los intereses últimos de una entidad financiera es su balance, y eso no pasa por los intereses de cada uno de los ahorradores últimos que han puesto su dinero en ella.For it is not sensible to pay 25 for an investment of which you believe the prospective yield to justify a value of 30, if you also believe that the market will value it at 20 three months hence.
Los mercados no tienden a equilibrio alguno, y a veces se mueven acumulativamente, cuando las expectativas se generalizan y todo el mundo quiere vender. Entonces no hay más remedio que exista un Prestamista de Última Instancia que supla la liquidez que todo el mundo desea retirar del mercado. Pero para que esa oferta supletoria sea eficaz se necesita previamente una regulación que corte los brotes que llevan a una burbuja.
Por otra parte, Lord Keynes tiene un post donde sacude un poco uno de los axiomas básicos de la economía: la ley de la demanda. La ley de la demanda dice que la demanda de un bien por un individuo será siempre negativa al precio. Es decir, a más precio, menos demanda, y al revés. Esto no tiene una peripuesta empírica, se basa en el sentido común. A todo lo demás igual, y una renta constante, el individuo es coherente, y si compra una cantidad X del bien A , y este baja de precio, comprará X+x, aprovechando que el precio ha caído. Esto es verdad siempre que se trate de un individuo, una renta, y un bien. Es verdad que si el individuo que tiene una renta R va al mercado u se encuentra que el BIen X ( el único que puede comprar) ha bajado de precio, comprara más con la mayor renta disponible gracias a la bajada del precio.
Pero la ley de la demanda se refiera a la demanda de un bien a en el mercado de A, es decir, a la suma de las demandas individuales que van a comprar A. Esa ley es esencial para la economía neoclásica, pues es lo único que permite que la curva de oferta tenga una pendiente de signo contrario, y así haber un sólo precio de equilibrio.
¿Es lo mismo esa demanda que la suma de las demandas individuales? Ahora tenemo un grupo amplio de compradores que se encuentran con una caída del precio de X. Seguramente algunos comprarán más de X. Pero otros, al encontrase con un efecto renta al alza, y habiendo otros mercadospsobles a lo mejor deciden comprar lo mismo de X y aprovechar lo que les ha sobrado para comprar algo más de Y. Por lo tanto, la caída de la demanda del predio de X ya no garantiza un aumento de demanda de X, incluso podría ser que bajará la demanda de X en benedico de otros bienes.
Hay un teorema que formaliza este hallazgo que se llama the Sonnenschein–Mantel–Debreu theorem según el cual una curva de demanda de un mercado puede tener una inclinación positiva, es decir, que suba la demanda al subir el precio. Para Keen, en el blog citado, es claro que sólo es ley cuando se trata de un individuo frente a un bien. Por cierto, un individuo sin expectativas de precios en el futuro...prque si el recio sube, pero el comprador sabe o cree que va a subir más, sería tonto no comprar más aún de X, para revenderlo cuando suba.
No sé si esto explica las tendencias persistentes de muchos mercados financieros a que la demanda de un activo suba cuando su precio es cada vez más alto. Aquí entra, naturalmente, la expectativa de que el precio va a subir en el futuro, lo que lleva a la gente a endeudarse para conseguir más tenga de la que dispone y comprar más de ese bien.
Y no sólo en las finanzas. Hay situaciones de pánico que llevan a la gente a vaciar las tiendas de alimentación ante la posibilidad de una huelga que deje desabastecida la ciudad. Esto es lo contrario que una crisis de liquidez: aquí se trata de desembarazarse del dinero líquido como sea, porque lo que va a faltar es los bienes, que además subirán de precio porque la demanda será infinita.